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El "sector crítico" de UCD presentará lista propia en el congreso de enero

La decisión de Landelino Lavilla de presentar una lista propia en el congreso centrista de enero próximo, el eclipse de los fontaneros subsumidos bajo la dependencia de Rafael Arias-Salgado en el Ministerio de la Presidencia y las revelaciones de las últimas encuestas que aseguran la presencia de 63 diputados nacionalistas -si se convocaran elecciones ahora- constituyen tres factores de reflexión para la clase política en estos momentos de resaca de la moción de confianza.

El Gobierno de coalición Suárez-UCD, al incorporar a los barones, supone eliminar el esquema de sustitución del presidente que latía el pasado junio, cuando tuvieron lugar las sesiones de la permanente centrista junto al embalse de Santillana. Toda la tramitación posterior de la crisis ha servido para subrayar la rigurosa marginación de Landebrio Lavilla por Moncloa. Al presidente del Congreso le ha cabido, sin embargo, el consuelo de ser puntualmente informado por los hombres que iban siendo llamados para integrarse en el nuevo Gobierno.Una nueva generación de hombres de UCD que no acaban de encontrar su sitio y que se sienten más bien defraudados de la deserción crítica de los barones apunta con fuerza y no dejará de tener eco significativo en el próximo congreso de UCD. Atención en los meses próximos a figuras como Oscar Alzaga, Miguel Herrero o Ignacio Camuñas, junto a los que buscarán alineación hombres de otras procedencias que quieren tener un lugar bajo el sol centrista. Su punto de referencia actual es el presidente del Congreso de los Diputados, claramente decidido a medir sus fuerzas con la coalición suarista en enero, mediante la presentación de otra lista para competir en la designación de los nuevos responsables del partido. Antes tendrán que ganar en la ponencia de estatutos que la votación acepte el criterio proporcional.

A la tensión inevitable que se genera siempre entre el presidente de una cámara legislativa y su propio partido se añade, en el caso de quien ocupa la presidencia del palacio de la Carrera de San Jerónimo, el antagonismo personal con Suárez, que ve en Landelino Lavilla su alternativa más clara. Desde su privilegiada posición institucional, alcanzada en reñidísima votación con abierto disgusto inicial de los socialistas, Landelino Lavilla ha elegido ura trayectoria de independencia y conciliación, según él mismo la define, aunque para algunos centristas esa actitud resulte hostil a los intereses de UCD.

Crisis de Estado

Más allá de los personalismos, las posiciones enfrentadas en el análisis de la estrategia centrista eran básicamente las de primar la conveniencia de un entendimiento con el PSOE o con las minorías naciolanistas. Pero entre los partidarios de la primera alternativa, los hombres de Suárez llegan a distinguir entre unos que lo eran por propio convencimiento y otros que utilizaban ese camino como la distancia más corta para descabalgar a Suárez. En el primer grupo se cita a Fernando Abril, leal en la discrepancia, y en el segundo, a Landelino Lavilla.Impuesta la opción del pacto con la Minoría Catalana, los más refractarios a la misma señalan los riesgos consecuentes en que, a su parecer, se ha incurrido. Según sus análisis, la coyuntura política no presenta síntomas de que peligre el modelo de sociedad. El discurso de Felipe González al presentar la moción de censura, admitiendo que la productividad debe crecer por encima del alza salarial en los próximos años, se esgrime como prueba inequívoca. Por el contrarío, a su entender, lo que está en crisis es el modelo de Estado.

Alza nacionalista

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En este punto se invocan los resultados de las últimas encuestas, según las cuales, en la hipótesis de unas nuevas elecciones generales, los nacionalistas de distinto cuño alcanzarían un total de 63 escaños, frente a los veinticinco que suman en la actualidad. Incluso Sagaseta tendría ahora asegurado, a tenor de los sondeos, el reenganche, y tal vez podría llegar a traerse del bracete algún otro ardoroso combatiente contra los intereses otánicos que, a su parecer, nos acechan obsesivamente.El auge nacionalista resultaría a costa de los dos grandes partidos, UCD y PSOE, que sufrirían fuertes descalabros en Cataluña, País Vasco y Andalucía. En esa línea, de casi desaparición de los dos grandes en la periferia progresista y desarrollada, socialistas y centristas se verían constreñidos a disputarse la supremacía en el terreno del macizo de la raza, que algún pesimista se apresuraría a denominar lo que queda de España.

En el otro lado de la balanza están las razones que avalan la posición triunfante del pacto con la Minoría Catalana, y a su través, con los andalucistas de Rojas Marcos y, más sutilmente, con el propio Partido Nacionalista Vasco. Unos y otros reconocen que las necesidades del pacto no pueden buscarse en la mera aritmética parlamentaria. Ahí está el cómputo de las votaciones registradas en lo que va de legislatura para demostrarlo. El pacto para sus defensores y para sus debeladores es, sobre todo, una clave de imagen destinada a borrar la estela negativa de la moción de censura socialista.

Si esto es así, dicen quienes lo combaten, el acuerdo entrega a Pujol la llave de la estabilidad gubernamental y, consecuentemente, el control para precipitar la nueva convocatoria electoral, inevitable en caso de una retirada catalanista. Los patrocinadores centristas de la operación no comparten los vaticinios que auguran dificultades en breve plazo y estiman, por el contrario, que después del congreso de UCD, a primeros de febrero, se le pondrá broche de oro con la incorporación de Miguel Roca al Gobierno Suárez.

Algo puede afirmarse con seguridad: la ubicación de Roca no será en el Ministerio de la Presidencia, como se ha sugerido en algunas columnas periodísticas. Observadores muy bien cualificados pretenden detectar en esas insinuaciones y en otras, que atribuyen a Pío Cabanillas, la intención de disputar el terreno al titular de la citada cartera, un tufillo de fontaneros a disgusto con su nueva situación dependiente de Rafael Arias-Salizado. En adelante, todo el staff del presidente recibirá las instrucciones para su trabajo del arcángel más cercano.

Para los nacionalistas resulta vital ahuyentar cualquier posibilidad de coalición o pacto formal UCD-PSOE, del que temen todo lo peor. Por eso, a lo largo del verano ha funcionado el eje Pujol-Garaikoetxea-Rojas Marcos, y no parece fácil quebrarlo.

Hay un reconocimiento universal dentro de las filas centristas sobre la necesidad de entendimiento con el PSOE en muy diversos terrenos, pero en el campo de las autonomías los hombres que han impulsado el pacto con la Minoría Catalana aducen los desastres precedentes. Para esos interlocutores, situados hoy en el Gobierno, la actitud del PSOE en la negociación de los estatutos vasco y catalán se caracterizó por el intento de rebasar a los nacionalistas de Garaikoetxea y Pujol cuando al final sólo estos últimos tenían fuerza para que fuera posible la legitimación de esos textos en aquellos territorios.

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