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Alfonso XIII, en El Escorial.

«Su Majestad el Rey, que Dios guarde, ha tenido a bien confiarme el especial encargo de entregar el cuerpo de su majestad el rey don Alfonso XIII, que en gloria esté, para que, según lo mandado por Su Majestad, se haga cargo de él vuestra reverencia, a fin de que sea depositado en el lugar que le corresponda». A las 13.36 de ayer, estas palabras de don Juan de Borbón, leídas por el prior de la comunidad agustiniana, ponían fin al exilio de un rey, Alfonso XIII que, como diría minutos después monseñor Vicente Enrique y Tarancón, durante la homilía del funeral, aceptó durante la primavera de 1931 «el mayor sacrificio: alejarse de su patria». Los restos mortales de Alfonso XIII habían sido escoltados desde su salida de Roma por su hijo el conde de Barcelona, y desde su llegada a Cartagena hasta ser depositados en la cripta del monasterio de El Escorial le rindieron honores unidades de los tres ejércitos. Páginas 14 y 15. Reportaje en EL PAIS SEMANAL

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