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El Gamper, un fracaso deportivo y un éxito económico

El Gamper de 1981 ha sido un estrepitoso fracaso deportivo para el Barcelona, aunque en el aspecto económico el torneo azularana ha acreditado su renombre de «más rentable de España», al recaudar 110 millones de pesetas, que significan un beneficio neto de unos ochenta millones de pesetas.Por primera vez en la historia del Gamper, el Barcelona ha perdido la final. En tres ocasiones había sido eliminado en las semifinales, pero jugando la final, siempre había ganado hasta esta sexta edición, que ha estado marcada por el escandaloso ridículo del juego barcelonés. que de la mano de Lattek no ha demostrado nada más que incapacidad.

En el primer partido frente a los brasileños del Vasco de Gama, los azulgranas ya tuvieron muchos problemas para ganar por la mínima, en un encuentro que aburrió hasta a los más condescendientes, lo que hacía temer grandes dificultades frente al Colonia. Y así fue. En los primeros cuarenta minutos de la final, el Barça pudo capear el temporal alemán con dignidad y hasta generando algún susto ante la portería de Schuemacher, pero tras los dos vertiginosos goles antes del descanso (el primero. propiciado por un fallo escolar de Víctor), los de Lattek perdieron totalmente el Norte y se entregaron al fútbol alemán y a desaprovechar descorazonadoramente las ocasiones de que dispusieron, enviando a las vallas publiciatarlas balones que merecían ser gol.

Lattek, en sus declaraciones al finalizar el encuentro, aludió a la escasa preparación de su equipo, que apenas ha iniciado el trabajo y que, por contra, los de Michels ya han disputado dos partidos de Liga en consecuencia, están más acoplados y rodados. Sin embargo, la opinión más generalizada entre el público y la crítica es que se evidenció Una diferencia abismal entre uno y otro conjunto, en todos los terrenos: el físico, el profesional, el moral, el técnico y el táctico.

En el Colonia se hace difícil destacar a algún jugador que no sea su portero, ya que todos estuvieron muy bien y el guardameta perfecto.

Nada puede decirse del trío arbitral, al que no se le puede imputar ningún error de relieve, ni siquiera en el penalti de Urruti a Fischer, a pesar de que algunos lo consideraran riguroso. Penalti es o no es, simplemente.

Toda la responsabilidad es para Lattek y sus jugadores. El preparador daba la sensación de desconocer el patrón de juego de sus compatriotas y ex pupilos, que, con el mismo sistema de contención con todos sus hombres y el contrataque triangulado y largo, ya habían infligido una dura derrota al Barcelona en su estadio el año pasado en la Copa, UEFA. y precisamente por 0-4.

Urruti no estuvo mal, a pesar de los cuatro goles. Su único punto negro fue el penalti al ariete alemán, cuando ya había pasado el peligro en aquella jugada. Urruti se lesionó en la clavícula y será baja para seis semanas. En la defensa, Olmo y Estella tuvieron más trabajo que nadie y lo resolvieron con dignidad, pero sin demasiado acierto ya que todos los ataques peligrosos llegaron por las alas. En el centro, Migueli y Alesanco no acertaron a igualar actuaciones anteriores y hubieron de emplear métodos expeditivos para no salir avergonzados del campo. En el centro del terreno, Víctor hizo casi el ridículo y se entretuvo en defensa con un balón que le robó. Littbarski y significó el primer y fundamental gol de Allofs. Schuster fue una sombra de sí mismo y el único abucheado constantemente. Martínez no estuvo inspirado y su técnica se perdió ante el pragmatismo del fútbol teutón. Fue sustituido por Carrasco, que nada pudo hacer. Urruti, tras su lesión, tanibién fue sustituido por Artola, quien no llegó a tocar el balón.

El único que se salvó de la celantera fue Simonssen, con un extraordinario pundonor y una clase que no se vio arrastrada por la inercia de su equpo. Quini no debió jugar, ya que no se encontraba recuperado tras la lesión del día anterior, y Esteban se preocupó demasiado de correr locamente, buscando el aplauso fácil, siendo totalmente inoperante.

El público se lo tomó deportivamente. Como debe ser. Aplaudió a rabiar a los alemanes, que boruaron un fútbol práctico, bello por lo simple, con jugadas de toda su delantera, con control territorial en el centro del campo y con marcajes perfectos en la línea defensiva, rematada por un cancerbero genial que se hinchó de hacer vista ante los desviados tiros barcelonistas, atajando sin problemas los pocos que llegaron a su alcance. Los irónicos gritos de «campeones, campeones», unidos a los nostálgicos «Neeskens, Neeskens» y «Helenio, Helenio», junto con las broncas constantes y un tímido flamear de pañuelos, resumen la actitud de la parroquia barcelonista, que sigue viendo crecer a su club, pero que se duele de no ver ganar a su equipo.

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