Un año de vida de la Bolsa de Valencia
Casi en coincidencia con el 150 aniversario de la Bolsa de Madrid,. la Bolsa de Valencia, que celebró sesión inaugural el pasado 1 de octubre, se dispone a celebrar su primer año de vida. De este modo, al recibir la gentil invitación que EL PAÍS nos hace a los síndicos de las cuatro bolsas españolas, debo confesar que mi primer impulso ha sido pensar que no es mucha la historia propia, la experiencia, que la Bolsa de Valencia puede aportar a la rueda de opiniones y sentimientos propuesta.Claro está que a este primer pensamiento han sucedido otros. El primero, que una Bolsa no es un ente monolítico e invariable, sino un cuerpo vivo que se muda a lo largo del tiempo, aun siendo fiel a su filosofía de mediar en las operaciones de valores y servir de foro de contratación. Basta echar mano de los volúmenes de la monumental, obra de José A. Torrente, destinada a condensar la historia de la Bolsa de Madrid para ver que el autor se remonta a los orígenes y que entre ellos dedica espacio a una institución de la Valencia foral que es nuestra predecesora en el tiempo: la Lonja de la Seda. El comercio es actividad básica del hombre y su evolución, la libertad comercial está en la raíz de las libertades del hombre, y cuando Valencia, en el XV, fue una ciudad puntera del Mediterráneo, dio de sí, como natural expresión de su quehacer, una Lonja que aún hoy subsiste como institución viva de negocios. Nuestra historia, pues, es reciente en la formulación bolsística actual; pero el comercio, en Valencia, es viejo.
Pienso, por otra parte, que quizá un mercado que está en sus inicios, un mercado que va a llegar a sus doce meses de vida, está en disposición de ánimo para aproximarse -salvando una barrera de tiempo de siglo y medio- al espíritu que quizá debió reinar en quienes abrieron la Bolsa de Madrid al llegar el otoño de 1831. Es atrevido el salto. Pero quizá no lo sea tanto si nos atenemos a lo que quiero proponer como esencia de este comentario: el papel profesional, también la vocación, del mediador comercial, casi invariable en el tiempo como quehacer y talante humano.
En ese sentido, la Bolsa de Valencia sí puede aportar su experiencia. Y puedo asegurar que, profesional y humanamente, es atractivo, esapasionante, abrir un nuevo mercado de contratación, situarse con él en una comunidad y ver cómo día a día va creciendo. Estos sentimientos sólo podemos experimentarlos hoy los agentes de la Bolsa de Valencia, y tengo pocas dudas de que serán, en sus sensaciones, muy parecidos a los que vi vieron los fundadores de los mercados de Madrid, Barcelona y Bilbao.
Permítaseme insistir: es una aventura apasionante, llena, como todo quehacer, de contratiempos y satisfacciones, de obstáculos y alegrías. Y es hermoso poder comprobar cómo, en algún momento, casi se hace presente la impresión de que la institución -tanto antes como después de su parto- no era dueña absoluta de sus iniciativas porque era insensiblemente llevada, suave pero firmemente empujada, por el conjunto social que le correspondía. Todas las instituciones valencianas, todas las corporaciones de antes y después de las elecciones, todos los núcleos financieros de la región y sus medios de comunicación, han estado alentándonos desde que iniciamos el camino que nos llevó a convertir el Bolsín Oficial en Bolsa de Comercio, y después, cuando ésta abrió sus puertas y comenzó a funcionar.
El 5% del volumen de negocio
¿Cifras? No es el momento y sólo daré una: la Bolsa de Valencia contrata, hoy por hoy, el 5% del volumen global de los cuatro mercados españoles. Y no voy a valorar el dato ni para bien ni para mal, porque me limito a situarlo como un estímulo: el que nos hace trabajar día a día para lograr que la cuarta Bolsa española responda a lo que es ya, desde hace años, la cuarta área económica española.
Nuestro reto es dar eco al calor que se nos brinda y estar puntualmente dispuestos, con nuestra actitud profesional y nuestros medios técnicos y humanos, a cubrir las demandas de la economía valenciana, fórmula que estimamos la más adecuada para servir a la economía española. Estamos, de ese modo, en nuestro primer año... y creciendo.
El primer año, desde luego, no puede ser calificado de aburrido. Ha tenido conmociones políticas sobresalientes, decisiones en materia económica de gran trascendencia y está siendo, por añadidura, un año diferente a los siete u ocho que le han precedido. Por vez primera en mucho tiempo, la Bolsa sube -en ocasiones mucho- y vemos al inversor acercarse de nuevo a un mercado que le dio bastantes disgustos y pocas esperanzas. La palabra rentabilidad, no me cansaré de repetirlo, es de nuevo digna de confianza, y a nuestra responsabilidad de abrir un mercado estamos decididos a sumar la tarea de popularizar decididamente la Bolsa, a la que esta conmemoración de Madrid puede prestar no pocos servicios.
No olvido que éste ha sido también el año en que ha regresado el mercado a crédito y, prácticamente, el año en que hemos introducido el mercado de letras. Mucho, podría pensarse, para un año inaugural como es el nuestro. Pero la Bolsa de Valencia -y yo sé lo que ello está suponiendo para todo el personal que trabaja para la institución- ha dado la respuesta precisa... Por si esto no bastara, Valencia fue el marco, en el pasado abril, de las Jornadas de Estudios Bursátiles, que reunieron, corno hoy hace esta página, a las cuatro instituciones y a los medios financieros.
Conmemoración esperanzada, pues, la de Madrid y Valencia, aunque tan notable sea la diferencia de luces sobre las tartas. Conmemoración alegre, pese a las dificultades económicas de nuestra España, porque es preciso poner una nota optimista aún en los días más difíciles. Y trabajo. La Bolsa de Valencia se ha comprometido en ello y no hay fisuras en la decisión de seguir haciendo crecer el mercado, porque esa es la forma nuestra de entender España. Y, cómo no: felicidades, Madrid.
es síndico de la Bolsa de Valencia.
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