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La Real Sociedad sólo pudo adquirir un gol de ventaja ante el Madrid, en Atocha

No se cumplió el pronóstico de los gurús indios y no se acabó el mundo; pero en Atocha tampoco se cumplió el pronóstico que hubiera deseado hacer el inefable Boskov. Por una vez, el entrenador madridista anunció que jugarían los once mejores y de salida no estuvo Isidro. Pero, eso si, en la segunda parte recurrió a él como es costumbre para que pasara inadvertido mientras estuvo en el campo. Afortunadamente, el Madrid sólo recibió un gol. La Real lo tendrá difícil para alcanzar la final.Un jugador no hace un equipo, pero a veces lo define. La ausencia de Zamora fue fundamental para la Real Sociedad. El medio campo donostiarra no pudo enlazar debidamente con López Ufarte y por tanto tuvo un contraataque romo. Alonso quedó sujeto en su misión atacante por Camacho y la batuta quedó en poder de Diego, que se dedicó a tocar de oído, porque no levantó la cabeza para ver la partitura en el atril.

Diego anduvo lento, pese a que su par fue Del Bosque. El realista no logró desbordar al salmantino que, como es costumbre, aunque no puso velocidad en sus acciones, si aportó celeridad en la resolución de las situaciones. El Madrid pudo defender bien gracias a la reiteración de los pases laterales de los realistas. La falta de ideas en los locales hizo también durante el primer período la imposibilidad total de que se consiguiera un gol. En la primera parte, tuvimos la amenaza de que aquella racha de veintidós años cortada en los últimos tres, volviera a reemprenderse.

La Real estuvo premiosa y pareció durante muchos minutos el mismo conjunto del pasado domingo en el Manzanares. Fue preocupante ver a los realistas en tono tan bajo, porque no hay que olvidar que su esqueleto es el de la selección nacional. En favor de las penurias realistas hubo tres hechos que deben constar en acta. El balón estrellado por Górriz en el larguero en remate de cabeza, la lesión de Cortabarría y el gol cantado que salvó Sabido bajo los palos, tras un, remate de Satrústegui. La salida del central titular del equipo local obligó a Ormaechea a reconstruir la defensa sobre la base de pasar a Celayeta al centro y colocar a Murillo en la derecha.

El Madrid aguantó el tipo durante el primer tiempo con relativa comodidad. En el segundo, los problemas se agudizaron porque físicamente decayó Camacho y Larrañaga mantuvo más fuerza que Stielike. Los mayores apuros del Madrid se produjeron cuando la Real intentó la penetración por las bandas y bombeó sobre el área. En esos momentos quedó al descubierto Agustín que, afortunadamente para el Madrid, no juega al baloncesto. Si estuviera en el equipo de Lolo Sáinz, no recogería un solo rebote. Agustín, pese a la ventaja de su estatura, pierde en los corners todo tipo de facilidades.

El Real Madrid, que se dedicó fundamentalmente a defender la posesión de la pelota, no tuvo más ocasión de gol que el disparo en preciosa volea de Camacho a los ocho minutos de juego. El madridista estuvo a punto de sorprender a Arconada, pero éste, en el instante justo, surgió con su agilidad felina y resolvió el problema.

La Real quiso resolver la eliminatoria contra relój, pero ante un Madrid encogido no pasó de proporcionar -ayes.

El Madrid se conformó con el resultado porque evidentemente no es malo. Pero volvió a evidenciar los mismos defectos de la presente temporada. Delante Juanito se obstinó enjugar por la zona que no es suya y además estuvo desafortunado en el pase. Cunningham estuvo, pero participó bien poco. Quien sé batió el cobre fue Pineda, que no dejó nunca de dar la cara en los momentos idóneos. Al Madrid se le notó el descenso notable de Stielike que parece haber perdido lo fundamental en él, que es el ardor y la condición física. Larrañaga pudo con él y lo que es peor, para dejar constancia de su presencia, en ocasiones tuvo que recurrir a la heterodoxia.

Para el Madrid, el resultado de Atocha es evidentemente satisfactorio. Tuvo la fortuna de que en el equipo de enfrente faltara un hombre básico y se lesionara otro fundamental. Boskov no se atrevió a plantear la batalla definitiva en los momentos finales porque su teoría defensiva resultó práctica. La misión de Camacho mientras estuvo entero de fuerzas resultó definitoria.

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