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Duros enfrentamientos en el pleno del Comité Central de los comunistas

Un discurso oral de Santiago Carrillo, de más de dos horas de duración, inauguró, el pasado sábado, el pleno del Comité Central del Partido Comunista de España (PCE). El discurso tuvo dos partes diferenciadas. La primera de ellas, que abordó temas de carácter político, consistió en un breve repaso histórico de lo que había significado la transición y los pactos de la Moncloa, en un detenido estudio de la crisis económica y la alternativa sindical comunista v en la posición del partido ante las autonomías, así como la estrategia a seguir a corto plazo. Esta última se traduciría en el apoyo comunista a un hipotético Gobierno de coalición UCD-PSOE, al que denominaron Gobierno de progreso, y en el que el PCE no solicitaría estar presente. La participación de los comunistas quedaría entonces limitada a la elaboración de un programa de gobierno.Fue la segunda parte del discurso la que trató los temas internos del partido. Entre ellos, la relación entre la dirección y los partidos de las regiones y nacionalidades y la propia renovación interior, para la que Carrillo empleó la frase de «renovación dentro de la continuidad». Según diversas fuentes consultadas por EL PAÍS, el secretario general comunista se estaba refiriendo a la necesidad, últimamente recordada con insistencia por determinados sectores del partido, de introducir un número mayor de gente joven, en detrimento de algunos viejos militantes de la posguerra, cuya actuación ha sido encomiable durante la clandestinidad, pero que parecen adaptarse con dificultad a la nueva situación.

En esta segunda parte de su intervención incluyó Santiago Carrillo otro tema polémico: la creación de un visecretariado general. La idea fue acogida con desigual entusiasmo por los asistentes. Mientras unos aplazaron cautelosamente su discusión para reuniones posteriores, otros se definieron con claridad, o bien a favor (los que tradicionalmente se han considerado incondicionales de Carrillo) o bien en contra, entre ellos Jordi Solé Tura, quien llegó a afirmar públicamente que la propuesta de creación del cargo «no era más que una maniobra de despiste de Santiago Carrillo, encaminada a desviar la atención de los problemas políticos y de las propias críticas a su actuación como secretario general».

El informe de Santiago Carrillo fue presentado por él mismo como un documento base sobre el cual debía trabajar la comisión encargada de elaborar las tesis que se debatirán en el décimo congreso. Su texto había contado con la aprobación previa de veintitrés miembros del comité ejecutivo, los votos en contra de tres y la abstención de otros seis.

Y fue a partir de ese momento cuando estalló el conflicto. Un grupo, encabezado por Pilar Brabo, Antonio Gutiérrez y significados representantes gallegos y vascos, criticó duramente el documento, no por el contenido en sí, sino por el método, es decir, por entender que la obligación de trabajar a partir de su exposición iba a coartar la libertad de expresión de numerosas personas, e iba a predestinar la marcha del X Congreso. Junto a los promotores de este rechazo radical, se alzaron las voces airadas de los partidarios de «Santiago y cierra España», según cómica expresión empleada por las fuentes citadas, que pedían más mano dura para estas voces críticas. En esta línea se pronunciaron, entre otros, Armando López Salinas, Damián Pretel, Antonio Palomares, Tomás Tueros e Ignacio Gallego.

Así, en un enfrentamiento radical entre posturas irreconciliables, se consumió la tarde del sábado y la mañana del domingo. Mientras tanto, se había producido un extraño maridaje: Marcelino Camacho. Fidel Alonso y Víctor Díaz Cardiel, se habían puesto de lado de los críticos.

Tercera vía

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Cuando los debates parecían haber entrado en un callejón sin salida, Nicolás Sartorius realizaría una intervención «fina y brillante», que vendría a abrir una tercera vía. Sartorius diría, de entrada, que el método tan discutido por los críticos era válido en su opinión., porque, dijo, «las comisiones deben trabajar sobre algún texto concreto y el de Santiago Carrillo parece que no cuenta con oposición en cuanto a lo que establece su contenido». Por tanto, algo había en el fondo que nadie se atrevía a pronunciar, y de esta manera, Insinuó que lo del método no parecía ser más que un pretexto. De un modo tajante, concluyó Sartorius, «aquí lo que vamos a dilucidar a fin de cuentas es; si nos reafirmamos o no en la vía del eurocomunismo» (esta última alusión explicaría, según las fuentes, el respaldo de Camacho Alonso y Díaz Cardiel).Como solución intermedia, a la que rápidamente se apuntaron Santiago Carrillo y Jaime Ballesteros, Nicolás Sartorius propuso que la comisión de tesis trabajase con el informe de Carrillo, con el texto íntegro de todas las intervenciones que se produjeron en los tres días del pleno del comité central y que la propia comisión gozase de autonomía para exponer lo que considerase necesario, así como la admisión a estudio de votos particulares.

Una vez apaciguados los ánimos, se produjo la votación con los resultados ya conocidos: dos en contra (Antonio Gutiérrez y Jordi Cunill), diecinueve abstenciones y 91 votos Favorables, entre ellos el de Pilar Brabo.

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