¡Pobre Dostoievski!
Fedor Dostoievski parece que no ha tenido mucha suerte en el cine. Algunas versiones de novelas suyas realizadas en la Unión Soviética no han traspasado el consumo interior ruso y sólo hay referencias -no muy buenas- de ellas.En los años cuarenta, Robert Siodmak hizo una aceptable película sobre El jugador, titulada aquí El gran pecador. Hay un par de versiones, una alemana y otra norteamericana, de Crimen y castigo, que tampoco tuvieron el eco que su soporte literario merecía. Probablemente hay más, pero su trascendencia en la historia del cine es prácticamente nula.
Tres filmes con fuerza
Sólo tres películas han llevado el mundo febril del novelista ruso a la pantalla con alguna fuerza. Una es la versión que Akira Kurosawa hizo de El idiota, argumentalmente bastante fiel a la novela, pero con graves variantes en la naturaleza de los personajes. Luego está Noches blancas, de Luchino Visconti, que es una bella película romántica, pero no una obra maestra. Y, sobre todo, la magnífica Pickpocket, una de las mejores obras de Robert Bresson, que es una original traslación, que no traducción, al cine de Crimen y castigo.Richard Brooks, un hombre de formación intelectual a la americana, locutor de radio, periodista, novelista, director de teatro y guionista de cine, trabajo en el que alcanzó gran prestigio en los años cuarenta, parece que tenía, entre sus proyectos permanentes, una película sobre Los hermanos Karamazov. Trabajó y acarició durante muchos años este arriesgado proyecto -simplificador a la fuerza, si se tiene en cuenta lo intrincado y vasto del formidable novelón- y, tras su brillante despegue en Hollywood como director a partir de 1950, logró en 1958 interesar a los estudios en el proyecto, y este se hizo. El fracaso fue estruendoso, pese a que la película fue rodada en una de las etapas más fértiles de la carrera de Brooks, poco despues de El último cazador e inmediatamente antes de La gata sobre el tejado de cinc caliente, Elmer Gantry, Dulce pájaro de juventud y Los profesionales.
Impotencia
Viendo la película sin perder de vista a la novela, es razonable pensar que Brooks se metió en un proyecto descabellado. Es posible sintetizar -mal- la complicada saga de los Karamazov, pero lo que ya no resulta tan fácil es lograr equivalencias cinematográficas para un relato en permanente situación de trance, insostenible para la inmensa mayoría de los actores.¿Quienes pueden llevar a su gesto un dúo pasional, como el de Grushenka y Dmitri Karamazov, casi inimaginable, y esto en sentido literal, es decir imposible de reducir a imágenes? Desde luego no Yul Brymier y Maria Schell, actor y actriz bastante limitados y con recursos insuficientes para afrontar la encarnadura de esa fiebre cerebral que es el estilo oculto de la novela y que alimenta su zona intermedia, su densidad, su clima hirviente, crítico y crepusculár.
Otro tantb puede decirse de Claire Bloom y de William Shat ner, pues ambos carecen de suficientes recursos para hacer creíbles a Elena Ivanovna y Alioscha Kararnazov. Pero incluso Lee J. Cobb, que fue ciertamente un actor superdotado, no acierta, en su recargada composición de Karamazov padre, a dar verosimilitud al terrible sujeto. Sólo dos actores se acercan algo a las tumultuosas composiciones de Dostoievski: Richard Basehart y Albert Salmi, en Ivan Karamazov y el hermano bastardo Smerdiakov respectivamente. En medio de la impotencia general del reparto, sus apariciones son un respiro.
¿Podría haber sido de otra manera con actores más adecuados? Es posible, pero dudoso. Una novela de esta envergadura es casi inaccesible al cine, es otra cosa, para la que hay que buscar equivalencias -al estilo de Pickpocket respecto de Crimen y castigo- y no suicidas versiones al pie de la letra. El filme está tan por debajo de la novela que lo más amable que se puede decir de él es que es innecesario.
Los hermanos Karamazov se emite hoy a las 19.30 por la segunda cadena.
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