María Cristina von Opel,
Heredera de un imperio industrial y de uno de los apellidos con más presencia en las revistas del corazón, no pudo volver a casa, una vez que se produjo el desenlace de un proceso que se había seguido contra ella en la localidad francesa de Draguignan. Según el tribunal, las presunciones de los investigadores eran ciertas: Cristina también estaba emparentada con el imperio de la droga; es más: se la consideraba financiera de parte de una operación que consistió en el traslado de 2,5 toneladas de hachís desde el Líbano a Francia. A la salida de juicio, los gendarmes procedieron a detener a Cristina, aunque, seguramente, ella tendría tiempo de llamar a casa para pedir un cheque por valor de medio millón de francos franceses, que habrá de pagar al Gobierno francés en concepto de multa. Un amigo suyo, Michael Karg, salió peor librado: un millón de francos de multa y dieciocho años de cárcel.
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