El Madrid, en las segundas partes
La novedad que nos ha traído el Madrid de Boskov consiste en hacer buenas las segundas partes. El domingo, durante el primer período, Stielike tomó el sol apaciblemente, Santillana se dedicó a ver cómo jugaban los demás, García Remón se quitó mal de encima un balón y ello propició el gol de Robles, Cunningham apenas se enteró de que estaba en Vallecas y Roberto, que le sustituyó por lesión, anduvo por allí cual pato mareado. En definitiva: un Madrid al que superaba un Rayo cuyo común denominador era el espíritu de lucha.En la segunda parte, el Madrid se acordó de que tenía la obligación moral de ganarle al Rayo y todo fue otra película. Stielike abandonó el abanico y el botijo y comenzó a infiltrarse en una defensa que, al jugar más distendida, abrió huecos impresionantes. Juanito abandonó la banda derecha para situarse en una posición más cómoda y desde allí lanzar magníficos pases a sus compañeros, y Santillana empezó a dar saltos sobre sus marcadores y a dar sensación de que estaba en el campo para algo.
El Madrid del segundo tiempo fue otro, porque sus piezas anodinas cobraron nueva vida y porque quienes hasta aquel momento habían mantenido el andamiaje en pie no apartaron el hombro. Angel y Del Bosque estuvieron siempre en plan stajanovista, y cuando el alemán y Juanito les echaron una mano en el contragolpe se notó la diferencia entre uno y otro equipo.
Teóricamente, el Madrid tiene las condiciones idóneas para ser un equipo de peligrosidad constante, porque cuenta con dos auténticos extremos, piezas que ahora escasean. Sucedió el domingo, mientras estuvo Cunningham en el campo, que éste y Juanito renunciaron a sus misiones y se entorpecieron más que se ayudaron. Cuando el Madrid suplió al lesionado británico por Roberto Martínez, cuyas acciones destacables resultaron aquellas en que tropezó con el balón y con ello desconcertó a compañeros y adversarios, funcionó mejor. El Juanito del segundo tiempo se nos convirtió casi en un centrocampista. Marcado más de lejos, se movió con soltura y ello provocó constantes situaciones de agobio para la zaga vallecana, que además se confió en exceso con la táctica del fuera de juego. Esa confianza propició el gol de Stlelike.
Hubo también dos tiempos bien diferentes por parte rayista. Y si, evidentemente, en ello influyó el superior rendimiento madridista, parte del cambio de decoración se debió a los propios errores. Uno tremendo fue el que causó el cambio de Rocamora, ya que trajo consigo el retraso a la defensa de Robles, un jugador que hasta ese momento se había movido eficazmente en el centro del terreno. El uruguayo Custodio, que tuvo una actuación muy entonada, se quedó solo en la labor de construcción, al desaparecer de su lado Robles.
Se rompió el Rayo por su eje, y Morena, que en el primer tiempo hizo acto de presencia en el área de García Remón, fue difuminándose y acabó sumido en el aburrimiento.
El Madrid se ha colocado ya en posición privilegiada sin haber satisfecho por completo en los dos partidos que ha disputado. A mi entender, el problema de la presente temporada está en la defensa. Pirri sube de cuando en cuando y obliga a Del Bosque a quedarse de libero, porque el veterano capitán tarda bastante en regresar a su puesto. Del Bosque posee todas las condiciones idóneas para ser un líbero excepcional. Su futuro está ahí.
Miguel Muñoz tuvo que tomar la decisión más dolorosa de la historia del Madrid: prescindir de Di Stéfano.
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