Carta a Luis Olarra
Querido Luis: lo cual que habiendo visto por el Financial Times tu suspensión, o sea de pagos, te pongo la presente para solidarizarme, aquí un amigo, que tú me mandabas vinos cuando podías, y otras provisiones de camino, y ahora te veo y te imagino con los Aceros Olarra en mitad de la calle, como un chamarilero de Cuatro Caminos, y con el expediente en la otra mano, o sea de suspensión, hoy por ti, mañana por mí, Luis.Lo cual que todos los ricos os habéis vuelto pobres por culpa de Suárez mayormente, que con Franco no suspendía pagos ni Mariano Tudela (que siempre se quejaba de andar volcado, en años de amor y de locura), y hasta creo que una vez se lo dijo Franco- Bahamonde a Franco-Salgado Araújo, o quizá sería a la viceversa:
-Y ese Mariano Tudela, cráneo privilegiado, y además paisano mío, que no me suspenda pagos en el Gijón, que luego se enteran de todo las democracias masónicas y las logias.
O sea, que le metían en una nómina en una radio. Pero tú no redactas como Mariano Tudela, Luis, no hay color, ni pareces el hermano perdido y remoreno de los Cela, como él, de modo que aquí un amigo, aquí un conocimiento, aquí unos compañeros del taller, o sea Camacho, que me decía en el entierro de Blas de Otero, los dos en el cementerio civil, bajo su paraguas de preso:
-Hay que decirle al país la verdad, que todo está muy mal. Y hay que luchar por una ley del trabajador que favorezca al trabajador, porque si no estamos luchando contra el empresario y contra el Gobierno al mismo tiempo.
Y Juan de Avalos, que hizo los Caídos y ahora está haciendo un Bolívar galáctico para Venezuela, con salón de baile, biblioteca y mirador en la tripa del caballo de Troya de Bolívar, se me queja (otro pobre rico pobre) de que los artesanos que le hacen las artesanías de su arte ya no quieren vivir como artesanos, sino como empresarios en suspensión de pagos, por lo menos.
Lo cual que al rojo de los versos le dejaron en paz los empresarios durante cuarenta años, porque pedía la paz y la palabra, pero no pedía sobre, como estos rojos de ahora, y por ahí sí que no, que llovía verlenianamente en el cementerio, y Camacho y yo bajo el paraguas de doña Carmen Conde, académica, que era como estar, o sea, bajo el paraguas de doña Emilia Pardo Bazán, allí en el pazo de los muertos sin cura:
-Tenemos que recordarles que los obreros somos una fuerza y queremos dialogar.
El ángel fieramente humano se volvía mansamente divino bajo la lluvia de tierra, bajo la tierra de lluvia, y es cuando tú, Luis, bilbaíno como Blas, te declaras en suspensión de pagos, pobre empresario pobre, frente al creso y craso poeta muerto, que ése sí que juntó duros, y no tú, desnudado en mitad de la calle por la Caja Municipal de Ahorros, expulsado del paraíso del ahorro por un ángel de Santiago de Santiago con espada de fuego a treinta, sesenta y noventa días.
Y en la diestra mano, Luis, ya te veo, una botella de vinos Olarra como antorcha húmeda del librecambismo, luz de Adam Smith y trago para los malos tragos de los pobres ricos pobres.
Nada, Luis, ruinoso, que te vienes a Madrid con esos 5.990 millones de mierda que te quedan, más los 295, coma, seis, que debes, y a ver si tenemos para unos berberechos o un bocata calamares en una freiduría de Infantas, que así empecé yo, Luis, tío, y aquí me tienes hecho un clásico Rivadeneyra.
Senador real, candidato no electo, inversor en todo, con dieciséis licencias de importación y sesenta millones de ventas a los chinos, hoy te ves como te ves por tu mala cabeza liberal y fair-play. Esta noche duermes aquí, en casa, con el gato, Luis, y mañana madrugamos para ir al Rastro con los Aceros Olarra en un isocarro, a ver qué dan, Luis, que algo darán, Luis, por la chatarra.
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