'Más allá de la duda', filme perfecto
Fritz Lang era un vienés que había llevado a la cumbre al cine alemán. Hitler, al subir al poder en 1933, se encontró con la alternativa de echar a la calle, por su condición de judío, al máximo talento del cine alemán o reconocer que este cineasta de sangre podrida era insustituible incluso para quienes se proponían exterminar a su raza. Goebbels llamó a Lang y se puso en sus manos.Lang aceptó entusiasmado, y unas horas después huyó de Alemania. Alcanzó Estados Unidos y realizó Furia, el más violento alegato del cine contra el fascismo. Era el año 1936. Veinte años después, en 1956, realizó Beyond a reasonable doubt o Más allá de la duda. Entre su primera y su última película norteamericana Lang aportó al cine de Hol lywood una colección de obras maestras.
Pese a su maestría, Lang no gozó del amor de los productores norteamericanos, guardianes de su sistema. En Lang había demasiado pesimismo. Era, como todo creador independiente, inconformable, inasimilable. El horror de Furia se prolongó sutilmente en otras películas, hasta formar un cuerpo fílmico de rara dureza que del combate contra el fascismo puro desviaba cada vez más su mirada hacia el fascismo encubierto bajo decencias democráticas.
Lang, un refugiado, un estómago que debiera estar agradecido, pagaba con dureza a la patria de destino, y los sabuesos de ésta no se lo perdonaron. No volvió Lang a realizar ninguna otra película en Estados Unidos. Había escarbado con demasiada libertad en demasiados, abismos. Las compañías de seguros negaron apoyo financiero a futuras películas de Lang. Y Lang, ya viejo, volvió a Alemania.
En Mas allá de la duda, con ese despojamiento que sólo alcanzan algunos ancianos extremadamente lúcidos, Lang vuelve a Furia, pero de una manera más insostenible que en esta atroz película. Lo que en Furia fue el relato de una excepcionalidad, de una cloaca histórica, en Más allá de la duda es una indagación inexorable, desesperanzada, sin fondo, en el interior de un confortable abismo cotidiano: la ley, y en concreto, la ley procesal. El proceso que narra en Furia tiene proporciones míticas, pero los mecanismos de la justicia reflejados en Más allá de la duda son los inmediatos del bien democrático. El tratamiento del mal como pasión -que fue siempre el gran acorde trágico de Lang- en Furia permite al espectador la coartada del "no me concierne". Pero esta coartada está barrida de Más allá de la duda: lo que allí ocurre concierne a todos.
De ahí, sin la turbulencia de su primer filme norteamericano, la mayor radicalidad del último, realizado con formas mucho más apacibles. Lang, en efecto, tras hacer esta película, tenía los días contados en los Estados Unidos de 1956, todavía bajo la sombra del senador McCarthy.
Más allá de la duda será emitida esta noche, a las 19.30 horas, por la segunda cadena.
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