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El desabastecimiento ha afectado a la clase media iraní

ENVIADO ESPECIAL, La revolución islámica ha dejado muchas mellas en los estantes de las tiendas iraníes. No son solamente los estantes que contenían bebidas alcohólicas los que se encuentran vacíos; también faltan huevos, detergente, productos lácteos, aves, carnes rojas, medicinas, papel, piezas de recambio...En principio, no es estrictamente un problema de escasez. En algunos casos ha habido cierta psicosis provocada por el temor a las restricciones, que ha llevado a muchos consumidores a acumular en sus casas grandes cantidades de ciertos productos.

También sucede que hay importadores que no se atreven a crear grandes stocks por temor al imprevisible futuro político, y prefieren hacer con cuentagotas sus compras en el extranjero.

En cualquier caso, el desabastecimiento se da en mayor medida en los sectores de clase media. Las capas sociales con menor poder adquisitivo se benefician ahora de la experiencia acumulada durante los meses de huelgas que precedieron a la revolución.

Por aquel entonces, las mezquitas (donde residían casi siempre los cuarteles generales de los revolucionarios lslámicos) crearon unos sistemas de distribución alternativa que dio bastante buenos resultados. A pesar de que, durante meses, las tiendas permanecieron cerradas y nada funcionaba, nadie sintió vacío el estómago a causa de las huelgas.

Hoy, estos sistemas cooperativos de distribución siguen en marcha y, de esta forma, los más débiles económicamente no tienen necesidad de cubrir sus necesidades más inmediatas acudiendo al

mercado negro.

Si bien oficialmente el costo de la vida ha aumentado desde noviembre de 1978 a noviembre de 1979 en un 12,7%, fuentes solventes estiman que, con la incidencia de los precios del mercado negro la vida cuesta ahora un 40% más que hace un año.

El mercado negro no sólo abastece de productos de primera necesidad. Irán tiene toda una tradición de hábiles contrabandistas, y es posible comprar (si se accede a los contactos oportunos) cigarrillos americanos, magnetófonos japoneses, whisky escocés, o cerveza holandesa.

Estos productos vienen desde la otra orilla del golfo Pérsico. Una de las regiones más subdesarrolladas del país (Sistán-Baluchistán) encuentra en el contrabando su principal fuente de recursos.

Si las clases más desfavorecidas son las que menos han sentido los efectos económicos de la revolución, son también las que han encontrado mejoras sociales que antes eran bastante más limitadas. Es cierto que el seguro de paro es insuficiente y no alcanza nada más que a una pequeña parte de esos tres millones de parados (cerca de una cuarta parte de la población activa) a los que aluden algunas estimaciones.

También es verdad que la asistencia sanitaria es muy deficiente y que faltan, además de medicinas, médicos, enfermeras y material sanitario. Pero no es menos cierto que los mostazafin (desheredados) tienen ahora, al menos, el consuelo psicológico de acudir a los grandes hospitales que antes les estaban vedados, y que ahora están al alcance de todos.

Todo esto, unido al aumento de salarios, de un 150% en la industria, banca y funcionariado, es la base económica que, junto a otras, hace que los mostazafin sigan apoyando incondicionalmente a Jomeini. La clase alta (e incluso buena parte de la clase media) hace ya meses que se apeó en marcha del tren de la revolución.

El viejo sueño del sha de levantar en su país una potencia industrial gracias a las rentas del petróleo es, ahora más que nunca, un mal sueño: la industria trabaja a menos del 50% de su capacidad.

Los problemas financieros son graves. La banca se ha visto obligada a ayudar a las empresas nacionalizadas, precisamente en el momento en que casi la mitad de los 15.000 millones de dólares que tenía como reservas se encuentran congelados en el extranjero, como sanción económica contra el asalto a la Embajada norteamericana.

La banca, pues, tiene gravísimos problemas de liquidez, que pueden empeorar aún más la situación económica. El futuro es incierto, pero, en cualquier caso, la mayor parte de la población tardará aún en sufrir gravemente los efectos.

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