_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Construir un nuevo orgullo

Eran los días de la segunda quincena del pasado diciembre. Las relaciones prensa-fuerzas armadas atravesaban uno de sus peores momentos, según evidenciaba el llamado manifiesto de los cien, hecho público precisamente en el tercer aniversario de la aprobación por referendum de la Constitución. En el hotel Alcázar, de la madrileña calle Diego de León, residencia de generales, jefes y oficiales de los tres ejércitos, el ministerio de Defensa había convocado unas jornadas de reflexión con el propósito de buscar aliviaderos a la tensión.Asistían los responsables de las Oficinas de Información Difusión y Relaciones Públicas de la Defensa, de los cuarteles generales, de la JUJEM y de la Guardia Civil; una representación de generales del Estado Mayor del Ejército y de la Aviación y de almirantes de la Armada; cerraba el cuadro una selección de periodistas de los diarios, semanarios, emisoras de radio y programas de televisión, los que se estimaron mas cercanos a estas áreas informativas.

Tópicos, halagos y teorías

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El teniente coronel Manuel Fernández Monzón hizo las presentaciones propias del caso, justificó el atuendo uniformado de los militares como una facilidad adicional para su identificación y exhortó a todos a la mayor sinceridad por encima de todo formalismo. Hubo una exposición inicial a cargo del general de división Juan Cano Hevia y enseguida se dió paso al coloquio.

Algunas intervenciones de los periodistas presentes empezaban a desviar el encuentro hacia los tópicos de costumbre cuando se enfrentan profesionales de los medios informativos y representantes de la Administración. Quejas sobre los fallos observados en el funcionamiento de las Oficinas de Prensa, imposibilidad de obtener interlocutores autorizados a partir de determinadas horas o en determinados días, inexactitudes interesadas en las respuestas a consultas concretas formuladas en momento oportuno.

Amenazas terrorista y golpista

En aquel encuentro del hotel Alcazar también se manifestaron por parte de la prensa, algunas actitudes rayanas en el halago comprensivo hacia el universo castrense. El director de un semanario se adelantó, por ejemplo, a dar su particular versión acerca del origen de muchas incomprensiones e incomunicaciones entre civiles y militarers. Citando una conversación reciente con un teniente general en activo, al mando de una región militar, aseguró que la nómina mensual de su interlocutor se cifraba en las ciento sesenta y siete mil pesetas. Aseguraba el periodista que con esta soldada su amigo el teniente general se veía imposibilitado, por razones económicas, para relacionarse con los civiles de análogo rango. Es la que Rafael Sanchez Ferlosio ha denominado teoría del alterne militar.

Atendiendo a los fines confesados en la convocatoria del hotel Alcázar, declaré entonces mi propósito de profundizar en las causas que subyacían en los enfrentamientos Prensa-Fuerzas Armadas característicos de aquel momento. Para intentarlo, recordé primero las jornadas celebradas en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) durante el mes de octubre de 1980 sobre "Terrorismo y medios de comunicación social".

Las autoridades militares que hicieron de anfitriones en las mencionadas jornadas del CESEDEN explicaron en aquella ocasión a los periodistas asistentes que habían sido convocados para debatir en común la colaboración que podían prestar frente al terrorismo, al. que se conceptuaba como primera amenaza a la democracia.

En alguno de los grupos de trabajo constituidos para el estudio de las ponencias desarrolladas en dicho centro académico, tuve ocasión de señalar que el establecimiento dei la colaboración requerida a los periodistas precisaba ahuyentar previamente el fantasma del golpismo. En la estimación de muchos profesionales de la información, que reconocían en el terrorismo la primera amenaza a la. democracia, no cabía duda que la segunda, era el golpismo.

En consecuencia, insistí allí personalmente en que, a mi entender, solo llegaría a lograrse la cooperación de la Prensa con las Fuerzas Armadas si estas sellaban de modo público e irreversible su compromiso con la Constitución de 1978, sin dejar espacio posible a cualquier veleidad golpista en sus filas.

Resultaba increible, pero rigurosamente cierto, que todavía entonces, octubre de 1980, las Fuerzas Armadas en España no constituyeran, para muchos, el último resorte capaz de asegurar el ejercicio de la soberanía nacional, la clave de la Defensa de la comunidad nacional, sino una de las mayores amenazas para la preservación de sus mas preciados valores y sus mas altos intereses como pueblo libre.

Mal trato franquista a las FF AA

Volviendo al encuentro aludido al comienzo de estas líneas entre militares y periodistas los días 16 y 17 de diciembre de 1981 en el hotel Alcázar, ante aquel auditorio de generales y almirantes hice una síntesis del trato que el general Franco reservó a las Fuerzas Armadas: penuria de medios, déficit de material y entrenamiento, macrocefalia irracional de los cuadros de mando, frustración generalizada por el estancamiento de las escalas, deterioro de las prestaciones sanitarias y sociales con clara discriminación perjudicial para los miembros de la familia militar, inoperatividad, aislamiento, desmoralización por la forma en que se condujo la retrocesión de lfni y la descolonización del Sahara, o las condiciones afrentosas para la dignidad nacional en que se pactó con los Estados Unidos en 1953.

Solo pude observar gestos de asentimiento a esta somera enumeración, sin pretensión alguna de exhaustividad, aunque el general Cano Hevia quiso dejar claro que serían posibles análisis de otro signo.

Proseguí mi exposición analizando la respuesta que estas realidades del régimen anterior generaron en las filas militares perceptible en términos de una adhesión creciente y progresiva hasta la mitificación indiscutida del general Franco, su máximo responsable. ¿Cómo explicar este comportamiento?. Pueden apreciarse para dar cuenta del mismo varios factores concurrentes, sin duda favorecedores, pero insuficientes. Ahorré deliberadamente la mención al lubricante de las corrupciones, que narra minuciosamente personaje tan indudable y tan próximo pariente como el tantos años ayudante y segundo jefe de la Casa Militar de Su Excelencia, general Franco Salgado-Araujo.

Atenciones y estímulos de la democracia a las FF AA

Otros hubieran preferido señalar la tolerancia prodigada por aquel sistema con ciertos pluriempleos de los cuadros medios de mando. En todo caso, el producto de estos factores ofrece un resultado muy lejano de las realidad que se pretende explicar.

En otro plano puede estudiarse la secuencia comportamiento del nuevo régimen democrático-respuesta ofrecida por las Fuerzas Armadas. He aquí algunos

Pasa a la página 12

Construir un nuevo orgullo

Viene de la página 11

parámetros de la atención prioritaria que la naciente democracia ha prestado a la Defensa Nacional y a las Fuerzas Armadas: ritmo de incremento de los presupuestos de este capítulo en los últimos siete años superior al de todos los pai:3es europeos -el 387 %, según datos facilitados en las jornadas sobre la OTAN del CESEDEN-; decisiva mejora en el régimen de prestaciones sociales y sanitarias con la creación del ISFAS; adquisición de material moderno para las unidades; nuevas facilidades para el adecuado entrenamiento, mayores niveles de operatividad de las unidades; potenciación de la industria militar nacional; nuevo diseño de la carrera militar que asegura a quienes cubran los mínimos indispensables su culminación hasta el grado de coronel; racionalización de las escalas; reforma llena de estímulos profesionales. Y la lista de realizaciones podría prorrogarse largamente.

Todas estas atenciones del nuevo régimen democrático hacia las Fuerzas Armadas han generado entre los militares una respuesta que arroja, en su apariencia mas visible, una elevada proporción de reticencia, desconfianza, hostilidad y activismo golpista.

De nuevo surge la necesidad de buscar una explicación que resuelva la divergencia paradójica entre los comportamientos y las respuestas.

De la victoria de 1939 a la paz de 1978

La capacidad de percepción de los hechos democráticos en favor de las Fuerzas Armadas queda muy disminuida por la interposición de un filtro tergiversador, el de la prensa ultraderechista, que enturbia las realidades mas positivas y las presenta ante sus directos beneficiarios militares como perjudiciales, cuando no deshonrosas.

Un análisis más riguroso permitiría, según la opinión que expresé en aquel encuentro de periodistas y militares, contemplar la influencia decisiva de un factor de índole moral mas radical que los hasta ahora mencionados. El general Franco generó en los militares ese proceso de adhesión creciente a su persona hasta convertirse en mito porque mantuvo encendido en todos los genera les, jefes, oficiales y suboficiales el orgullo de Ejército vencedor.

El 1 de abril de 1939 termina ron las operaciones militares de la guerra. Aquella fecha marcó el comienzo la victoria, pero la paz civil de los españoles no queda sellada hasta la Constitución reconciliadora de 1978.

La Carta Magna de la democracia devuelve la soberanía al pueblo español. Desde su vigencia no es posible seguir alimentando aquel rescoldo orgulloso de Ejército vencedor. Hacerlo así supondría mantener simultáneamente humillado en la derrota a un sector de la población.

Y sin embargo, las Fuerzas Armadas necesitan un orgullo como factor primario de su estructuración moral. Si se sienten huérfanas de ese sentimiento, generarán un rencor irremediable hacia quien estimen responsable del escamoteo. Ya en el mensaje navideño de 1979 el Rey don Juan Carlos insistía en la necesidad de recuperar para todos el orgullo de ser españoles. Y esa tarea, la de construir un nuevo orgullo válido, edificado sobre bases que todos puedan invocar, que no arroje necesariamente a otros compatriotas a las tinieblas de la humillación, es una urgencia clave en este momento de la vida nacional. Aplicarse a esa tarea es el más seguro antídoto frente al golpismo.

Se trata, en definitiva, de nacionalizar el orgullo, de rehacer un orgullo nacional de nueva planta con los mejores materiales históricos, de forma que pueda ser compartido por todos los españoles y que no incluya desprecio para ninguno de ellos.

Con autoridad, con lucidez y con generosidad, que deberíamos esforzarnos en mantener vigente, pudo decirse que "quizá dentro del Ejército estén las personas que han tenido que mutilar más sentimientos íntimos y más obligaciones anteriores.

Esto lejos de ser una tacha para los que tal hacen, es un motivo de respeto. La mayor iniquidad que se puede cometer con una persona es motejarla, ahora que sus deberes, en cierto sentido, han cambiado, por haber cumplido puntualmente los antiguos".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_