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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El fondo político de la crisis del PSUC

El pasado año no ha transcurrido en vano para el partido de los comunistas catalanes, porque los icambios políticos que recorren Europa, la irrupción del pacifismo. y la crisis polaca han contribuido a la clarificación. La confrontación habida en el seno del PSUC no tiene un signo de clase, aunque así lo pretendan los escindidos del partido. Es un fenómeno mucho más complejo, en el que inciden desde los errores e insuficiencias de la dirección hasta la pérdida de la mayoría de izquierda en el Parlamento de Cataluña o las dificultades de muchos partidos comunistas europeos.

Pese a lo aciago que ha resultado para nosotros 1981, y pese a que la crisis por la que ha atravesado el PSUC durante estos doce meses no ha concluido todavía, no creo que el año haya transcurrido en vano. Las actitudes adoptadas a lo largo de este período por todos los protagonistas de esta crisis han permitido despejar muchas de las brumas que rodearon el V Congreso y han dejado al descubierto el fondo político de la confrontación que ha conocido y que conoce aún nuestro partido. Aunque, como suele ocurrir en estos casos, a este proceso de clarificación han contribuido poderosamente acontecimientos exógenos al partido, en particular algunos de los que han marcado la vida internacional durante 1981: los cambios políticos que recorren Europa, la irrupción del pacifismo, la renovación y la crisis en Polonia.Es cierto que el V Congreso fue objeto de debates múltiples, que se desarrollaban en escenarios simultáneos; que representó un momento de cristalización de muchas insatisfacciones acumuladas durante la transición y que supuso, en buena medida, un intento sincero de muchos militantes de criticar y superar vicios enquistados en nuestro quehacer político desde hace años, entre otros, el de un pragmatismo que tiende a menospreciar el papel del partido como intelectual colebtivo y que -en el nuevo con texto democrático- ya no podía, ya no puede, subsanarse con el acierto táctico de los equipos dirigentes y con el voluntarismo de la militancia.

Pero estos y otros aspectos positivos del V Congreso no podían y no podrán ser incorporados, a nuestro patrimonio político mientras las aguas no hayan vuelto a su cauce, esto es, mientras el PSUC no recupere el sentido imprescindible de la organicidad y mientras no quede zanjada la principal confrontación política abierta por el V Congreso en torno al núcleo de nuestro proyecto estratégico. Porque el V Congreso fue también, y en primer lugar, un intento de poner en cuestión los fundamentos de lo que históricamente (al menos desde 1956) ha sido la política del PSUC y del PCE -socialismo en democracia, revolución de la mayoría, unidad de la izquierda, partido de masas, independencia en el plano internacional- y de sustituirla por otra política de contornos todavía imprecisos cuando el V Congreso, pero que han ido afirmándose posteriormente en una dirección, por así llamarla, clásica, cuyo rasgo nás acusado y explícito es el de la dependencia en el plano internacional, pero que apunta también a otras ideas propias de la III Internacional; entre otras, la de una concepción subsidiaria de, la democracia y de su función en la construcción del socialismo o la de una actitud sectaria ante los partidos socialistas y socialdemócratas.

Para confirmar lo que ahora, a un año del congreso, es ya algo más que una intuición, conviene recordar algunas propuestas políticas que no pasaron a formar parte de los textos aprobados por el congreso -porque no fueron sostenidas por sus promotores hasta el final o porque no obtuvieron el voto mayoritario de los delegados-, pero que formaban parte de la misma matriz política que pudo con el eurocomunismo en las tesis y que introdujo algunas enmiendas de inequívoco significado en el capítulo de política internacional. Un primer y elocuente ejemplo: la propuesta de sustitución de socialismo en democracia por democracia socialista defendida por el célebre documento del comité comarcal del Vallés occidental. Otro ejemplo: la justificación de la intervención soviética en Afganistán, basada en la tesis de las «reiteradas solicitudes del Gobierno legítimo de aquel país». O la idea según la cual los problemas entre países socialistas se explican por «el papel que la URSS se ha visto obligada a jugar como principal, potencia económico-militár del bloque socialista».

Actitud escisionista

De ahí la importancia y la significación política de algunas de las enmiendas aprobadas por el V Congreso (en contradicción con el resto del enunciado y, por supuesto, sin que todos los delegados que las votaban fueran conscientes de su valor alternativo), sobre todo de la que preside la concepción internacional del grupo que ha adoptado ahora una actitud claramente escisionista, según la cual «la confrontación entre los países socialistas y el imperialismo es una de las principales manifestaciones de la lucha de clases a nivel internacional».

El V Congreso del PSUC, insisto, no puede reducirse a una ofensiva contra el eurocomunismo y contra una política independiente en el plano internacional. Las intenciones de los cuatrocientos y tantos delegados que votaron contra la caracterización eurocomunista de nuestro proyecto político no pueden, de ninguna manera, encorsetarse hasta este estremo. (Y quieries lo han hecho, impugnando de plano el V Congreso, han hecho más difícil la superación de la crisis.) Pero lo cierto es que el vehículo que transportaba valiosas intenciones críticas iba en una dirección tan equivocada corno inequívoca. Aunque sólo la conocieran unos pocos, los que supieron canalizar el malestar y la voluntad de cambio de muchos militantes al servicio de un proyecto político alternativo, madurado y defendido con todas sus consecuencias, sin reparar en la utilización de métodos que sólo se explican si están al servicio de una determinación política absoluta.

El desarrollo posterior de los acontecimientos ha despejado las dudas que pudieran quedar y ha situado la confrontación en el terreno político. Es significativo que la plataforma política del grupo escindido recoja textualmente la formulación según la cual la confrontación entre los bloques tiene un signo de clase determinante. Como lo es también que, en escritos en la Prensa, algunos de los dirigentes de este grupo hayan interpretado la crisis polaca como una expresión más de la lucha de clases entre Estados. Creo sinceramente que ello habrá contribuido a desvanecer una idea bastante extendida, dentro y fuera del PSUC, en particular entre algunos circulos de intelectuales comunistas y radicales -y que se expresó, en elmismo mes de enero de 1981, en un polémico artículo del equipo de Mientras tanto publicado por EL PAIS-, según la cuál el V Congreso fue una confrontación entre la izquierda obrera y la derecha del PSUC. Ni esta interpretación en clave espontaneista -en términos de rebelión de las bases- ni la concepción puramente conspirativa del V Congreso, alcanzan a explicar un fenómeno que fue mucho más complejo.

Causas profundas -objetivas, unas, y derivadas, otras, de nuestros errores e insuficiencias en los métodos de dirección y en los criterios de organización- subyacen a la crisis que ha conocido el PSUC durante el año 1981. Entre éstas destaca la tremenda frustración de expectativas que supuso, para las clases populares catalanas, la pérdida de la mayoría de izquierdas en las elecciones al Parlament. La victoria de Pujol actuó en favor de lo que los italianos llaman una tendencia al enrocamiento, esto es, un repliegue en los cuarteles de invierno. (Un fenómeno de especial trascendencia para Cataluña, con sus casi tres millones de inmigrados, y para el PSUC, cuyo mayor destacamento lo constituyen los militantes nacidos en Andalucía: el retroceso social se traduce también en un frenazo al proceso de integración natural a la comunidad catalana y se traduce en una exigencia de identidad cultural diferenciada, de graves consecuencias políticas.)

Madurez política

Otras causas tienen que ver con las dificultades que ha conocido, durante este mismo período, la tradición comunist a a nivel del Estado para afirmarse como una realidad con el arraigo social, el talante democrático y la madurez política suficientes como para hacer frente a los e mbates de la transición y a los retos del futuro. Cabe destacar también, en correspondencia con las dificultades por las que atraviesan otros partidos comunistas en Europa, el impacto producido en «el alma sencilla de las viejas certidumbres comunistas» por elrectudecimiento del belicismo norteamericano y por la confirmación de la crisis del socialismo real.

Esta situación objetiva, que se expresa en forma de una triple exigencia de identidad -social, cultural e ideológica-, está en la base de un intento de desvirtuación de nuestro proyecto político, presentado bajo el atractivo propósito.del rearme ideológico. De ahí que para hacer frente a esta crisis haya que abordar tanto ,su significado como sus causas, combatiendo ideas que sólo provocarían un mayor aislamiento de la clase obrera y le impedirían actuar en la escena política, pero asumiendo autocríticamente los errores que hemos cometido.

Sólo así podremos evitar la tentación de afrontar esta crisis de manera artificiosa, ideológica, con huidas hacia adelante en búsqueda de homologaciones, que representarían echar por la borda una de las mejores tradiciones del movimiento obrero. Y sólo así podremos hacer de esta experiencia, ciertamente traumática, un factor de arraigo del PSUC como partido diverso y, democrático, unido en torno a un programa político, capaz de abrirse, en estrecha relación con nuestra realidad cotidiana, al debate y las nuevas exigencias políticas que recorren lo mejor de la izquierda europea.

Andreu Ciaret Serra es director de Treball, órgano del PSUC.

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