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El preferido de las damas

Fernando Savater

No cabe duda que las ye-uas en trenadas en Francia muestran una particular aptitud para triunfar en el Premio Arco de Triunfo, la más importante de las pruebas euro peas, donde se enfrentan caballos de edad con los productos de la ge neración clásica. Los éxitos en los últimos años de Allez France, Sam Sam, Detroit, etcétera, así lo demuestran, y es difícil atribuir esta circunstancia únicamente a una sorprendente repercusión hípica de la galantería parisiense.

Más bien sería cosa de pensar que la campaña anual de las yeguas francesas está orientada de un mo do más suave y progresivo que la de sus hermanas británicas, por no hablar de la de los machos, hasta el punto de que las permite llegar a finales de temporada menos casta das y en el ápice de su forma. ¿No viene siendo últimámente el Prix Vermeille, la primera prueba para yeguas de la temporada de otoño, el mejor certificado de garantía para el Arco?

Sea como fuere, este año ha vuelto a confirmarse la regla, y una yegua ha ganado el Arco de Triunfo, mientras otra quedaba tercera, la corta cabeza del segundo puesto. Por supuesto, que no se trataba de una desconocida: Gold River era ganadora de pruebas importantes, aunque siempre en distancias superiores a la del Arco: el Prix Royal Oak, el Prix Jean Prat, el Prix Cabran... De que su cotización era baja da idea, mejor que ese 42 a uno con que figuraban las apuestas. el hecho de que Freddy Head rechazase su monta, pese a ser jinete habitual de la cuadra y estar la yegua entrenada por su padre, y prefiriese la opción de Detroit, ganadora en la edición anterior con el tiempo récord de la prueba, pero que este año corrió oscuramente. El beneficiado por este rechazo fue un joven y extravertido jinete australiano, Gary Moore, que la tarde del sábado montó seis carreras en el hipódromo'de Hong Kong, para el día siguiente subirse casi por sorpresa en Gold River y triunfar con ella. ¡Que hablen ahora de Jet-Lag!

Quizá lo más notable del Arco de Triunfo de 1981, con todo, haya sido el fracaso de los concurrentes británicos. Más de 10.000 ingleses se trasladaron a Longchamp para animar a Ardross (ganador,de la Copa de Oro de Ascot), Cut A bove (triunfador del Saint-Leger), Blue Wind (las de Epsom), Belsdale Flutter (Benson and Hedees) y hasta seis campeones más. No hubo suerte: este hipódromo ultracivilizado se reveló de nuevo que demasiado sintético para caballos acostumbrados a competir en terrenos más difíciles y, por decirlo así, más naturales. Queda abierta por supuesto, la incógnita de Shergar. ¿Hubiera logrado el deinoledor amo del derby, de Epsom y del King George revalidar en Longchamp su altísima valía? Unos accionistas más celosos de sus futuros beneficios que de la mitología hípica no han querido arriesgarse a averiguarlo. Pero la sombra poderosa y rauda de Shergar pesa ha el domingo sobre Longchamp y empañaba un poco el brillante triunfo de la ganadora. Shergar se retira: héroe absolutamente rnoderno, vencido por intereses que ignora, tuvo, como Aqueles, los pies ligeros y el talón frágil. Si no pudo confirmarse como caballo del siglo, tampoco basta proclamarle caballo del año; por la virtud conjunta de la genealogía y la leyenda, Shergar es ya un caballo para siempre.

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