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Calvo Ortega, un hombre del presidente

Cuando Rafael Calvo Ortega declaraba, tras su nombramiento como ministro de Trabajo, que era «un hombre de UCD», pero sin considerarse dentro de ninguna de las tendencias de este partido -«yo sólo me considero de UCD», reiteraba-, hacía también alusión a sus orígenes políticos, «con inquietudes, pero sin ninguna actividad de partido», en los últimos años sesenta. «Unicamente ya en el año l972», recordaba, «cólaboré con varios grupos socialdemócratas; pero fue un cierto período de tiempo».El que este período de tiempo en los planteamientos socialdemócratas fuera corto y su posterior amistad con Adolfo Suárez, que le convirtió en uno de sus hombres de confianza, junto a sus reiteradas manifestaciones de que él no participa en ninguna de las tendencias de UCD, han podido llevar a este segoviano de 46 años, catedrático de Economía Política y Hacienda Pública a la secretaría general del partido.

De una crisis de Gobierno y del propio partido en el mismo, inclinado hacia una derecha tecnocrática, ha salido nombrado secretario general del partido un hombre que ha declarado que «los ministros deben ser más políticos que técnicos», aun reconociendo que «unos conocimientos técnicos ayudan a desarrollar su labor, pero no es lo fundamental».

Nacido en San Rafael (Segovia), donde su padre tiene un establecimiento hotelero, el hotel Lucía, Rafael Calvo es el tercero de una familia de cuatro hermanos. Estudió Derecho en Salamanca, donde se doctoró y ejerció su cátedra de Economía Política, tras pasar tres años en las universidades de Bolonia, Grenoble y Montpellier. En febrero de 1978 fue nombrado ministro de Trabajo, en una época donde ya se barajaba su posible nombramiento como secretario general de Unión de Centro Democrático. En las elecciones del 15 de junio de 1977 consiguió el mayor número de votos para senador de Unión de Centro Democrático por la provincia de Segovia y fue portavoz del grupo parlamentario de UCD en el Senado. En las elecciones legislativas del 1 de marzo de 1979 fue elegido diputado por Asturias.

Amigo de Suárez, algunas personas cercanas le califican como un hombre «de derecha civifizada» y con espíritu negociador y de consenso. Tras su nombramiento como ministro de Trabajo declaró a este periódico que «no colaboré nunca con el régimen anterior ni, por supuesto, con los sindicatos verticales», y afirmó no conocer a ninguno de los dirigentes sindicales de este país. «Seré hombre de partido de puertas afuera», dijo en su toma de posesión, «y un funcionario, lo que he sido toda mi vida, de puertas adentro, y, por tanto, obligado a ser imparcial». También indicó que su principal preocupación la constituía el paro y se mostró favorable a fórmulas de cooperativismo en la empresa.

Con la llegada de Rafael Calvo Ortega al Ministerio de Trabajo, el Gobierno inició la reforma laboral, cuyos puntos principales fueron fijados en la negociación colectiva y la contratación temporal y a tiempo parcial como medio de combatir el paro. Este último ha sido uno de los criterios más combatidos de su política. A finales de 1979 negoció con comunistas y socialistas en el debate del Estatuto de los Trabajadores («Si el partido me designase para formar parte de un Gobierno de coalición con socialistas y comunistas, yo aceptaría», había declarado a mediados de 1978), estatuto que consideró «bueno, porque cubre el vacío de una legislación laboral del sistema anterior, difícil de aplicar en la España democrática, y porque clarifica y delimita los derechos y deberes, las competencias y las responsabilidades de trabajadores y empresarios». La negociación del Estatuto de los Trabajadores le hizo subir puntos en la balanza política del partido centrista.

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