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Urge reestructurar la política de los consulados españoles en Francia

«Durante los últimos dos lustros, una media anual de 7.500 españoles residentes en Francia se nacionalizan franceses», declaró el martes el embajador de Francia en España, Miguel Solano, en el curso de una rueda de prensa en la que resaltó la necesidad urgente de una restructuración esencial de la política consular española en Francia.

En el hexágono galo, la población emigrante española se aproxima en estos momentos al medio millón de personas, es decir, tres veces superior a la residente en la República Federal Alemana, el segundo país que acoge más trabajadores hispanos. La infraestructura consular, la burocracia, las normas, las legislaciones que, teóricamente, deben facilitar al máximo la labor de estos organismos para, en definitiva, hacer menos espinosa la vida de los trabajadores que durante veinte años han solventado en gran parte las necesidades del crecimiento económico español, son centenarias algunas de ellas. Por el contrario, el boom de la emigración española se ha producido durante el último cuarto de siglo.Esta vetustez, de efectos políticos, sociales y administrativos a veces calamitosos y desagradables siempre para los obreros y para los empleados de los consulados, resulta cada día más insoportable, según el embajador señor Solano. Los edificios consulares son insuficientes, la distribución de los consulados en la geografía gala es totalmente irracional (sólo el consulado de París tiene inscritos en su registro el 50% de la población española en Francia), el personal sufre de todo lo anterior, y en última instancia, el medio millón de españoles que reside aquí se siente abandonado, incomprendido o despreciado.

El embajador subrayó que, en el plano más puramente político, la inadecuación de la infraestructura y de la acción consulares explicaría en cierta medida la tasa-ridícula de votantes en las elecciones que se vienen celebrando en España.

El señor Solano enumeró una serie de soluciones, aprobadas por los catorce cónsules españoles en Francia, que serán sometidas a las autoridades competentes de Madrid: derribar el consulado de París para sustituirlo por otro que se acomode a las necesidades del futuro; redistribución de sedes consulares; eliminar al máximo la burocracia que sufre actualmente el emigrante; reconocimiento de «las asociaciones de emigrantes, porque esto es bueno en sí, aunque peligra el desvío hacia el individualismo». Estas y otras medidas enunciadas deberían traducirse, dijo el señor Solano, en hacer lo más fácil posible la estancia de los españoles, y ello incidiría en uno de los fenómenos referentes a la emigración de los que menos se habla: «los 7.500 españoles que se nacionalizan franceses anualmente y que, además, son los mejor cualificados.»

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