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Una servilleta de papel, clave para descubrir al asesino de la Ópera de Nueva York

El misterioso asesinato de la violinista Helen Hagnes, hallada muerta en la Metropolitan Opera House, de Nueva York, hace dos semanas, ha dejado de ser atribuido al hipotético «fantasma de la Opera», de que hablaron los desconcertados periodistas en un principio. Según fuentes de la policía que investiga el caso, las sospechas sobre los móviles del crimen están en una servilleta de papel con manchas de semen que fue encontrada en el edificio de la Metropolitan Opera. La policía cree que el resultado del examen médico puede arrojar alguna luz sobre el tenebroso asunto.

Las pruebas son, de momento, incompletas, según informa el New York Times, y aún no pueden establecerse relaciones entre dicha servilleta y el hombre que mató a la violinista, una norteamericana de 31 años.La policía ha hallado junto a la citada servilleta de papel otros objetos que pertenecieron a la víctima y entre los cuales había un tampón higiénico. Según las fuentes utilizadas por el mencionado periódico, si las relaciones entre la aparición de la servilleta y la identidad del asesino fueran establecidas, la policía cree que puede llegar a conocer el grupo sanguíneo, la raza y las características genéticas que podrían diferenciar a quien mató a Helen Hagnes del 95% de la población.

De modo oficial, la policía se ha negado a comentar sobre los objetos hallados e incluso no ha querido admitir que han sido hallados. El jefe de los detectives que llevan a cabo la investigación se ha limitado a señalar que se han hecho progresos hacia la resolución del inquietante caso.

Sin embargo, fuentes oficiosas de la policía han confirmado la existencia de estos elementos que pueden utilizarse para estudiar el crimen de la Opera e incluso han señalado en qué lugar del Met fueron descubiertos. El área donde la policía encontró estos rastros se halla dos pisos por debajo del nivel del escenario, en cuyas inmediaciones, dentro de un ascensor, fue vista por última vez la violinista, que estaba acompañada por un hombre desconocido.

La servilleta fue hallada, al parecer, oculta dentro de una cañería, mientras que el tampón apareció cerca, en la misma escalera en la que la policía había descubierto una pluma y una horquilla para el pelo, que habían pertenecido a la víctima.

La violinista, que desapareció poco antes de las diez de la noche del pasado 23 de julio, cuando se había producido un descanso en la interpretación del Ballet de Berlín, fue arrastrada hasta el sexto piso de la Opera, donde se halla la azotea. Poco después fue llevada hasta la trasera del edificio, desnuda y maniatada, y arrojada por un conducto de aire. Según la policía, el asesinato se produjo, en estas circunstancias, alrededor de la medianoche.

La autopsia reveló que la señorita Hagnes había fallecido como consecuencia de lesiones que se produjo en el cerebro al chocar contra una superficie de hierro situada entre el tercero y el cuarto piso del metropolitano.

La misma autopsia permitió comprobar que la violinista no había sido violada. El doctor que practicó el examen señaló, por otra parte, que la víctima se hallaba desnuda y atada, lo que hacía presumir alguna motivación sexual entre los móviles del crimen. Sin embargo, no han podido descubrirse señales en su cuerpo que hicieran pensar que Helen Hagnes fue sometida a violencia sexual de alguna clase. A pesar de ello, no hay otros motivos ajenos a los sexuales que estén bajo la consideración de los investigadores.

La policía no descarta la posibilidad de que el asesino haya sido uno de los que frecuentan la parte trasera del escenario del Met, un edificio con numerosos corredores, centenares de habitaciones, quince ascensores y cuarenta escaleras.

Hay un retrato-robot del posible asesino. Ante ese retrato, una de las bailarinas del ballet para el que interpretaba Helen Hagnes ha sacado algunas conclusiones físicas, ayudada por un hipnotizador. El resultado de este ejercicio ha sido ya divulgado: el asesino es un hombre de raza blanca, tiene el pelo negro y su edad oscila entre los 25 y los 35 años. 2.600 personas han sido interrogadas sin éxito aparente.

La clave sigue estando, de momento, en una minúscula pero significativa servilleta de papel.

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