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GENTE

Fernando F. Perdido,

inspector de Trabajo, visitó hace días un convento de clausura en la provincia de Soria para observar cómo iban las obras de mejora iniciads en él. Las monjas se negaron a dejarle pasar y le dijeron que su presencia podría vilar la clausura, ante lo que Fernández Perdido les sugirió que consultaran con el gobernador civil. Este explicó a las monjas el carácter obligatorio de la inspección y les recomendó que tuvieran muy en cuenta las medidas de seguridad establecidas. Al entrar, por fin, en el convento el funcionario se encontró a las madres con los cascos puestos encima de las tocas y las preceptivas botas de goma.

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