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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otra crisis en otro partido

LA PURGA llevada a cabo en el seno del Partido Socialista de Andalucía por Alejandro Rojas-Marcos y sus seguidores ha supuesto la expulsión de los dirigentes que habían obtenido cerca del 40% de los votos en el congreso extraordinario celebrado hace menos de dos semanas. El sacrificio ritual ha elegido como víctimas nada menos que a los secretarios de política autonómica, de acción sindical y de acción política del PSA, a los secretarios provinciales de Cádiz, Huelva, Granada y Sevilla y a un teniente de alcalde del Ayuntamiento granadino. De añadidura, la comisión permanente «invita» ominosamente a quienes simpaticen con los expulsados a abandonar voluntariamente y por su propio pie el PSA antes de que sean arrojados a la fuerza y en volandas de la organización.La polémica, como resulta obligado en estos casos, se alimenta de un aburrido e inconvincente intercambio de reproches mutuos sobre los móviles psicológicos, las maniobras ocultas y los fines inconfesables que guían a los verdugos y a las víctimas. A los expulsados, acusados de fraccionalismo, indisciplina, irresponsabilidad y frivolidad, se les echa en cara que su insurrección desprestigia al PSA y hace el juego a las supuestas operaciones desestabilizadoras del PSOE. Alejando Rojas-Marcos es inculpado, a su vez, de aspirar a la dictadura personal y a la institucionalización del caudillaje, así como de convertir a la comisión permanente en juguete de sus caprichos. La falta de garantías «procesales», esto es, la ausencia de un procedimiento regular mediante el que los disidentes sean oídos y puedan defenderse, es también denunciada por los depurados.

Sin embargó, en la polémica también se trasluce que la difícil coexistencia dentro del PSA de formulaciones ideológicas o planteamientos políticos diversos ha terminado por estallar al hilo de las pugnas personales. Los depuradores atribuyen a sus adversarios una explosiva combinación de «infantilismo revolucionario», de «verbalismo demagógico» y de «dogmatismo marxista» que llevaría al PSA a transformarse en un grupúsculo testimonial, sectario y extraparlamentario. Los depurados, por su parte, argumentan que el viraje dado por Alejandro Rojas-Marcos condena al partido andalucista a convertirse en «el soporte de la derecha y del capital» en Andalucía. Así, la «dialéctica centralismo-nacionalismo», supuestamente propugnada por la actual mayoría, y la «dialéctica derecha-izquierda», presuntamente defendida por los minoritarios, constituirían las plataformas encargadas de dar una cierta dignidad teórica y política a un conflicto que, de otra forma, parecería una simple querella personal.

La crisis del PSA tiene, sin duda, causas específicas y un cuadro de síntomas propio. La bruma ideológica había permitido, hasta ahora, mantener en suspensión los conflictos potenciales y hacer creer a las dos corrientes, hoy ásperamente enfrentadas, que los equívocos doctrinarios terminarían por ser interpretados según sus particulares cánones. Hasta el presente, la pasión de Alejandro Rojas-Marcos por el regate en corto, las zancadillas y los cambios espectaculares de juego había sido disculpada gracias a que había navegado con el viento de popa, como un tributo realista a las exigencias de autonomía de la política. Sin embargo, el fracaso de la pinza del 144, con la que Alejandro Rojas-Marcos y Rodolfo Martín Villa trataron de copar al PSOE en la cuestión de la autonomía andaluza, ha permitido a los críticos sacar a relucir la transgresión de los principios, ya producida con la votación de investidura y el tacto de codos con el centrismo para la financiación de las campañas electorales, pero culpable ahora del pecado mortal de la falta de éxito. La marrullería, el pragmatismo y el doble lenguaje son glorificados como virtudes públicas cuando les acompaña la fortuna, pero son satanizados como vicios privados cuando les escolta la derrota. El espectacular revés que han supuesto para el PSA las elecciones para el Senado en Sevilla muestra, en ese sentido, un cambio de sensibilidad del electorado, altamente perjudicial para Rojas-Marcos.

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Por otra parte, Alejandro Rojas-Marcos, dejado cruelmente en la estacada por UCD tras la comedia del Pleno de la cuestión de confianza, no tiene demasiado espacio para maniobrar. De escorarse hacia la izquierda, como los críticos desean, no tendría más perspectiva que entrar como satélite en la órbita del PSOE o que intentar la aventura de un nacionalismo radical con veleidades independentistas. De añadidura, el predominio del vocablo socialismo sobre el término andalucismo en el PSA dejaría despejado el campo al grupo que ayer presentó en sociedad Manuel Clavero con la esperanza de emular a Convergencia Democrática de Cataluña y al PNV. En cualquier caso, la purga de la corriente disidente orienta al PSA hacia las aguas del interclasismo y del nacionalismo centrista, en las que también intenta faenar la recién creada Unidad Andaluza.

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