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"El Señor de los Anillos", códice de los "hippies", en dibujos animados

Por fin se estrena en España la película El señor de los anillos. Por fin se edita en nuestro país el último tomo de la obra literaria de Tolkien. Pero, desde luego, ahí no acaban las esperas de los amantes de hobbits, elfos, magos, enanos y hombres, ya que la segunda parte de la película todavía tiene que realizarse y aún faltan dos tomos de los tres que, con dibujos de Bermejo, siguen en comic el transcurso de la Guerra del Anillo.

Verdaderamente, la cosa es tremenda. La obra de Tolkien, profesor en la muy respetable Universidad de Oxford, se editó en el año 1952, para convertirse, en los años del hippismo, en una especie de códice iniciático que, por esas cosas del mercantilismo, estaba en las poco esotéricas manos de millones de personas. En España, situada tan a trasmano como la comarca de Tolkien (lugar donde vivían los hobbits), no nos enteramos de qué iba todo esto más que a través de los tomos en papel biblia que los amigos se traían de Inglaterra. Claro que aquí no se domina mucho el inglés, de tal manera que permanecimos al margen de las andanzas del Señor Oscuro (Sauron) y de quienes luchaban contra él.La película que ahora se estrena no es ninguna idea reciente. Tuvieron los derechos firmas tan cualificadas y en apariencia opuestas como Walt Disney y Stanley Kubrick, que abandonaron el intento ante la complejidad y problemas, que iba a suponer. Pero, afortunadamente, hay gente para todo, y así un tal Saúl Saentz, conocido en California por haber emprendido miles de iniciativas artísticas (entre ellas, el sello de jazz Fantasy), tomó contacto con Ralph Bakshi, director de filmes de dibujos animados que, como Fritz the cat o Heavy trafic, habían causado la indignación y el sonrojo de la sociedad americana (eran película obscenas y violentas). Bakshi aceptó el encargo y concibió la original idea de combinar filmaciones reales con dibujos animados. Gran parte de las film aciones en vivo se realizaron en nuestro país, ya que, al parecer, nuestro jinetes y caballos son los más aparentes que pueden encontrarse en nuestro tecnificado planeta.

Estaba previsto estrenar la película después del verano y posteriormente en enero (en América tuvieron ocasión de contemplarla a principios del verano de 1979). Como no podía ser menos, entre nosotros ya han comenzado a aparecer los primeros productos colaterales de El Señor de los Anillos. Por ahí fuera esto incluye detallados mapas de la Tierra Media, posters, pegatinas, juegos, pipas de hobbit, toallas, cromos, juegos, figuritas de plástico y metal, etcétera. Nosotros hemos de conformarnos por ahora con un álbum de Bruguera cuya calidad no es excesiva, y los que también ahora se editan de Bermejo, cuyo mayor fallo tal vez consista en seguir demasiado fielmente los tipos de la película, algunos de ellos poco afortunados. En todo caso, ya podremos enterarnos de cómo acaba la historia porque, precisamente estos días, se edita (con más de un año de retraso respecto del primero) El retorno del rey, tercer y último tomo de El Señor de los Anillos. La paciencia siempre es recompensada. Ahora sólo falta esperar otro poco para tener más película y más cachivaches. Ya estamos acostumbrados.

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