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Calvo Sotelo reafirma la "resuelta voluntad de afianzar la libertad"

La reafirmación de la libertad como «esencia de nuestra responsabilidad personal y colectiva» fue el eje del discurso pronunciado por el presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, en representación del Rey, durante los actos conmemorativos del traslado de los restos del apóstol Santiago, que se celebraron ayer en la capital compostelana.

El arzobispo de Santiago, Angel Suquía, contestó a la ofrenda del jefe del Ejecutivo -primera que se hace en la catedral desde la polémica intervención del anterior capitán general de Galicia, Fernández Posse, el pasado 25 de julio- con una cita a la reciente alocución navideña del Rey, en la que el Monarca se refería a la necesidad de «no empeñarnos en cambiar un pasado que existe y hemos de asumir».Calvo Sotelo, que había llegado a primera hora de la mañana a Santiago acompañado por el ministro de Justicia, Pío Cabanillas, se dirigió a la catedral poco después de las diez, bajo una fuerte lluvia, que obligó a posponer para la finalización de la ceremonia el desfile militar previsto en la plaza del Obradoiro.

En el momento del ofertorio, Calvo Sotelo se adelantó hasta el altar, seguido por el delegado del Gobierno en Galicia, para dar lectura, durante aproximadamente diez minutos, a la ofrenda, con la que aseguró interpretar «las aspiraciones más altas de todos mis conciudadanos». El presidente del Gobierno subrayó la triple vinculación de Compostela a Galicia, España, y Europa, para construir su discurso en torno a los problemas específicos de cada uno de estos ámbitos.

Al término de la ceremonia, el presidente del Gobierno pasó revista a una compañía de honores y, tras una breve visita al Ayuntamiento de la ciudad, se reunió en un almuerzo con las autoridades que habían asistido a los actos. A primeras horas de la tarde regresó a Ribadeo. Calvo Sotelo estará de nuevo hoy en Santiago para presidir la comitiva oficial que asistirá al ritual de apertura del Año Santo.

Texto íntegro del discurso

Este es el texto íntegro del discurso de Calvo Sotelo:

«Se inicia este Año Jubilar bajo nuevos auspicios, que tienen antiguas resonancias. Compostela ha sido, desde un pasado remoto, punto obligado de referencia para los reinos de España y para otros principados de la cristiandad. Aquí se han dado cita peregrinos de habla diversa, procedentes unos de los distintos lugares de España, y otros, los más, de los reinos cristianos que se extendían más allá de los Pirineos. El Camino de Santiago ha sido ruta de fe desde hace más de mil años para generaciones de creyentes de toda condición, que han constituido a Compostela en signo de universalidad.

Pero Compostela es, ante todo, Galicia. Y, en este año que termina, señor Santiago, los habitantes de esta tierra han hecho suya una gran decisión, importante no sólo para su convivencia, sino también para la articulación de su comunidad con el resto de las comunidades de España. Han querido, con libertad responsable, tomar en las manos su propio destino para integrarse mejor, mediante el pleno desarrollo de su personalidad, en la patria común de la que tú eres santo patrono. En cuanto creyente y en cuanto miembro de esta comunidad gallega de la que, por razones de sangre, formo parte, quiero pedirte, señor Santiago, para mis paisanos gallegos, que acierten a encontrar y a expandir, en el camino apenas iniciado, su identidad de siempre. Que esta comunidad, nueva y antigua, se constituya al servicio de cada uno de sus hombres y mujeres, para que todos puedan cumplir, en libertad y en solidaridad, su proyecto de vida.

Construcción de una gran comunidad

Aquí, en Compostela, se han guardado auténticos valores tradicionales, en los que se renuevan firmes creencias de generación en generación. Hoy esos valores espirituales mantienen su vigencia social. En ellos, sin mengua de la modernidad, se alimentará el proyecto de convivencia de la comunidad gallega, que Inicia su andadura en un año felizmente jubilar.

Compostela es también España. Y, en este año que empieza, señor Santiago, España necesita un esfuerzo solidario de todos los españoles para terminar la construcción, ya avanzada, de una gran comunidad diversa de hombres libres. Los españoles, como tú, hijo del trueno, somos fogosos, y necesitamos llegar a ser también tenaces como tú fuiste.

Templar el ímpetu en la razón

Necesitamos proseguir tenazmente nuestro camino, guiados por ti, señor Santiago, templando el ímpetu en la razón, sabiendo que si te debemos la espada de Clavijo, también te debemos los libros de Compostela; que sacarte a guerrerar fue el recurso de una iconografía legendaria que no agota las verdaderas claves de tu historia, de nuestra historia. Porque cuando los peregrinos levantan iglesias y universidades, a lo largo del camino, hacen un acto de fe en la estabilidad y en la convivencia de los pueblos y proclaman los mismos valores de paz y de libertad sobre los que hoy estamos asentando los cimientos políticos de la sociedad civil.

Liberadas las inhibiciones que nos han tenido enajenados como pueblo, el futuro se abre ante nosotros esperanzador. Tenemos resuelta voluntad de afianzar definitivamente en España esa misteriosa y difícil esencia de nuestra responsabilidad personal y colectiva que es la libertad. Y ese propósito real está hoy, por vez primera, en vías de cumplimiento, en vías de realización, y por esto lo que te pedimos no es más que esto: que nuestra fe en el futuro sea una fe con obras, una fe que tú puedes hacer viva, duradera y eficaz.

Decir Compostela es decir Europa, y en estos días, Santiago de Europa, soplan vientos que amenazan la paz en países entrañables de la cristiandad. La paz es obra de la justicia, y nada es tan justo como reconocer la libertad. Desde Galicia, parte integrante de la patria española, quiero expresar nuestra solidaridad con Europa, con toda Eu ropa, y quiero expresarla en Compostela, donde, durante siglos, se ha producido la conjunción de culturas diversas fundadas, a lo largo de mucho tiempo, en creencias comúnmente compartidas.

Compostela es, en fin, universal. Y en estos tiempos, señor Santiago, el mundo anda por sendas de difícil trazado, sinuosas y laberínticas, y nos urge a todos acentuar la virtud de la solidaridad fraterna. Necesitamos experimentar como propia el hambre de los hambrientos y la opresión de los oprimidos, y entregarnos a la empresa de construir un mundo habitable para todos, sin distingos de raza o condición, por que todos tienen derecho a encontrar en él morada que los cobije, en vez de cárcel que los apriete.

Estas son mis preces ante ti, señor Santiago, en el templo que la cristiandad erigió para guardar y venerar tus restos mortales. Estas son mis preces en el pórtico de un Año Jubilar en el que la conciencia lúcida de los problemas desencadena la esperanza, y la esperanza, el esfuerzo fraterno y solidario hacia la solución. Bien sé que, al expresar estos deseos, hechos en labios de muchos y en los míos verdadera plegaria, interpreto las aspiraciones más altas de todos mis conciudadanos».

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