Moscú-80
Resulta grotesco, y del más resabiado fariseísmo, boicotear los Juegos Olímpicos a causa de la invasión rusa, como hace Israel, cuando él mismo es un Estado producto de una invasión, cuya diferencia con la de los rusos quizá estribe en que la suya se hizo con más crueldad y menos respeto del hombre. Y lo que es peor: condena a los rusos cuando, pese a las múltiples decisiones de la ONU, Israel sigue manteniéndose, con petulancia racista, en los territorios árabes ocupados. Y cuando se conoce el apoyo político, económico y militar que para su invasión y mantenimiento Israel ha recibido y continua recibiendo de EE UU y otros países occidentales, resulta vergonzosa esta «cruzada» lanzada por Carter y Occidente contra la Olimpiada en nombre de los derechos humanos.
A rusos y norteamericanos y a sus respectivos satélites hay que decirles que la violación de los derechos del hombre, de cualquier hombre, es un crimen, hágalo quien lo haga. Y que ya que ninguno tiene las manos limpias, que por lo menos no intenten ocultar su crimen culpando a los otros y lo que es peor invocando los derechos humanos./
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.