Helenio Herrera endosó su fracaso a los periodistas
Helenio Herrera está acostumbrado a que le bailen el agua y que le rían las gracias. Con sus hábitos de siempre se dirigió a los informadores al finalizar el encuentro. Pero la broma fue esta vez insultante. Helenio Herrera no supo medir sus posibilidades histriónicas. Se pasó. Antes de recibir las críticas por el mal planteamiento y por la escasa garra de su equipo, buscó la justificación de que los informadores de Madrid somos madridistas o atléticos. Era más fácil ensañarse con el árbitro -como suele ser habitual-, porque señaló un penalti injustamente y la tomó por la tremenda. Herrera está ya para vender arena.
El Barcelona podía haber reeditado el domingo la protesta por aquel penalti que pitó Guruceta, el mayor despiste del árbitro guipuzcoano en muchos años. Aquello no se ha olvidado y en Barcelona todavía insultan a los árbitros llamándoles Guruceta. Helenio Herrera pudo haber comparado a Ramos Marcos con su vituperado colega. Pero no lo hizo. Helenio Herrera se dedicó, de entrada, a dar patadas en las espinillas de los reporteros deportivos. Le sacaron la tarjeta roja algunos y le dejaron con la viperina sacada.Helenio Herrera quiere, por lo visto, meternos en, polémica- a los periodistas de Madrid y Barcelona. No estamos por la labor. No sería bueno que tal cosa sucediera. Sobre todo, porque Helenio Herrera no se ha hecho acreedor a defensa alguna. El partido lo planteó mal. Con un conservadurismo que no debe ser propio de un club que aspira a ganar la Liga. Helenio Herrera, que tantas veces ha presumido de revolucionario y de poseer poder de mentalización para la victoria, trajo a sus jugadores vencidos de antemano.
Herrera tenía motivos de queja, porque Stielike le robó en falta el balón a Sánchez y de ahí surgió la escapada de Juanito que acabó con el derribo fuera del área que Ramos Marcos convirtió en penalti. Pero eso fue un simple accidente de juego. Hasta ese momento, y ya habían transcurrido 55 minutos, el Barcelona no había dado motivos de preocupación al adversario. Simonsen vivió toda la tarde la soledad del delantero en punta.
El domingo, junto al fracaso de Herrera, la Liga vivió el triunfo de otros entrenadores. Por ejemplo, el de Alberto Ormaechea, que ganó en San Mamés. Por ejemplo, el de Pasieguito, que no pudo estar en el banquillo, pero sí pudo saborear el triunfo del Valencia desde la grada. Por ejemplo, el de Vicente Miera, que le dio un buen repaso al Atlético de Madrid en El Molinón. Por ejemplo, el de Pachín, que tras haber sido injustamente despedido por el Levante fue vitoreado en el campo y paseado a hombros mientras Rifé debutaba de forma contraria a la tradicional; es decir, con la derrota en casa, La Liga se ha convertido en un torneo divertido. De la Real se ha hablado poco este año y está a punto de caramelo. Del Valencia no habla nadie a pesar de que tiene un positivo menos que el líder, uno más que la Real y dos más que el Madrid. Puestos a hacer combinaciones, y de acuerdo con el calendario, resulta que al Valencia únicamente le queda un desplazamiento, a Pamplóna. Sobre el papel, el Valencia es tan aspirante como cualquier otro, y todo el mundo le descarta. Probablemente será porque él solito perdió, en el último mes, un campeonato que se le había puesto en bandeja.
Sólo hay una cosa clara; mientras Real Sociedad, Madrid y Valencia no pueden tener un fallo para ser campeones, al Atlético le basta arañar un punto en los dos partidos de fuera para dejar al resto fuera de combate. El Atlético depende de sus propios resultados. Los demás están a expensas de sus triunfos y los posibles fracasos atléticos. Indudablemente, la ventaja está de parte del líder.
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