_
_
_
_
Reportaje:

El jugador-moneda, pieza de cambio en las transacciones futbolísticas

El jugador-moneda suele ser un hombre que en su día «apuntó alto», pero se quedó en eso. Llegó a un club grande a luchar por un puesto con otros jugadores de calidad, y por fas o por nefas no llegó a consagrarse. Si era centrocampista, se quedó entre motor y cerebro, sin llegar a ser ninguna de las dos cosas del todo; si lo suyo era golear, nunca alcanzó un promedio espectacular de goles por partido; si iba para extremo, se quedó en «pisabandas»; si su puesto era defensa, a última hora se descubrió que le faltaba un poquito de mala uva. Así, lo que para el jugador-moneda se prometía envuelto en una nube rosada cuando llegó a su gran club, se transformó en una dificil lucha por un puesto al que sólo tenía opción cuando «otro» se lesionaba, y que podía perder al primer empate del equipo en casa.Pese a todo, al final de la temporada el jugador-moneda se las promete felices; la lucha por el puesto dio lugar a una tensión que con la llegada de las vacaciones desaparece; la perspectiva de una próxima estancia en la playa le permite sentirse optimista respecto a la campaña siguiente, en la que acaso venga un nuevo entrenador que confie más en sus posibilidades.

En ésas está el jugador-moneda cuando un buen día, terminado uno de los últimos entrenamientos de la temporada y una vez duchado y dispuesto a regresar a casa para tomarse una cerveza fresca en compañía de su joven mujer, se encuentra con que el periódico deportivo que alguien ha dejado sobre un banco del vestuario anuncia en primera página una sorprendente noticia: su club va a fichar a un gran crack, un joven y prometedor delantero que donde pone el ojo pone el balón; a cambio del crack, el club pagará cuarenta millones y completará el pago con la entrega del jugador-moneda.

Nuestro anónimo protagonista se marcha a casa hundido. Aún creía que podía llegar a héroe de los estadios a poco que la suerte empujara, pero de repente ha comprendido que la suerte no está por él, que está por el otro, por el nuevo. Quería ser una gloria del fútbol nacional y se ha convertido en el hermano menor de un cheque de cuarenta millones; es papel moneda, un papel con piernas valorado en ocho o diez millones, peseta arriba o peseta abajo, y, fundamentalmente, algo que sirve para «comprar», no para poner a las masas en pie. Ya no es lo bastante joven como para que su club siga confiando en él, sólo lo suficiente para mantener una cotización que será utilizada por su propietarío para aliviar un poco el pago del crack. Llega a casa triste y alicaído, y cuando su mujer le dice que le nota extraño murmura cualquier excusa.

Pero aún es peor cuando, dos días después, el periódico advierte de que al club propietario del crack le parece poco lo que le ofrecen. Cuarenta millones y el jugador-moneda no es precio. Hacen falta sesenta millones para empezar a hablar. El jugador-moneda no sabe si alegrarse o entristecerse. Acaso aún se quede en su club, cambie la suerte y se vea triunfando, pero a este pensamiento se une otro: no vale ya ni como papel moneda. Las declaraciones del presidente de su posible futuro club han sido, por otra parte, poco menos que humillantes para él, despectivas en cualquier caso. Ya nadie recuerda sus partidos en la selección olímpica, ni aquella tarde en que su gran juego llevó al ascenso a su primer club. Durante los días próximos, el jugador-moneda verá con cierta frecuencia su nombre en los periódicos -cada vez en más periódícos-, y siempre relacionado con el fichaje del dichoso crack. En los entrenamientos, los compañeros le miran con una mezcla de simpatía, curiosidad y pena, pero nadie se atreve a decirle nada, porque saben que no está de humor. Su mujer ya se ha enterado de que acaso al año próximo tengan que cambiar de ciudad, pero por el momento prefiere no precipitar conversaciones sobre el asunto.

Por fin, un día el jugador-moneda se arma de valor y al final de un entrenamiento le pregunta al entrenador si él sabe algo: «Mire, yo no sé ni lo que va a ser de mí», le contesta el míster. Entonces decide ir más arriba y preguntar en el club. Por la tarde se acerca al domicilio social y, tras una antesala de veinticinco minutos, le recibe el presidente, afable, con su puro y detrás de su escritorio. Le tranquiliza: «Pero ¿cómo se te ha ocurrido, hombre? ¡Pero si tú eres de la casa! ¡Si fuéramos a creer todo lo que dicen los periódicos ... ! » Y se vuelve a casa tranquilo a medias.

Al final llega la solución. El crack ha sido fichado a cambio de cuarenta millones, nuestro protagonista y otro compañero de plantilla. La confirmación del fichaje despierta tumulto en el club y en la prensa deportiva, pero nadie se ocupa de nuestro hombre, que ni siquiera se atreve a pedir explicaciones al presidente embustero. Le despide el gerente del club, que le asegura que va a estar bien, que su nuevo club se va a reforzar, que le han mejorado algo el contrato y que «ya sabes que aquí no dejas más que amigos, para lo que quieras». El jugador-moneda ha cumplido su función, y se marcha a casa a compartir la depresión. con su mujer, a enterarse de cuándo comenzarán los entrenamientos de pretemporada de su nuevo equipo y a darle vueltas al problema de trasladar todas sus cosas a su nueva ciudad.

Casos frecuentes

La figura del jugador-moneda está tremendamente extendida, y nos encontramos precisamente en las fechas en que muchos hombres se encuentran en esta tesitura. Por ejemplo, el Madrid está a punto de fichar a Portugal, un fino centrocampista del Burgos; a cambio dará treinta millones más Vitoria y un par de jugadores del Castilla, uno en propiedad y otro como cedido. El Burgos, vendedor habitual, recurre frecuentemente a esta fórmula para no desmantelar su equipo. Así, tiene en sus filas a Rubiñán, entregado por el Madrid cuando fichó a Juanito; a Tirapu y Benegas, paquete entregado por el Atlético para suavizar el pago por el meta Navarro; a los ex valencianistas Teca y Faubel, llegados en trueque por el traspaso de otro meta, Manzanedo; y del Barcelona consiguió a Moret y Carreño a cambio de la venta de Tarrés. En resumidas cuentas, el Burgos ha recompuesto su equipo con jugadores llegados de Madrid, Barcelona y Valencia, hombres que soñaron con ser titulares de los grandes clubs de nuestro campeonato, y que un día se encontraron con la maleta en la mano y camino de la ciudad castellana, donde tendrían que luchar por el puesto en un club de miras más modestas.

El caso del madridista Vitoria no ,es el único que se ha producido por el momento este año. El Valencia ficha al delantero Giménez, del Santander, a cambio de cuarenta millones más Cabral y Albiol -este último jugó la pasada temporada como cedido en el Sabadell-. Y en la operación por el fichaje del barcelonista Canito por el Español han entrado Amarillo y Fortes, con cuya entrega el Barcelona ha reducido la cifra a pagar en metálico a treinta millones.

Amarillo representa un caso curioso. Fue traído de Uruguay por el Valladolid; en el club castellano las dio todas, y el Barcelona lo fichó a golpe de cheque y con la entrega de varios jugadores-moneda. Hoy, el Valladolid tiene a los barcelonistas Moré, Rusky y Mir. Sin embargo, a Amarillo las cosas no le fueron demasiado bien en el Barcelona; se enfrentó con Cruyff y eso le costó muchas horas de banquillo y su reconversión de crack a jugador-moneda. Este año ha jugado como cedido en el Salamanca, donde se encontró con otros ex barcelonistas, como Tomé, Albaladelo y Corominas. El Barcelona, a su vez, gracias a esas buenas relaciones ,con el equipo salmantino, fichó al central Juanio, que no ha tenido oportunidades en el club y que podría pasar en breve al Rayo como parte de la operación Landáburu. Pero tomemos otra vez la pista de Amarillo: recuperado al final de temporada por el Barcelona tras una excelente campaña con el Salamanca, se marcha ahora, junto con Fortes, al Español, a cambio de Canito. Fortes, años atrás, jugó una temporada en el Málaga como cedido por el Barcelona, a cuenta del fichaje del extremo malacitano Esteban.

El Salamanca, lo mismo que el Burgos, se ha surtido también otras veces de jugadores-moneda, y así, a cambio del lateral Lanchas obtuvo del Español los jugadores Amiano -ya traspasado a la Real- y Roberto Cino. Y también el Santander recompone frecuentemente su plantilla con estos retales. Así como este año se hace con los valencíanistas Cabral y Albiol, con anterioridad incorporó al barcelonista Macizo a cuenta de la operación Zuviría; a Javi, del Atlético cuando le vendió el central Arteche; y a los bilbaínos Madariaga y Rojo II, como parte del pago por el traspaso de Aitor Aguirre. El Athletic utilizó también esta forma de pago en el caso Churruca, cuando entregó al Spórting al defensa Núñez, cedido por una temporada.

En definitiva, los jugadores-moneda pululan por nuestro fútbol, van y vienen de unas manos a otras, con los muebles a cuestas, esperando que la suerte cambie algún día. Lo que hace dos años valía como oro, ahora sólo es bronce, bronce que puede servir para comprar oro nuevo. Lo que el jugador piense, tanto da, porque es propiedad del amo, el amo pagó en su día por él o simplemente le prestó botas y camisetas para que se hiciera jugador en los juveniles, y ahora puede mandarlo donde quiera para dulcificar el pago de alguien más valioso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_