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El esquí de competición en Castilla, limitado a los ricos

Antonio Guerrero

En un país como España, donde, se ha conseguido que el esquí pase de ser un deporte elitista a ser de «masas» -es el deporte con mayor número de federados-, la competición sólo puede ser practicada por aquellos que tienen un nivel de vida alto. Además, la falta total de planificación por parte de los directivos y las trabas de todo tipo hacen que los jóvenes se aburran y que federaciones que dieron grandes campeones, como la Castellana, en la actualidad no sean nadie.No vale el ejemplo excepcional de que el mejor esquiador de este país, Paco Fernández Ochoa, es de origen humilde, pues de sobra es sabido que en su infancia, aparte del sacrificio personal de su familia, contó con la ayuda de amigos que presintieron en él a un gran campeón (como Pepe Arias). Sin embargo, en la actualidad, excepto los miembros castellanos del equipo nacional (Juanma Ochoa, Araceli Velasco, Blanca Ochoa, etcétera), la mayoría de los corredores de esta federación regional han quedado relegados a puestos secundarios. Esto ha quedado claro en los pasados Campeonatos Nacionales ¿Qué ha pasado? Que de aquellas masivas representaciones de antaño, este año solamente han viajado a Jaca catorce castellanos (sin contar los del equipo nacional). Ocurrió que algunos como Wenceslao Lada o José Antonio Vicente Arche, que son miembros del Equipo Nacional de Ciudadanos (es decir, parte de la élite), debieron pagar unas 4.500 pesetas. A otros corredores castellanos se les pidió por ir entre 13.000 y 21.000 pesetas, lo cual motivó que muchos corredores, sobre todo chicas, optasen por no acudir. Este dinero se pagaba para cubrir los gastos de las pruebas FIS, que se corrieron aparte de los Campeonatos Nacionales; pero, aun así, su costo es muy elevado.

Sin embargo, no está ahí todo el meollo de la cuestión. Para poder ser un buen corredor y participar en pruebas nacionales hay que tener entre 150 y 225 puntos FEDI, como mínimo, y cualquier esquiador, para poder lograr esa puntuación, tiene que invertir una importante cantidad de dinero (o, mejor dicho, su familia, pues si quiere ser alguien debe comenzar muy joven) en concepto de material, ya que aunque se intente limitar el equipo al mínimo, sin contar con la indumentaria, como poco hay que tener botas, bastones, fijaciones y un par de esquís, todo de competición; cuando, en realidad, participando sólo en los eslalom, es necesario tener dos pares de esquís, con sus fijaciones correspondientes. Además hay que contar con viajes, estancias, remontes, etcétera, que deben pagar de su bolsillo. A veces, los clubes ayudan a cubrir estos gastos cuando se trata de ir a una carrera o un entrenamiento oficial del club, pero el resto de la temporada debe pagarla el corredor. Como dato sirva decir que, interrogado el padre de tres corredores infantiles (dos de ellos muy buenos), dijo que venía gastándose en los gastos de entrenamientos de sus hijos unas 20.000 pesetas a la semana.

En cuanto al tema de los entrenadores, la Castellana cuenta con Manolo Salvadores, para los diez mejores, y Jesús Femández, para las cinco o seis chicas más jóvenes y prometedoras. Los corredores que no están dentro de estos grupos quedan «descolgados» y deben entrenarse por su cuenta.

Quizá la culpa de todo esto no sea únicamente de las federaciones regionales, en este caso la Castellana. También hay que buscar el mal en toda la estructura del esquí español, que está pésimamente organizada. Valga como ejemplo decir que para el Equipo Nacional de Ciudadanos existe un presupuesto bastante elevado y que, sin embargo, los corredores han tenido que pagarse el viaje para poder participar en la Kandahar-Martini.

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