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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una tragedia romántica

Raoul Walsh nunca hizo una película mala. Ennoblecía todo cuanto tocaba, por mediocre que fuese su materia. Pero entre el centenar de filmes para todos los gustos que llegó a realizar, hay media docena de obras insuperables. Una de ellas es Colorado Territory, de 1949, que en España se tradujo a un convencional y melifluo Juntos hasta la muerte. Pero lo de menos es el nombre, en esta apasionante y apasionada obra.Colorado, antes de convertirse en un Estado de la Unión, fue un territorio, una especie de tierra de nadie, de zona de ensanche para la política expansionista de Washington en el Oeste. Allí se produjo, después de la guerra de Secesión entre los esclavistas del Sur y los capitalistas del Norte, el fenómeno de la frontera abierta casi en estado puro. Y este marco de una frontera sin límites y sin leyes, de unos territorios en que convivían en pugna no sólo concepciones contrapuestas de la propiedad de la tierra, sino también civilizaciones y existencias en permanente colisión, es el marco del western crepuscular y trágico, antítesis del western auroral y épico, que es el de los pioneros, las caravanas, los tramperos, los exploradores.

Juntos hasta la muerte es un modelo de western crepuscular, de aplicación a la leyenda de unas tierras abiertas del modelo narrativo trágico. Más allá de las últimas granjas y de los últimos tramos de las vías férreas, en los confines de los territorios, hombres y civilizaciones luchan y se matan. Walsh, que extrajo siempre de los desolados paisajes del Oeste una fuerza dramática enorme, en este filme va más allá de sí mismo y se enfrenta, como raras veces ocurre en arte, con la perfección.

Dos ideas claves para enfrentarse con este filme del Oeste y deducir de él su fondo monumental y trágico pueden plasmarse en otras dos imágenes: desolación y amor loco. Creo que sólo Duelo al sol, de King Vidor, puede parangonarse a Juntos hasta la muerte en energía para extraer de un paisaje sus últimas consecuencias narrativas y dramáticas. Léase en la programación de TVE (página 46) el argumento del filme y sitúese en un escenario de proporciones gigantescas, en el que coexisten con el desierto las huellas de civilizaciones asoladas por la tierra y la historia, la indígena y la española. Véase después la película y se comprobará que Walsh va más allá de nuestra propia imaginación.

En ese terrible escenario natural, Walsh propone una historia de amor y muerte sin barreras de contención, lo que en la exquisita jerga de la heterodoxia francesa se llamó amour fou, amor loco. La identidad entre la locura lunar del escenario y la de los amantes, sobre todo la mujer, interpretada por Joel Mc Crea y, sobre todo, Virginia Mayo en su mejor actuación, es absoluta. Esa misma historia, en otro lugar, sobre otro escenario, hubiera sido incomprensible, disparatada, o cuando menos exagerada, pero allí no. La intercomunicación entre sentimientos, actos y lugares es absoluta, carece de mediaciones, y, por consiguiente, la dualidad naturalista o realista entre interioridad y exterioridad, queda pulverizada. De ahí, la sorprendente unidad del relato, su condición extremadamente poética, casi romántica en el sentido más noble de la palabra.

Que Walsh haya conseguido esta sutil unidad interior del relato en Juntos hasta la muerte indica, en cualquier caso, que este director no es, como algunos todavía lo consideran, un buen narrador y nada más. Es imposible, en cine, romper la enorme inercia que en él tienen las convenciones realistas, el mundo de las apariencias del que es inevitable deudor la fotografía, para elaborar filmes capaces de ir más allá de lo verosímil, sin estar su autor apoyado por una sólida y personal idea del mundo que pisa y del alma de sus pobladores. Y ese es, el sello del verdadero creador.

Juntos hasta la muerte se emite hoy a las 16.05 por la primera cadena.

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