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Cabrera Bazán: "Necesito a la AFE por razones sentimentales y no económicas"

José Cabrera Bazán -ayer, futbolista; hoy, asesor jurídico de la AFE, y mañana, quizá senador por el PSOE- ha recibido duras críticas en las últimas semanas, en las que ha sido acusado de utilizar el conflicto de los futbolistas para su promoción dentro de su partido. Pero él se defiende con un argumento incontestable: fue el primer y único futbolista que pisó la cárcel por una reclamación laboral. «Yo necesito a la AFE, pero no por razones económicas ni políticas, sino sentimentales». Cabrera Bazán es secretario general de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales.

Cabrera Bazán nació en La Algaba, muy cerca de Sevilla. Jugaba en el equipo de su pueblo hasta que un día el Betis se interesó por sus servicios y le fichó. «Estaba entonces en Tercera, pero subimos a Segunda y me fichó el Sevilla». Era un delantero centro o un interior con bastantes posibilidades, pero en su debú ante el Coruña sufrió una grave lesión que le dejó un año sin jugar. Una vez recuperado fue cedido al Jaén, en Tercera, si bien en dos años su nuevo equipo consiguió el doble ascenso y se plantó en Primera División. El Sevilla le traspasó definitivamente al Jaén y, tras su estancia en este equipo, volvió al Betis, con el que consiguió un último ascenso a Primera División antes de retirarse para ejercer el Derecho. «Yo volví al Betis porque quería reemprender mi carrera de Derecho, que había interrumpido. En Jaén no podía seguirla».

A la cárcel el día de su santo

El incidente que dio con sus huesos en la cárcel de Jaén se produjo en vísperas del día de san José. «El club me debía 50.000 pesetas, que no me quería pagar porque estaban por fuera del contrato federativo. Recuerdo que éramos tres los que estábamos en esa situación: José Luis, Arregui y yo. Esperamos a las vísperas de un partido contra el Valencia, que le interesaba mucho al Jaén para hacer una taquilla fuerte, y anunciamos que si no nos pagaban lo que nos debían no jugaríamos ese partido; José Luis y Arregui se dejaron convencer, pero yo, no».Se negó definitivamente a jugar el partido, y para no ser molestado en Jaén tomó un tren hacia Madrid, donde tenía unos familiares. Pero en la estación de Atocha le esperaban dos policías que le hicieron subir de nuevo al tren y hacer un viaje de retorno esposado. «Por increíble que parezca, la detención fue provocada por el gobernador civil de la provincia. Era un forofo del Jaén y un hombre políticamente interesado en que el equipo marchase bien. De cuando en cuando distraía fondos de la Beneficencia, sobre los que no existía ningún control, para darnos primas por partidos ganados. A veces me telefoneaba o me invitaba a su casa a tomar café porque te gustaba hablar de fútbol conmigo. Con mi actitud se debió sentir traicionado, y fue él quien ordenó mi detención. Los cargos eran incitación a la huelga y alteración del orden público».

Era el día de san José, el día de su santo, cuando llegó a Jaén. «El policía en cuyas manos me pusieron era un admirador mío y le parecía un disparate encerrarme en la cárcel por eso. Estuvimos dando un paseo por la ciudad, al mediodía, mientras él esperaba el resultado de unas gestiones que había ordenado hacer. Pero no se resolvió, y a primera hora de la tarde ingresé en la cárcel. Cuando las puertas se cerraron tras de mí perdí todo el valor que había tenido hasta entonces y empecé a pensar en historias que se cuentan de violaciones de jóvenes por parte de otros reclusos y cosas así. Me encerraron en una gran sala circular, con carteristas, chulos y navajeros. Yo llevaba un traje príncipe de gales y era todo un contraste. Resultó que varios me conocían como futbolista y todos me trataron bien».

Sólo estuvo veinticuatro horas en la cárcel, gracias a las gestiones de un antiguo fiscal, Antonio García Rodríguez Acosta; pero nunca. cobró esas 50.000 pesetas. «Entonces la vida no era fácil para los jugadores. Mire: ayer mismo pasé por la Residencia García Morato, de la Seguridad Social, y me encontré de celador a Antúnez, aquel fenomenal defensa que tuvo el Sevilla. Cuando volvió del Mundial de Río, en el cincuenta, pidió al club que le mejoraran el contrato. El presidente, Sánchez Pizjuán, de quien se habla ahora como una gran persona y tiene el estadio a su nombre, hizo que lo sentaran en el banquillo y que no jugara más. Ahí se cortó su carrera».

Cuando terminó con el fútbol completó su carrera de Derecho. «Mi maestro, Manuel Alonso Olea, me inclinó hacia el Derecho laboral, que ha sido mi especialidad desde hace muchos años». Mantuvo contacto con el fútbol jugando, con veteranos, e incluso en una ocasión fue invitado a formar parte de la directiva del Betis. «Me destinaron a discutir las condiciones del contrato con los jugadores, y no duré más de ocho días. Siem pre recordaré la entrevista que tuve con Quino. No encontraba argumentos para rebatirle, y me convencí de que no valía para directivo, de que ése no era mi sitio».

El primer futbolista al que defendió fue el sevillista Espina. «Se trataba de una reclamación contra la mutualidad. La Magistratura de Sevilla se declaró incompetente, pero el Tribunal Central revocó esta incompetencia. Fue el primer éxito en la lucha de los futbolistas. Luego defendí el caso de Pipi Suárez, aquel interior de los años sesenta que estuvo en el Málaga, el Madrid y el Sevilla. Este último club le dejó a deber 300.000 pesetas, que le firmaron, como fue mi caso, por fuera del contrato federativo. También aquí se ganó la cuestión de la competencia, pero se perdió el dinero, porque el Sevilla había hecho las cosas muy bien. También llevé la reclamación de la viuda de Berruezo; se ganó el caso en Sevilla, pero se perdió la apelación en el Tribunal Central porque éste estimó que el Sevilla no tenía obligación de cotizar. Mi criterio es el de que esto es cierto, pero se debía haber echado mano del fondo del reaseguro de accidentes puesto que se aceptó la existencia del accidente de trabajo».

Mañana, senador

Ayer, futbolista; hoy, abogado; ¿mañana, senador? Su carrera política ha despertado fuertes suspicacias y ha sido explotada por los enemigos de la AFE. Se le acusa de utilizar a los futbolistas como trampolín político y de empujarlos a la huelga para que su papel como asesor jurídico sea más lucido y de más resonancia. El se defiende: «También se podría decir que cuando reclamé mis 50.000 pesetas en 1953 y pasé por la cárcel lo hice para apuntarme méritos ante el PSOE. Lo cierto es que yo soy socialista convencido porque, por encima de todo, creo en la justicia. La justicia, para mí, es casi una necesidad estética, una cuestión de buen gusto. Empecé a interesarme por el socialismo en mi época como jugador a través de unas conversaciones que mantuve con un viejo socialista ya fallecido, Diego Vadillo, a cuya memoria rindo honor. Y lo soy ahora, y es cierto que indirectamente puede ocurrir que mis actividades en la AFE me apoyen para ganar posiciones en el partido. Pero puedo asegurar que eso es algo que yo nunca he buscado».En cualquier caso, su militancia está siendo explotada contra la AFE. «Yo siempre he pretendido que mi socialismo y mi actividad en la AFE no se interfieran. Pero trataré de no dejar la AFE, porque tengo necesidad de ella, necesidad sentimental. No económica, porque de la AFE me llevo 68.000 pesetas al mes y, si no fuera por unas pequeñas dietas, me costaría dinero sólo de teléfono. Ni necesidad política tampoco, contra lo que se dice. En cuanto a que empujo a los futbolistas a la huelga, es una mentira. Primero, porque yo no tengo fuerza moral ni poder para empujarles a una huelga. Desde la mesa puedo orientar en uno u otro sentido la asamblea, sí; pero cualquiera que estuviera presente en la última asamblea y asistiera a ella sin mala fe, sin ánimo predispuesto, certificará que mi orientación fue más bien conservadora. Nosotros comenzamos la asamblea con un mandato cerrado de huelga, y se aplazó la huelga para la segunda jornada, y finalmente, se pospuso».

El conflicto sigue ahí. Aunque los futbolistas ya han cobrado el 98% de las deudas, la cuestión de los sub-20 sigue en el aire. La próxima asamblea del fútbol, asamblea extraordinaria en la que los futbolistas tienen voz, pero no voto («antes había una representación simulada de los futbolistas; ahora, ni eso»), puede quedar resuelto el tema o estallar el conflicto. «Creo que todo se resolvería si la federación dejase de interferirse en las relaciones clubes-jugadores», es la conclusión final de Cabrera Bazán, que espera seguir en la AFE. «Si realmente gano el escaño, pensaré si hay incompatibilidad».

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