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"La diplomacia Samaranch" acerca a Estados Unidos y a la Unión Soviética

La guerra olímpica interna surgida tras las exigencias económicas de los comités nacionales en la reunión de Milán, el pasado fin de semana quedó paliada en parte con la diplomática cena organizada en un lujoso restaurante entre las delegaciones soviética y norteamericana. El anfitrión fue el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, que no quiso dejar pasar mucho tiempo antes de tratar de calmar a la enfadada URSS. Los soviéticos, que habían olvidado (?) el boicoteo del año pasado a sus Juegos Olímpicos, protestaron recientemente de forma muy dura por la invitación estadounidense al equipo nacional de rugby surafricano, los Springboks, para jugar tres partidos en territorio norteamericano.Estados Unidos y la URSS establecieron de nuevo contactos deportivos tras la ruptura de Moscú, a primeros de año. La natación rompió el hielo con la visita de un equipo soviético a Gainesville. Después, se sucedieron los encuentros en distintos torneos y últimamente ha habido ya confrontaciones directas en atletismo, tanto en pruebas individuales como combinadas. Dentro de pocos días, en Tiflis se disputará otro encuentro de natación. Sin embargo, las buenas relaciones, sólo enturbiadas por las críticas soviéticas al descarado planteamiento comercial norteamericano de los próximos Juegos de los Angeles, parecieron volver a enfriarse con la entrada en escena del polémico rugby, Samaranch teme, con toda lógica, que este o cualquier otro roce provoque un nuevo cisma, que sería fatal para el olimpismo. Antes del complejísimo congreso de Baden-Baden, a finales de septiembre, e¡ presidente del COI, al que le viene- muy pronto -sólo un año después de su acceso al cargo- quiere «la paz», al menos provisional. Bastantes discrepancias habrá allí -en cuanto a protocolo, amateurismo, etcétera-, como para echar más leña al fuego.

Una grave chispa para Samaranch si está en su propia casa, pues la directora del COI, Monique Berlioux, parece reñida con la diplomacia. Superviviente ya de dos presidentes (Brundage y Killanin) «vive» aún los viejos tiempos casi feudales del máximo organismo olímpico. No es extraño, por ello, que Mario Vázquez, el multimillonario mexicano que pidió más dinero para los Comités Olímpicos Nacionales en Milán, se «insubordinara» claramente tras oír la llamada al orden absoluto de Berlioux. «Puede decir lo que quiera, porque ella es una empleada del COI y vive del deporte, mientras yo vivo para él». El olimpismo, a la grena, como se ve.

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