Severiano Ballesteros, un astro mundial de veintitrés años
Severiano Ballesteros, veintitrés años, soltero y sin compromiso -sólo está enamorado, por ahora, del golf-, creyente y sin identificarse con ningún partido político, porque «todo está muy confuso», llegó a Madrid después de ganar el Masters de golf de Augusta.
El año pasado se adjudicó el Open británico y por derecho propio ha pasado a figurar con letras de oro -medallas y condecoracIones al margen- en el libro del deporte español, europeo y mundial. Con formas de astro, sin conceder entrevistas particulares a nadie y dentro de cierta sofisticación, «concedió», o se le concedió, que esta matización forma parte del tema, una conferencia de prensa en la que contestó con escepticismo, ironía y sinceridad a mil y una preguntas.Los viajes, los dineros, los triunfos en veintinueve torneos y una fama mundial han propiciado que, a los veintitrés años, Severiano Ballesteros haya alcanzado suficiente madurez como para saber que el deporte español está mal estructurado y enfocado, entre otras cosas porque posiblemente lo ha sufrido en sus carnes. «Me gusta el fútbol, pero no todo es fútbol, y los medios de comunicación deberían hablar más de lo demás, porque somos unos cuantos los que estamos dando triunfos al deporte español. No lo digo por mí, sino para que se apoye y ayude más al golf, para que se hagan campos con todos esos millones que maneja el Consejo Superior de Deportes. Creo que está muy claro que si no se promociona el deporte no es por falta de dinero, sino porque ese dinero se emplea mal».
No lo dice, pero Severiano está convencido de que es un número uno, porque los hechos así se lo han demostrado: «Mi juego es irregular, y hago cosas muy difíciles y fallo en algunas fáciles, pero siempre arriesgo, porque además de jugar al golf me gusta ganar. Hay jugadores que practican un golf de gran calidad, pero que no están preparados o mentalizados para ganar. Esto les priva de los triunfos. A mí me pasa como al Real Madrid, y es que, además de luchar de principio a fin, pensamos constantemente en ganar, y en el último minuto, o en el último golpe, puede venir la victoria. Yo desde los doce años siempre pensé en ser una gran figura en el golf. Estoy orgulloso y satisfecho de haberlo logrado».
Por cada jugador de golf que hay en España hay mil en Estados Unidos, lo que, sin embargo, no evitó este último y gran triunfo de Severiano Ballesteros, que aparece así como un superman, a modo y semejanza de los Santana, Angel Nieto o Fernández Ochoa. Todo va dentro de la idiosincrasia que inevitablemente caracteriza al deporte español. Ballesteros no está, sin embargo, conforme con esto y dejó constancia de su interés por socializar el golf o, si lo prefieren, por conseguir que el golf sea un deporte que haga todo el mundo, porque «no es verdad que sea tan caro; se gasta mucho dinero en otras cosas, y si se televisase tanto golf como tenis la gente aprendería como aprendí yo, sólo viendo. Nadie me enseñó.
«Seve», que así se le nombra cuando se habla de él en medios golfísticos, se define como un hombre normal, y confesó haber llorado después de ganar el Open británico en el mismo campo de golf: «Los abrazos de mis hermanos me hicieron pensar en lo que había logrado: normalmente nunca pienso ni me fijo en lo que voy a ganar. A veces ni lo sé y me entero cuando me llega el talón a casa. Una vez en un torneo me regalaron un coche, y de verdad que ignoraba que estaba incluido en los premios que recibirla el ganador.
«Pienso que no es fundamental ser recogepelotas o caddy para ser tenista o golfista. Hay que ser un buen recogepelotas o un buen caddy, y yo pienso que lo fui. Es muy distinto. Hay que sacrificarse mucho. Yo estoy desde los dieciséis años sin saber lo que son unas vacaciones. No es oro todo lo que reluce, ni gano tantos millones como se dice cuando se habla de mí y del golf, que parece que es lo que más preocupa a los medios de comunicación, culpables en gran parte de que la opinión popular piense que el golf es un deporte de ricos».
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