Los tres programas de Radio Nacional / y 2
Preguntarse por qué los directivos de RNE eligen el tercer programa, y no el segundo, para la transmisión del debate parlamentario, no es una cuestión ociosa. El segundo programa, que es una rueda sin fin de 19 horas de música culta, no habría sufrido gran quebranto con el debate. Por el contrario, en el tercer programa, los estudiantes que siguen los cursos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia ven prolongada la audición hasta muy entrada la madrugada, y el espacio de Radio Tres, reducido en más de la mitad de su tiempo.El tercer programa de RNE refleja la ausencia de objetivos y la indefinición de este servicio. Se trata de un canal para residuos de programas rechazados de la onda media. Se suceden en él cinco bloques de programación -con predominio de la palabra-, cursos de idiomas, música clásica, cultura, UNED y música pop. RNE no dudó en abrir un canal de música clásica, y ahora se encuentra desbordada por el éxito de la música jóven de Radio Tres. Este programa comenzó a emitirse el 1 de julio del año pasado. A los dos meses, la cadena SER amplió a veinticuatro horas la cobertura de sus emisiones en OM. La radio estatal, que no puede ser un canal comercial para las casas discográficas, como sí puede serlo El gran musical o Los cuarenta principales, aparte de lo que sucede con Aplauso en el caso de TVE, opone, por decirlo de alguna manera, la estética de Elvis Costello a la de Camilo Sesto. Esta pugna de intereses y la indeseada alternativa que representa Radio Tres parecen ser la causa principal de que este programa no sea potenciado y esté amenazado por censuras, represalias a los profesionales que lo hacen y, en definitiva, por el peligro de desaparición.
Radio Tres no es más que un tímido intento de emular uno de los cuatro canales de la BBC, el Radio 1, dedicado exclusivamente a la música pop y rock y a programas de información y opinión para la audiencia joven, en antena ya desde 1967.
Si la programación de TVE se distingue por la falta de previsiones y la improvisación, la de RNE se sitúa en extremo opuesto: los programas están previstos con tres o más meses de antelación. El resultado es una programación escayolada, con escasas posibilidades de reacción frente a la actualidad, y una amalgama de espacios sin una política clara de programación. Es posible encontrar en el primer canal de RNE programas sobre filatelia o gastronomía, monólogos de una hora, como los del viajero Joaquín Merino, y todo tipo de música, pero ningún magazine cultural, ninguno dedicado específicamente al consumidor y apenas uno o dos sobre la vida cotidiana de los oyentes.
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