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Reportaje:

El sector del calzado necesita 9.000 millones de pesetas para evitar la ruina

La suerte de varias ciudades como Elche (150.000 habitantes), Elda (50.000 habitantes) o Almansa, por sólo citar algunas, está íntimamente ligada a la industria zapatera. Todas o casi todas las actividades industriales, comerciales o administrativas que en ellas se desarrollan giran directa o indirectamente en torno a la fabricación del calzado. La vida económica de estos núcleos de población depende en definitiva, como si de países del Tercer Mundo se tratase, de un monocultivo: el zapato.Un monocultivo, la fabricación de calzado, que en la década de los sesenta sustentó el espectacular despegue económico de grandes zonas del País Valenciano, Murcia, Albacete, Baleares y Aragón, y que hoy -tras haber constituido en los últimos años uno de los principales renglones de las exportaciones españolas- se encuentra sumido en una profunda crisis. Desde 1975 han menudeado, con creciente intensidad, las suspensiones de pagos, los cierres de empresas y las regulaciones de empleo.

Pies de barro

La crisis de este sector y de otros subsidiarios, como el de curtidos, podía adivinarse ya, aunque nada se hizo para evitarla, en los florecientes años sesenta. La estructura inadecuada de las empresas españolas fabricantes de calzado y la evolución de este sector en otros países permitía prever la situación actual.La industria del calzado utiliza intensivamente la mano de obra, la mayor parte de la cual no muestra una elevada cualificación, y la inversión por empleado es muy, baja. La utilización de maquinaria no presenta ninguna dificultad; el proceso de producción es sencillo y no exige importantes economías a escala. Todas estas características explican la proliferación de unidades productivas pequeñas y su ubicación en zonas donde el coste de la mano de obra es bajo y su oferta abundante.

El calzado es una de las industrias más interesantes para los países en vías de industrialización en la fase inicial de las políticas de sustitución de importaciones, y sobre todo -según apunta un estudio sectorial de UGT-, dentro de las políticas de creación o incremento de las exportaciones de productos manufacturados. «En consecuencia», según el estudio ugetista, «dentro del ámbito internacional se ha manifestado en el pasado y se manifestará en el futuro una tendencia a desplazarse hacia las zonas periféricas, hacia los países menos industrializados, dentro de la producción de calzado».

La crisis de la industria zapatera norteamericana, que supuso el cierre de muchas empresas a finales de los cincuenta y en la década de los sesenta, coincide con el desarrollo del sector del calzado en nuestro país y con la entrada masiva de nuestros zapatos en el mercado estadounidense. Los fuertes incrementos salariales y de costes en general, consecuencia de la mayor industrialización y desarrollo de nuestro país, vuelven a coincidir ahora con la aparición de competidores en Asia y Latinoamérica, donde la mano de obra es abundante, y el nivel de las retribuciones salariales -como ocurría en España hace cuatro lustros-, muy bajo.

El "boom" de la dictadura

Una mano de obra muy barata y abundante, cuyo más claro exponente puede encontrarse en los datos de población de las localidades zapateras y en los estudios de migración de los años sesenta, unido a una docilidad laboral impuesta por el sistema y a la vista gorda del régimen franquista sobre las prácticas generalizadas de clandestinaje en la contratación de trabajadores, incumplimiento de jornadas y ausencia de medidas de seguridad e higiene, constituyen las bases del boom del calzado español.En estas condiciones, a las que hay que añadir las cortas inversiones que se requerían para montar una fábrica de calzado, cualquier persona podría convertirse en empresarlo si n grandes dificultades, y muchos optaron por serlo.

En 1979, según datos proporcionados por la patronal del sector Federación de Industrias del Calzado Español (FICE), había en nuestro país 1.839 empresas zapateras (sin contar el calzado textil), con una mano de obra directa de 67.609 operarios. La media y la moda estadísticas de trabajadores por empresa coinciden en el intervalo entre veinticinco y cincuenta trabajadores. Sólo dos empresas ocupan más de quinientos trabajadores en un solo centro y sólo 75 ocupan más de 250.

La estructura de costes, según reconoce la propia FICE, «se ha distorsionado en los últimos años, debido a la progresión experimentada por los costes de personal (salaríos y cargas sociales), que, de ser el 22,4% del valor de la producción en 1965, pasó a representar el 28,6 % en 1975, y el 32 %, en 1979.

Los altos costes salariales que en España se han alcanzado y su previsible crecimiento han eliminado la ventaja básica en que el sector se ha apoyado en su etapa expansiva, según un informe de la propia FlCE. «El incremento en los costes, especialmente los de personal, no se ha contrarrestado totalmente con una mayor productividad y/o con un alza de los precios en un entorno competitivo. Por ello, el margen de beneficio, antes de amortizaciones e impuestos directos -diferencia entre los distintos costes y el valor de venta de la producción a pie de fábrica- ha disminuido considerablemente».

Queda pues claro, a la vista de las propias afirmacio les de la FICE, que el boom del zapato españoldurante el franquismo se basó fundamentalmente en los escasos costes de la mano de obra.

Materias menos "primas"

Las materias primas siguen siendo el principal componente de los costes. Pero pese a los aumentos producidos en sus precios, según reconoce la FICE, «han mantenido sensiblemente constante su porción en el valor de producción, en torno al 45%».La fabricación de zalzado representa el 72% del valor de la producción de las industrias de fabricación de artículos de consumo que utilizan la piel como materia prima. La proporción que los diversos tipos de pieles supone dentro de las materias primas utilizadas en la fabricación del calzado es, por otra parte, del 60% al 85% De ahí que el mayor problema resida en el abastecimiento de pieles, cuyas importaciones han crecido ele forma muy fuerte en los últimos años, en detrimento de la producción nacional.

Según datos del sector, un 65% de las pieles utilizadas en la industria del curtido ha de importarse, correspondiendo el mayor porcentaje a las pieles cabras. Estas son fundamentales para el calzado de calidad, una de las pocas salidas que le quedan a esta industria, y, sin embargo, la cabaña cabría nacional está experimentado una fuerte reducción. Por otra parte, en cuanto a curtidos, nuestra dependencia de mercados extranjeros es del 75% (Pakistán nos proporciona cerca del 40%).

En la industria de la piel, España es importadora de materias primas y exportadora de productos elaborados (valor añadido). De ahí que el mayor problema no sean los precios (que experimentaron un fuerte crecimiento, a partir de 1972), sino la escasez de pieles para usos industriales que va a producirse en los próximo; años, como consecuencia de haberse disparado la demanda.

En cuanto a productos químicos, nuestra dependencia es absoluta (el ciento por ciento) de la industria internacional en lo que respecta al sector zapatero. A ello hay que añadir la existencia de una industria raquítica de componentes, con unas producciones mucho más caras que las de los mercados internacionales, que está muy por debajo de las necesidades que tiene nuestra industria del calzado.

Una industria descapitalizada

La característica más destacada de esta industria, con predominio de la empresa mediana y pequeña, y todavía residuos de su origen artesanal, es su dependencia de la financiación bancaria a corto plazo, especialmente a través del descuento comercial. El peso del activo fijo es pequeño en el sector, y la Financiación a largo plazo casi inexistente. Todo ello se traduce en frecuentes dificultades de tesorería, que a veces resultan insalvables para muchas empresas. «Nuestro sector ha sido siempre un sector descapitalizado -se afirma en un informe de la FICE-, que ha tenido que recurrir a la financiación a través de la banca comercial y a la poca ayuda procedente de la banca oficial. Con respecto a la banca comercial hemos de decir que a partir del año 1974 ha existido una forma totalmente arbitraria en la concesión, tanto en la negociación de efectos como en la concesión de créditos». En cuanto a la banca oficial, critican los empresarios la falta de agilidad en los créditos y sus limitaciones.En 1979, según estimaciones de FICE, se perdió un 20% de la capacidad de producción, porcentaje que equivale al trabajo de 13.000 empleados-año.

Las estimaciones de producción de la patronal se basan en los datos de la Dirección General de Aduanas y en los de consumo aparente interior de la OCDE, ya que resulta poco menos que imposible cuantificar la capacidad de producción de la industria del calzado, toda vez que depende en gran medida del grado de elaboración dentro de la propia fábrica; es decir, ante tirones de la demanda se recurre a contratar la elaboración de semifacturas «a domicilio». De ahí que empleen la cuantificación de las ventas para deducir los flujos de producción.

La mayor producción cuantitativa, según estas estimaciones, tuvo lugar en los años 1976-1977 (226 millones y 221 millones de pares) y coincidió con los mayores volúmenes de exportación (alrededor de noventa millones de pares) y de consumo interno (140 millones de pares).

El descenso de las exportaciones -se ha perdido el 25% de los mercados exteriores, según manifestó a EL PAIS el director general de la FICE, Miguel Angel Guzmán- ha tenido su reflejo en los expedientes de crisis. De 1976 a 1980 se han producido 1.321 expedientes de suspensión, que afectaron a 42.592 trabajadores, setenta expedientes de reducción de jornada, que afec taron a 3.267 trabajadores, y 290 de rescisión de contratos, que afectaron a 8.543 trabajadores. El mercado estadounidense, que en 1972 absorbió el 69,72% de nuestras ex portaciones de calzado, pasó en 1979 a significar tan sólo el 41,04%.

La mayor penetración en Europa (las ventas a la CEE pasaron del 19,50%, en 1972, al 45,73%, en 1979) no han llegado a compensar el retroceso de nuestras ventas en EE UU. Las causas de la pérdida del mercado norteamericano, según Miguel Angel Guzmán, están en el aumento de nuestros precios, en la paridad peseta-dolar de los últimos años (esta relación se ha modificado en los últimos me ses), en la diferencia de varios puntos en la inflación correspon diente a cada uno de los dos países, en la recesión del consumo en el mercado norteamericano y en el aumento del desempleo en el cita do país (se están abriendo de nuevo fábricas de calzado; han pasado del 35% al 50% de autoabasteci miento). La tasa compensatoria actual (2,29), tan criticada por al gunos empresarios que sólo piensan en facilidades externas y proteccionismo interno, no es, ni mucho menos, la causa de nuestra recesión exportadora al mercado de EE UU.

Causas de la crisis y perspectivas.

A modo de síntesis, ya que muchas de las causas ya han sido expuestas, podría decirse que la crisis actual del calzado se debe a:1. Deficiente estructura in dustrial (fuertes gastos financieros y una productividad bajísima: 1.500 pares por trabajador y año, mientras que en la CEE son 2.700 pares).

2. Deficiente estructura comercial y comercialización (excesiva atomización del mercado interno y carencia de una marca made in Spain para las exportaciones).

3. Sobredimensionamiento-baja productividad.

4. Inflación de precios.

5. Sobrecostes comparativos (especialmente Seguridad Social). Sindicatos, patronales y administración están celebrando reuniones para llevar adelante un plan sectorial de reestructuración que debe tender, como única solución, hacia la fabricación de marcas y hacia la venta de producción-tendencia. La opción de fabricar calzado barato, a la vista de los nuevos productores asiáticos y latinoamericanos, no tiene viabilidad.

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