Estamos en el año del Barça
Estamos en el año del Barça. Como casi todos los años. Como en todos los comienzos de temporada. Siempre, al final, al Barça se le escapa el título y tiene que conformarse con haber ganado al Madrid gracias al gol de Rexach. En la presente campaña ya no tiene a Charly, y, por tanto, no tiene más remedio que ganar la Liga. El Barça está en forma desde los primeros compases del torneo. Si no lo estropea, como es costumbre de la casa, puede proclamarse campeón hasta con ventaja.
El Barcelona, como todos los años, echó la casa por la ventana con los fichajes. Algunos de ellos no le van a proporcionar gran rendimiento, pero por una vez ha contratado al hombre idóneo para dirigir al equipo. Udo Lattek es un entrenador de primer orden. Sabe perfectamente cómo ha de llevar a una plantilla hacia el triunfo y conoce minuciosamente todo el tinglado de la farsa futbolística. No destacará por sus baladronadas. Lattek es serio y dice las palabras justas. Tiene un gran sentido de la disciplina, que es lo que casi siempre le ha faltado al Barça. Lattek le ha tomado el pulso al club, a la ciudad y al fútbol español.El Barcelona, que venció al Spórting de Gijón pese a los apuros en el marcador, fue un equipo con juego impresionante en muchos momentos. El que empató en Atocha el pasado sábado dejó en el ambiente una sensación de solidez que no ha tenido en los últimos años. El Barcelona, con Lattek, comienza a practicar un fútbol europeo. La Real Sociedad, con ser un conjunto equilibrado y de grandes posibilidades, no dio casi nunca la sensación de ser superior a su adversario.
El Barça podría convertirse en el amo de la Liga, si mantuviera una línea más formalista que la habitual. Sus seguidores no deben comenzar a cantar victoria porque el campeonato es largo y un tropiezo cualquiera da en la vida. Lo malo del Barcelona es que el ambiente excesivamente triunfalista de los grandes momentos estropea el trabajo serio de quienes conducen al equipo. De momento convendría que el personal se olvidara de la existencia de Helenio Herrera. Y que tampoco quieran algunos desengancharse del viejo Mago a base de endosárselo a la selección nacional. Con Lattek, el Barça tiene cubierto brillantemente el puesto de entrenador. A la selección tampoco le vendría bien un hombre que ha perdido comba en el concierto internacional. Cada cual a lo suyo y haya paz.
El Barcelona es el equipo que mejor sensación ha producido en las últimas semanas. El fútbol español atraviesa un mal momento y solamente al equipo azulgrana se le ve la robustez necesaria para intentar las mayores empresas. Su gran ventaja sobre los demás es el banquillo que posee. Para el Madrid, por ejemplo, la ausencia de Stielike es definitoria, y en cambio la de Schuster, que se producirá en más de una ocasión debido a su carácter, será suplida con más garantías de éxito.
Él Barcelona lo tiene todo a su favor para ser campeón. Si finalmente no es capaz de cumplir con su obligación habrá que negarle para siempre su capacidad de espíritu de triunfador. Malo sería que de nuevo sus socios tuvieran que dedicarse a revivir tiempos pasados, cosa que tampoco tendría nada de particular porque últimamente lo que priva es la nostalgia.
La pasada semana hubo homenaje a Legrá y reaparecieron para recordar otros tiempos los viejos gladiadores del ring: Folledo, Carrasco, Tony Ortiz y Velázquez. Afortunadamente, éstos tuvieron a su favor la glosa de Manuel Alcántara, que no ha perdido la querencia a las doce cuerdas, por más que sea cada día más difícil dedicarle unos versos al llamado noble arte. Al boxeo profesional, afortunadamente, no le quedan más que el gong y la resina. Es un deporte que huele a cadáver.
En pleno revival llegan mañana al Palacio de los Deportes los 6 Días de Madrid. Pero sin Poblet, Timoner, Bover, Tortellá y Van Stenbergen. Serán sólo estrellas invitadas, con Bahamontes y Fermina. El ciclismo, como el boxeo, está en la cuesta abajo. El velódromo podría ser un eficaz recurso para revitalizarlo. Los Seis Días pueden ayudar a ello. Es la última esperanza.
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