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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Estrategia hacia el socialismo

¿Qué está pasando en la izquierda estatal? Aparece la contradicción de que el Estado de las autonomías recoge de un modo más claro el carácter multinacional de la sociedad española que los propios partidos. Actualmente, Euskadi y Cataluña, y mañana Andalucía y Galicia, cuentan con más autonomía dentro del Estado que la que cuentan el PSUC, el EPK o el Partido Comunista de Galicia, en el seno del PCE. Lo mismo pasa en el PSOE.Se constata, además, que los ciudadanos cuentan dentro de la sociedad española -que no se caracteriza precisamente por sus tradiciones democráticas y por la tolerancia- con más posibilidades y libertades para discrepar de los que mandan, que las que cuentan los militantes en el seno de los partidos políticos de izquierda. Y, evidentemente, que en los partidos de derecha.

Desde nuestra perspectiva, ambas cuestiones, tanto el tema de la autonomía como el de la democracia dentro de los partidos de izquierda, brotan de una misma raíz: la adecuación del partido a la sociedad que dice querer transformar democráticamente. Las razones con las que se combate la existencia de auténticos partidos nacionales y, por tanto, la necesidad de federalizar el partido comunista son las mismas que se utilizan para no admitir la existencia de corrientes de opinión organizadas dentro del partido -que es tanto como negar el ejercicio de los derechos democráticos en el seno del partido-. Estas razones se basan en que la organización de los comunistas no puede ser reflejo de la sociedad actual, capitalista, sino de la sociedad futura, la comunista. Frase repetida por Santiago Carrillo durante el 10º Congreso, y que, sin duda, puede sonar bien a los viejos comunistas, pero que no convence a las generaciones que se hicieron marxistas en el combate por las libertades democráticas.

Otra de las ideas clave expuesta por Carrillo en el 10º Congreso, que sirve de base a la anterior, es que la clase obrera es algo sustantivo que tiene un intérprete, él mismo, y que las contradicciones y divergencias en el seno de la izquierda y, por tanto, también dentro del propio partido, se dan entre quienes defienden los intereses de esta clase y quienes defienden a otros sectores progresistas, pero enfrentados a los trabajadores. No tiene otra interpretación. su idea de identificar a los renovadores con las fuerzas de la cultura. Le ha fallado siempre el convencimiento de que la estrategia hacia el socialismo, la estrategia democrática, no la leninista, sólo puede estar basada en el debate libre y abierto entre las distintas corrientes que reflejan también una búsqueda, una investigación sobre algo acerca de lo cual la historia todavía no ha dicho la última palabra.

Todo ello manifiesta, evidentemente, el problema de la interpretación del eurocomunismo. ¿Se considera el eurocomunismo como una nueva estrategia distinta a la leninista para llegar al socialismo en los países de Europa occidental, donde por el peso de la burguesía en la sociedad civil no es posible la vía de doble poder? ¿O, por el contrario, se parte de que no sólo el camino es distinto, sino también la meta, de modo que lo que se persigue es la conquista de una sociedad donde, además de la socialización de los medios de producción, existan las libertades democráticas y, por tanto, una asamblea constituyente, compatible con otras formas de democracia de base? Esto es, el abandono de la concepción instrumentalista de la democracia para sumirle como un fin en sí misma.

Esta contradicción, que aparece sin duda en el propio Gramsci de un modo nítido, no se ha aclarado en absoluto en el seno del PCE. Si no, no se explica cómo han podido surgir corrientes prosoviéticas con tanta fuerza como el PSUC, el partido más mediterráneo y con más semejanzas con el PCI, partido, a su vez, modelo de eurocomunismo.

Por ello hay que preguntarse si es viable el eurocomunismo en el Estado español.

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Yo estoy por el desarrollo de una estrategia democrática hacia el socialismo, democrática en toda la extensión de la palabra, esto es, participativa, respetuosa con la voluntad de la mayoría, etcétera, y hacia el socialismo, en el sentido de que tal estrategia lleva a una ruptura revolucionaria con el sistema capitalista para crear una sociedad igualitaria. Pero considero errónea la afirmación de que eso es, y no puede ser otra cosa que el eurocomunismo. El eurocomunismo es, en todo caso, el intento de aplicar una estrategia democrática al socialismo desde el seno de los partidos comunistas y de la tradición de la Tercera Internacional. Pero esa estrategia se podría plantear también desde partidos que no han roto nunca con la Segunda Internacional o desde nuevos partidos, como Euskadiko Ezkerra, en cuyo caso no tiene sentido hablar de eurocomunismo.

Lo que los hechos van dejando patente es precisamente la gran dificultad de llevar adelante una estrategia democrática hacia el socialismo desde los partidos comunistas, anclados en viejas concepciones y en viejas estructuras organizativas.

El contexto internacional de auge de la izquierda y del socialismo en el conjunto de Europa plantea un tercer problema al PCE, junto al autonómico y al de la democracia interna: es la cuestión de la alternativa a la crisis económica.

Y no vale la respuesta de que las experiencias de Mitterrand y del Pasok son meros intentos socialdemócratas que fracasarán, y que, por tanto, la historia volverá a dar la razón a los comunistas.

El auge del socialismo en Europa responde a las profundas transformaciones económicas producidas durante los treinta años que siguieron a la segunda guerra mundial, que cambiaron profundamente la composición de la, clases de la sociedad. Y también a la reacción de las capas medias frente a la respuesta de la derecha a la crisis economica y política que padece el capitalismo desde 1973: la reacción contra el neoliberalismo y el Estado autoritario. Tanto en Grecia como en Francia se ha demostrado que la clase obrera y los sectores progresistas de la sociedad han llegado a un grado de madurez que les permite plantearse la lucha por la conquista de la hegemonía en la sociedad civil, y por constituir una alternativa real a la derecha (y no simplemente decidir con qué sector de la burguesía se deberían aliar). Es esta situación la que determina en buena medida el carácter absoluto de la política de los partidos herederos de la Tercera Internacional en la Europa meridional.

Mario Onaindía Natxiondo es secretario general de ElA.

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