Sólo una subvención para los cinco montajes realizados en las plazas de Madrid
Aunque en los programas y en los carteles que aparecen por la ciudad figura la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Madrid como patrocinadora de los espectáculos, con la colaboración de la Dirección General de Teatro del Ministerio de Cultural, la verdad es que son los mismos actores los que agrupándose en cooperativas y con su propio dinero hacen posible los montajes, al menos, en la mayoría de los casos.Francisco Piquer comentaba días antes de que Los intereses creados, de Benavente, se trasladara desde la plaza Mayor a Bilbao: «Teatro para el pueblo, teatro para el pueblo..., siempre se habla de este asunto, ¿pero quién lo apoya? A nosotros no nos han dado ni un real, y tenemos que comer de esto, porque, que yo sepa, el panadero no regala su pan ni el albañil hace gratis las casas.»
Y además, el gamberrismo
Como todas las restantes representaciones, presenciar la obra de Benavente costaba doscientas pesetas, con el 50% de descuento para la tercera edad y asociaciones de vecinos en grupo. Cerca de las 40.000 pesetas les ha costado él tinglado completo, en las que van incluidos los honorarios de los empleados y técnicos, que cobran un precio fijo, independientemente de la recaudación en taquilla, y que en razón al día de descanso, al que tienen derecho y que no se cumple, asciende al doble. Así se da el caso de que un técnico gane más que el primer actor.Por regla general, en estos espectáculos que se dan al aire libre en los meses de verano, un actor normal -entre los que no actúan con subvención- viene a ganar a lo largo de la semana como dos días de trabajo en condiciones corrientes. Las obras tienen buena aceptación popular; gente que no suele pisar un teatro llena en ocasiones el recinto, pero si a los factores señalados se añaden los bajos precios, se comprende que la empresa no resulte precisamente un gran negocio.
Y por si los inconvenientes fueran pocos, a la hora de poner en marcha todo, algún que otro ciudadano (se se puede aplicar este término en tales casos) se dedica a entorpecer la labor de los actores con gritos y comentarios en voz alta más allá de las vallas que limitan el espacio teatral, cuando no roban parte del vestuario o destrozan algún camerino improvisado -como sucedió a Ana Isabel Hernando y Mercedes Valdeíta, de la Compañía de Teatro Contemporáneo-, o atacan a otro de sus miembros, al que quisieron linchar y que tuvo que ser protegido por el resto de la compañía.
«Los actores somos la última mierda de la sociedad», comenta José María Vara; «estamos absolutamente desprotegidos socialmente. Imagínate que para cobrar el paro hay que justificar 180 días de trabajo en año y medio y plazo reciente, y si te lo conceden es al cabo de los tres meses, cobrando la miseria de unas 12.000 pesetas, siempre que tu empresa haya cotizado, en la Seguridad Social, claro, que no siempre pasa», dice Manuel Calvo.
Pero hay más. Si en esos tres meses de plazo surge algún contrato -por pequeño que sea-, no sólo no se concede el paro, sino que ya no se puede volver a solicitar hasta pasado un año. «Yo, por eso, ya nunca lo solicito», dice Luis Bellido, «porque sé que no te lo van a dar cuando lo necesites».
«Luego habrá quienes piensen que ésta no es una profesión por vocación, ¿cuál lo sería entonces?», dice Manuel Calvo. «Pero, por si fuera poco, tenemos que soportar esta fama de frívolos que nos cuelgan por culpa de unos cuantos o de unas cuantas.»
Entusiasmo desprotegido
Volviendo al punto concreto del teatro al aire libre, hay que decir que la aportación del Ayuntamiento se realiza a través de la prestación del local, las vallas que lo limitan y la impresión de carteles y programas, mientras que la del Ministerio se reduce al aspecto técnico de los focos. Todo lo demás corre a cargo de la cooperativa de artistas.Dice José Caride, actor de la compañía, que tiene al frente a Manuel Gallardo: «La verdad es que nosotros somos los que nos jugamos los cuartos. Si realmente se quiere un teatro popular habría que quitar las vallas, que todo el mundo entrase gratis, y que a nosotros nos apoyase el Ministerio. Eso sería proteger el teatro popular de verdad.»
Por su parte, Teresa del Olmo, actriz del montaje que la cooperativa Octubre escenifica en, La Corrala, comenta: «La gente es muy especial, y si no existiesen vallas y esto se representase al desnudo completamente pensarían que no es nada serio, y no vendrían.» Luis Lasala, presidente de la junta de cultura de la cooperativa y actor de la misma, decía que no había que ser muy duro con el Ministerio, que ellos tenían la promesa de una subvención cuando se terminase de representar la obra y otra subvención para tres posteriores montajes. Pero también es cierto que el 10% de la recaudación de la obra es para los vecinos de la plaza.
Lo cierto es que hasta el momento el único montaje de los cinco que cuenta con subvención -actualmente se representa por provincias- es Doña Clarines, el peor tratado por la crítica.
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