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Pésimo comienzo y cierre contenido

A pesar de todo, la pasada semana presentó, a efectos bursátiles, un inspector positivo, y fue el que la Bolsa volvió, tras mucho tiempo de oIvido, a ser tema de actualidad.Otro asunto es el cómo se consiguió esa notabilidad. Y esto ya no representa ninguna circunstancia favorable para el mercado.

El colapso a que estuvo abocada la Bolsa, sobre todo en las dos primeras sesiones de la tanda, fue la causa de su eco reencontrado. Y el incesante incremento de órdenes vendedoras de títulos bancarios, su causa original.

Efectivamente, en la primera mitad del ciclo nadie daba un duro por los bancos, mientras que los saldos vendedores mantenían la progresión casi geométrica iniciada en la tanda anterior.

Tal era la entidad de la presión vendedora, que entre los habituales se comentaba la posibilidad de que el status de respeto que tradicionalmente mantenían los valores del grupo entre sí se hubiese quebrado y que parte del papel que cada uno de ellos presentaba correspondiese a la cartera de su vecino.

Afortunadamente, la tensión fue cediendo a medida que transcurrían las sesiones, ante la evidencia de que por los procedimientos que se estaban empleando resultaba prácticamente imposible materializar las ventas deseadas, y ya en las dos últimas reuniones la calma volvía al parqué, junto con algunas posturas compradoras de los más arriesgados o quizá de los mejor informados. Estas discretas tomas de posición, que comenzaron a observarse el jueves, y en las cuales se apoyaba el Banco de Santander, para realizar una operación de limpieza de las que tanto gustan a sus mentores, cogían a contrapié a buen número de operadores que aún no habían cambiado sus posiciones y fueron sorprendidos con órdenes vendedoras hinchadas en este valor. Así se explica el avance de un punto el viernes y la cobertura parcial de la demanda (sólo un 62 %).

Y lo más curioso es que esta postrera mejoría se producía aun a pesar de los esfuerzos de los representantes de la Junta Sindical, quienes, prestando oídos sordos a la realidad del mercado, continuaban con una impasibilidad digna de más altas empresas, autorizando las sistemáticas contravenciones del reglamento que a diario realizaban los valores bancarios, aun a pesar de que resultaba meridianamente claro que el autorizar coberturas del 10% de la oferta, bajando un 1% escaso, no conducía sino a primar las ventas en descubierto, lógicas en los procesos de «hinchado» de órdenes.

El resto del mercado resultó prácticamente inédito a lo largo de la tanda. La mayoría de los indicadores sectoriales reflejaban diferencias negativas, y aparte de los seis puntos que dejaban los bancos comerciales, las minusvalías en los sectores industriales, siderúrgicas y químicas fundamentalmente, se aproximaron a los tres puntos, mientras que el conjunto de eléctricas cedía 1,96 puntos.

Estos resultados acusadamente negativos se debieron más a la falta de órdenes compradoras que a la acción de la oferta, que en todo momento asumió posturas moderadas. Lo que ocurría es que, dada la falta de dinero, cualquier intento de marcar cambio conducía inmediatamente a la cesión de posiciones.

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