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Ajedrez

Comienza el Campeonato Mundial en un clima de guerra psicológica

Desprecio, odio, declaraciones insultantes, arteras polémicas, han precedido en los últimos tres meses el encuentro por el título mundial de ajedrez que se iniciará mañana, en Merano, pequeña ciudad termal del norte de Italia, a cincuenta kilómetros de la frontera con Austria.

El soviético Anatoly Karpov, campeón mundial, desprecia a su contrincante en el terreno personal. El desafiante Víctor Korchnoi, ex soviético, con ciudadanía suiza, le retribuye con el odio. Pero ambos se tienen gran respeto en los combates del tablero. Para Karpov y para la mayoría de los grandes maestros soviéticos, Korchnoi es un «vil traidor», según declaración pública difundida poco tiempo después de que el desafiante solicitara asilo en Holanda, en 1976.Hace pocos días declaró Karpov que su adversario «es un ferviente enemigo político de la Unión Soviética ». Korchnoi, por su parte, en recientes entrevistas, insistió en su repetida declaración: «No soy un disidente; soy un perseguido por la camarilla que domina el ajedrez de mi país desde hace muchos años».

Korchnoi dice que Karpov es «un títere» en manos de los dirigentes del ajedrez; Karpov dice que Korchnoi es un hombre de vi da «irregular, cuyos trapos sucios son bien conocidos». La situación de la familia de Korchnoi añade otro ácido ingrediente a la situación. Su esposa Bela y su hijo Igor no han obtenido, hasta la fecha, el permiso legal para emigrar a Occidente, pese a las insistentes solicitudes de instituciones y personalidades de varios países europeos realizadas en los últimos dos años.

El presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), Fridrik Olafsson, solicitó, en julio pasado, la reunión de la familia Korchnoi e informó que había recibido «una acogida favorable» de las autoridades. Sin embargo, una respuesta o un hecho concreto no se ha producido hasta ahora.

Todo esto era necesario relatarlo para establecer el clima de guerra psicológica que envolverá el cotejo entre los dos mejores ajedrecistas de este tiempo. Un cuadro muy similar aconteció en Filipinas, en 1978, en el primer match entre Karpov y Korchnoi, donde el campeón venció por seis a cinco y véintiún empates. Esta exigua diferencia permite a una pequeña minoría de expertos considerar como posible la victoria del desafiante. Pero la gran mayoría adjudica el triunfo al campeón; la diferencia de edades -Karpoy, treinta; Korchnoi, cincuenta- es el factor principal del pronóstico.

El ajedrez tiene gran popularidad en la Unión Soviética y su práctica es entusiasta y económicamente impulsada por las autoridades. En dicho país, las categorías de maestro y gran maestro constituyen una profesión sumamente rentable. Existen numerosas escuelas, cursos especiales, profesores en todas las regiones; también existen favoritismos, intereses y oportunistas, como bien se puede leer en las entrelíneas del reciente libro de memorias de Miguel Botwinnik, campeón mundial durante quince años.

Este extraordinario apoyo oficial hace casi obligatorio el nuevo triunfo del campeón. Pero ¿en qué medida esta fuerte presión no tendrá influencia negativa en el equilibrio nervioso de Karpov?

Pueden esperarse algunas sorpresas en la guerra psicológica, más allá del tablero. El recuerdo de los hechos de Filipinas lo hace sospechar; allí hubo una parapsicólogo en apoyo de Karpov, según sincera declaración del campeón, una pareja de una secta hindú en ayuda de Korchnoi, groseras descortesías por ambas partes para irritar al contrarío y, finalmente, una acusación de espionaje soviético de los análisis realizados por los segundos de Korchnoi de los juegos suspendidos, según denunció el perdedor del match.

Los dos ajedrecistas han declarado que se encuentran en óptimas condiciones fisicas. Korchnoi afirma que no se le escapará la victoria, «como le sucedió en Filipinas». Karpoy, parco en palabras, sostiene que sus victorias en importantes torneos le han estimulado «con mayor impulso creador y voluntad de vencer».

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