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El mexicano, la alegría de un Atlético corriente

ENVIADO ESPECIALEl circunstancial entrenador de Osasuna por sanción de Alzate, Javier Aguirre, definió al Atlético como un equipo corriente. Acierta, aunque le faltó añadir que como Osasuna, que como el 90% de los equipos. Mientras Osasuna ha perdido la inspiración atacante de la pasada temporada, el Atlético, con García Traid, ha recuperado sobriedad, seriedad, positivos y, quizás, aburrimiento.

García Traid tiene el mérito de conocer a la perfección el límite de sus jugadores. Ha montado un esquema de juego pensando en ellos, soso, de poco riesgo, y de ahí no se sale nadie. Ni la fantasía brasileña de Dirceu, ya minimizada, ni las alocada s galopadas de Julio Alberto. El entrenador ha conseguido meterles en la misma pizarra que Arteche, Balbino y Juanjo, que no es poco mérito. La chispa la pone Hugo Sánchez -hasta Marcos se pierde en horizontales-, con sus desmarques y sus cabriolas a lo Curiningham, con más efectividad y menos horas de quirófano.

Con un patrón visitante de expeditiva defensa y contados contraataques, el primer cuarto de hora de partido fue jugado entre un impresionante silencio que, en El Sadar, es el mayor de los desprecios. Sin duda, el Atlético esperaba la salida furiosa del Osaguna; pero ni furiosa, ni rápida. Era consolador contemplar las disculpas, para todo, de Arteche o Echeverria, como buenos santaclaus. Hasta el minuto veinte el público no salió del letargo, con un disparo de Lumbreras al larguero. Dos minutos después fallaba Dioni, con Aguinaga rebasado, otro centro de Martín, y a continuación el gol anulado, que dio pie a las protestas del público. Osasuna, por coraje, y por el triángulo Bayona, Lumbreras, Martín, había metido en la puerta a los madrileños. El Atlético respondió con dos contragolpes, uno de Quique, con disparo alto de Hugo Sánchez, y otro de Julio Alberto, neutralizado por Basauri. Los últimos minutos también fueron caseros. El marcador no se movió porque Arteche sacó el balón de la raya de puerta cuando Aguinaga se encontraba en el suelo; porque Iriguíbel disparó al larguero y, en definitiva, porque Osasuna no anduvo listo cuando creó sus ocasiones a fuerza de genio.

La reanudación fue tan silenciosa como el inicio; no se alteró con el gol del mexicano, y sí con la pugna Mina-Hugo Sánchez. El moreno le ganó a Mina en el gol, en otro malabarismo y en todas las marrullerías, pues el colegiado sólo advirtió el nerviosismo del osasunista. Para entonces, el público apoyaba cada jugada de Hugo con el lanzamiento de almohadillas y distintos epítetos, ninguno cariñoso. García Traid, que sabe que muchas veces se pierden los puntos por motivos extradeportivos, sustituyó al mexicano, y la calma volvió al estadio. El público sin el indio, y el Atlético con los puntos.

Desde el gol, Osasuna deambulaba por el campo, perdido y sin sitio. El Atlético, aún arriesgando menos, jugaba más seguro, más sereno: por aquí unos contraataques, tontamente desperdiciados; por allá, unos patadones de Arteche, tampoco muchos, que los apuros no llegaban para tanto. Si era floja la presión local, que Juanjo sólo cometió tres faltas innecesarias. De la atonía del segundo tiempo se salvó un remate de Dioni, que Aguinaga sacó a córner con apuros, y la falta de acierton de Julio Alberto, que solo ante el portero no pudo regatearle, o la de Quique, que también solo, disparó mal. El Atlético, sin molestarse, pudo haber acabado goleando, eso sí, injustamente. Osasuna en el minuto 92 iba ya por su decimotercer saque de esquina, todos sin peligro, gracias a la altura de la defensa rojiblanca. La amenaza osasunista eran los barullos y algún rebote. El que más cerca estuvo de empatar fue Arteche, con un disparo a la escuadra de su portero.

Con apenas riesgo, el Atlético de Madrid, a la espera de su oportunidad, que siempre se presenta, y con el mismo tono gris de la campaña pasada, puede hacer mucho daño. Al Osasuna ya se lo ha hecho y no tiene trazas de enmendarse, parece que ha perdido la ilusión y el estado de gracia.

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