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Zimbabue, dividido entre los seguidores de Mugabe y Nkomo

A finales de febrero, el mundo entero y los africanos en particular felicitaban al Gobierno conservador de Margaret Thatcher por facilitar, con unas elecciones libres, el acceso al poder en Zimbabue del más radical de los guerrilleros -marxista, incluso-, Robert Mugabe. Nadie había previsto el arrollador triunfo electoral de los radicales. Pero Robert Mugabe, dejando de lado sus convicciones personales, propugnaba desde la mismísima proclamación de la independencia, el 18 de abril, un reformismo político casi tan inesperado como su éxito en las urnas.

Siete meses después de la independencia, con el príncipe Carlos de Gran Bretaña como testigo, se acabaron las sorpresas esperanzadoras y empieza a ocurrir lo previsto: los partidarios de Mugabe y Joshua Nkomo (líder del Frente Patriótico) se enfrentan con las armas en la mano a lo largo y ancho del país. Los inevitables combates entre los grupos guerrilleros respectivos, Zanla por Mugabe y Zipra por Joshua Nkonio, no han hecho sino comenzar.Estos choques, que adoptan la apariencia de un conflicto de personalidades con rivalidad tribal subyacente, tienen su origen en la propia historia del movimiento guerrillero y en la frustración que las elecciones de febrero supusieron para un hombre como Joshua Nkomo, que pretendía ser un líder de estatura nacional e internacional.

Naturalmente, las características propias del caso de Zimbabue (explosión de expectativas acumuladas de la población negra en la independencia; necesidad, por razones económicas y políticas, de moderar las importantes reivindicaciones, salariales y sociales de la población; situación caótica de un ejército guerrillero de más de 30.000 hombres, con el cual nadie parece saber qué hacer) complican el discurrir de una experiencia que, de triunfar, sería única en Africa.

Derrota de Nkomo

No es necesario hacer la historia del movimiento nacionalista de Zimbabue, antes de la independencia para comprender que, durante muchos años de exilio, Nkomo fue el líder incuestionado del nacionalismo, curiosamente cortejado por los grandes consorcios internacionales y amigo preferido del Kremlin.Las elecciones de febrero de 1980 fueron, sin embargo, una experiencia dura y demoledora para Nkomo y una prueba más, si acaso ésta era necesaria, de que los líderes del exilio no siempre son, o más bien rara vez son, los llamados a dirigir el período posindependencia.

Este hombre, con pretensiones de líder nacional, no logró hacerse votar fuera de las dos circunscripciones del Matabeleland, la región de las tribus ndebeles, que constituyen el soporte electoral del ZAPU, de Nkomo, aunque él mismo no sea ndebele. En Manicaland y Mashinaland, bastiones de Robert Mugabe, de poblaciones shonas o grupos emparentados, los porcentajes electorales fueron, el 1,6% para Nkomo y el 84% para Mugabe, en el primero, y el 2,3% para Nkomo y el 80% para Mugabe, en el segundo.

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Algo parecido podía argumentarse, no obstante, de los resultados obtenidos por Mugabe en las zonas ndebeles. Diez por ciento de votos para Mugabe en la primera circunscripción, contra 8,6% para Nkomo, y 6,8% contra 79%, en la segunda.

La desgracia de Nkomo, empero, es que Matabeleland sólo alberga al 19% de la población total del país, mientras que Manicaland y Mashonaland constituyen el 81% restante.

Esos resultados permitieron a Mugabe hacerse con 57 escaños en el Parlamento, de los ochenta reservados a los negros (otros veinte más corresponden a los blancos), y sólo dejaron veinte escaños para Nkomo y tres para Muzorewa.

Cuando el 19 de abril juran sus cargos los 36 ministros del primer Gobierno independiente de Zimbabue, sólo cuatro son del ZAPU de Nkomo, contra treinta del ZANU de Mugabe, a los que se añadirían dos carteras atribuidas a blancos, precisamente las dos muy significativas de Economía y Comercio e Industria.

Más aún, las competencias del Ministerio del Interior, encomendado a Nkomo, se ven seriamente recortadas al reservarse para sí, el primer ministro, la policía especial y el servicio de inteligencia, y con la adscripción de la administración rural al Ministerio del Gobierno Local.

El comité central del Frente Patriótico ha expresado su preocupación por el «vil trato» de que está siendo objeto Nkomo como ministro del Interior, dos de cuyas fincas fueron recientemente registradas sin autorización. Simultáneamente fueron detenidos nueve de sus seguidores. Al respecto, Nkomo declaró que «este tipo de decisiones, adoptadas por miembros del Gobierno al que pertenezco, me transforman en una pieza ornamental, situada en un escaparate».

Si en lo político ese es el equilibrio, en el terreno militar Nkomo conserva unos 12.000 guerrilleros en la Zipra, mejor equipados materialmente, pero numéricamente inferiores al Zanla de Robert Mugabe, de 21.000 hombres.

Ejércitos incontrolados

Estos 33.000 guerrilleros, que tanto Mugabe como Nkomo se mostraron reacios, en un principio, a integrar bajo un comando único, son hoy el mayor dolor de cabeza para el Gobierno, que no ha logrado encontrar una fórmula para convertirlos, como se esperaba, en el embrión del futuro ejército de Zimbabue, y que no dispone de medios financieros para integrarlos en la vida civil.

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