El precio político del X Congreso del PCE
Santiago Carrillo ha resultado vencedor en el X Congreso del PCE por partida doble, al conseguir reafirmarse como líder indiscutible -basta recordar que durante su reelección como secretario general tan sólo se registró un voto abstencionista- y al neutralizar a sus oponentes, defenestrando a los prosoviéticos y dividiendo a los renovadores. El eurocomunismo ha salido fortalecido en un congreso donde la democracia interna ha sido irreprochable y en el que la Prensa ha podido tomar nota de todos los debates, a excepción de las candidaturas, hecho que resulta bastante insólito en un partido que se ha ganado a pulso la imagen de hermético.Sin embargo, no todo van a ser mieles para Santiago Carrillo en un futuro próximo. El PCE tiene que pagar todavía un alto precio por los últimos acontecimientos ocurridos en su interior. El enfrentamiento entre los eurocomunistas, divididos en oficialistas y renovadores, ha desgastado notablemente la imagen exterior del PCE y ha agudizado las diferencias que existen en este colectivo heterogéneo que es la militancia comunista. Carrillo ha apostado fuerte para descalificar a sus adversarios renovadores, pero para ello ha tenido que tocar la fibra obrera de la gente de su partido.
Y esta hábil maniobra política puede desencadenar consecuencias muy negativas para la paz interna del PCE. No es ninguna casualidad que los párrafos más aplaudidos de los discursos del secretario general hayan sido aquellos en que criticaba abiertamente a los renovadores, y durante la desafortunada intervención de Vicente Cazcarra, que llegó a calificar de socialdemócratas a los renovadores, pudo apreciarse cómo más de la mitad de los delegados acogieron eufóricos el que «por fin se les dijera a la cara a estos señoritos lo que son», como comentaba un delegado valenciano a la salida. Este resurgimiento de la suspicacia hacia los «picos de oro» o «cuellos blancos» ha sido el resultado lógico de las arengas de Carrillo, al trasladar un debate que tan sólo afecta a Madrid, parte del País Valenciano y parte de Andalucía, al corazón del congreso nacional.
Pero lo cierto es que Carrillo tampoco podía hacer otra cosa. Si se hubiera mostrado verdaderamente conciliador no habría estrangulado el movimiento interno de las corrientes de opinión, que, a la postre, beneficiaría, sobre todo, a los prosoviéticos. Así es que, por un lado, les ha caricaturizado, y por otro, se ha encargado de distinguir entre renovadores recuperables y renovadores vetados. Dando puestos de poder a los primeros y marginando a los segundos ha conseguido crear la división en su interior, y mientras unos aceptan participar en los órganos de dirección, otros han dimitido o rechazan cualquier participación en los mismos.
Los renovadores tienen previsto celebrar una reunión en septiembre, a la vuelta de las vacaciones, para tratar las condiciones de su permanencia en el PCE. Si las cosas siguen tal y como están en estos momentos, es muy probable que algunos de ellos decidan continuar en el Coimité Central o en el ejecutivo para intentar la renovación desde dentro, pero otros optarán por marcharse a sus casas o pedir el ingreso en el PSOE, aunque esta última posibilidad, en contra de lo que Carrillo ha difundido. afectaría tan sólo a algún caso aislado, ya que, como comentaba uno de los renovadores vetados, Alfredo Tejero, «eso sería como dejar Málaga y entrar en Malagón».
En cualquier caso, los errores cometidos por la comisión de candidaturas al excluir a figuras clave de la municipalldad o del nacionalismo serán los que pueden resultarles más caros al PCE, y habrá que estar atentos a lo que pueda ocurrir en ayuntamientos como en el de Sevilla o el de Madrid, a los escaños parlamentanos ocupados por valencianos y, finalmente, a las aproximaciones entre Roberto Lertxundi y Euskadiko Ezquerra.
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