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El Athlétic de Bilbao no fue suficiente enemigo

Para quitarle el título al Madrid hacía falta un Athlétic de Bilbao a la vieja usanza. Para convertir el delirio madridista en un velatorio hacia falta un equipo entero físicamente y clarividente. El Athlétic que vino el domingo a Chamartín no era el más idóneo para aguar la fiesta. El Madrid, exultante, mucho más sobrio que las jornadas precedentes, con unos veteranos ejemplares en la lucha y el juego y unos jóvenes dispuestos a seguir la saga de los grandes de la casa, no llegó a sentir agobios en ningún momento. La Real Sociedad solamente tuvo el título en sus manos durante dieciséis minutos. Los que mediaron entre el gol de Celayeta en Atocha y el de Angel.El Madrid, pese a la inhibición acostumbrada de Cunningham y la escasa efectividad en el juego de Juanito, fue superior casi desde el inicio hasta el pitido final. Pirri y Benito, desde atrás, dieron sensación de seguridad y empujaron moralmente a sus compañeros. Isidro y Pérez García se fueron al ataque, para ser dos extremos más en numerosas ocasiones; Angel recuperó la fuerza del principio de temporada; Del Bosque estuvo fino en la concepción del juego y Stielike hizo un derroche de facultades singular. Delante, Santillana que hizo cuanto pudo por aumentar su cuenta goleadora, luchó a su manera, y a las primeras de cambio comenzó a sangrar por la nariz, tal y como le ocurriera en la jornada anterior en Las Palmas. Roberto Martínez, sustituto de Juanito, luchó también con sus habituales modos.

El Madrid no dio la impresión de estar atenazado por los nervios propios de las circunstancias. El susto de Dani en el minuto 13, que obligó a García Remón a realizar una excepcional parada, que no fue la única, por cierto, tardó muy poco en ser olvidado, porque el Athlétic, confuso en su defensa, perdido en la zona media y romo en la delantera, quedó acorralado.

Alexanco se multiplicó en los despejes, en los cortes e incluso en las esporádicas arrancadas desde atrás. Aguirreoa, que fue el otro elemento bilbaíno con notable actuación -realizó una parada sensacional, a disparo de Stielike, en el segundo tiempo-, acertó a despejar los córneres de Cunningham, y dio sensación de portero muy apañadito. Pero el Atlilétic falló en sus motores centrocampistas. Villar estuvo desconocido, y solamente De Andrés puso en algunos momentos fuerza suficiente para subir el balón hacía su delantera, en la que Carlos fue prácticamente nulo. Argote anduvo despistadillo, y Dani, con cuatro intervenciones, se salvó del suspenso. El Athlétic, que teóricamente vino a echarle una mano a la Real Sociedad, hubiera sido incapaz de resolver un problema propio si lo hubiera tenido. La inclusión de Irureta en el segundo período, quizá porque le dieron un tantarantán, no sirvió para otra cosa que para verle probablemente por última vez.

El Athlétic, en el segundo tiempo, salió con más empuje. Por unos instantes pareció que iba a intentar lo que hasta entonces había parecido imposible. De su mayor ardor fueron producto un remate de cabeza de De Andrés a las manos de García Remón, un disparo potente de Guisasola y una ocasión inmejorable, en las postrimerías del encuentro, de Carlos. Y, naturalmente, el gol, como consecuencia del penalti señalado por Condón Uriz.

El gol bilbaíno puso en el ambiente por unos momentos la duda del empate, pero no estaba el Madrid nada inseguro, y por tanto no hubo para sus seguidores nada que temer. Con un público que no cesó de animar al equipo, el ambiente de triunfo no decayó. El Madrid volvió a presionar y llegó el penalti de Urquiaga, que posibilitó la tranquilidad absoluta. El cuarto de hora final fue puro festejo, aunque el Athlétic hizo en esos momentos cuanto pudo. Pirri y Benito iniciaron los levantamientos de brazos.

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