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El Madrid logró en los últimos diez minutos lo que mereció en ochenta

El Zaragoza, que a punto estuvo de darle un disgusto al Madrid hace bien poco en la Liga, volvió a repetir su actuación en la Copa, aunque en esta ocasión con más fortuna que entonces. El equipo de Molowny jugó algo mejor que en partidos anteriores, pero sobre todo supo forzar las ocasiones de gol con facilidad, y sólo la gran actuación del guardameta zaragocista Irazusta, primero, y la mala suerte, después, permitieron que el marcador estuviese 83 minutos igualado. La victoria a última hora del Madrid fue justo premio a la diferencia de oportunidades que tuvieron ambos equipos -el Zaragoza también las tuvo, pero fue muy torpe-, en un encuentro con nervios, emoción y fuerza, que no supo dirigir el árbitro.El Madrid llevará dos goles de ventaja el domingo a La Romareda, renta quizá suficiente para permitirle el paso a las semifinales, pero le costó sudores sin límite conseguirla. El Zaragoza volvió a ser el equipo ordenado y rápido en los despliegues al contraataque, aunque esta vez inoperante ante el gol, pese a que tuvo ocasiones muy claras para marcar. El comienzo del encuentro, con contestaciones inmediatas zaragocistas a cada momento de peligro creado por el Madrid, fue ya significativo. Incluso un enorme tiro de Antich en el saque de un libre directo apenas pudo desviarlo García Remón.

Sin embargo, el campeón de Liga tuvo ya en esos momentos la ventaja de que el cambio habitual y rápido de sus extremos, Juanito y Aguilar -incluso cuando se quedaron ambos a la derecha-, desconcertó a la defensa maña. Esta prefirió fijar sus laterales para no perder orden, pero a veces dejó huecos peligrosos. Menos mal que Irazusta iba a tener una noche sensacional y salvó cuatro balones de gol seguidos entre los minutos veintiséis -y veintiocho. Lo curioso es que todos ellos vinieron después de otra falta, y ahí parecieron terminar las ideas madridistas. El Zaragoza marcó mejor, y hasta el descanso no tuvo más apremios. Víctor acabaría por oscurecer a Del Bosque; Oñaederra, a Stielike, y Guerri, más aún, a Jensen. Su fallo fue que el delantero retrasado Amorrortu, del que se ocupaba Wolff, no encontró el apoyo de Alonso y Juanito, ineficaces en esta ocasión, bien marcados por Benito y Sabido.

La jugada que Molowny se inventó en la segunda parte, el sustituir rápidamente al inútil Wolff por Roberto, pudo darle al fin frutos, pero ahí intervino ya la mala suerte. Sin Jugar por los extremos, como siempre -pues el Madrid los cambia de lado, pero acaba jugando por el centro-, sí aprovechó las arrancadas de Juanito desde atrás para servir balones adelantados. El mismo Juanito y Santillana perdieron dos goles más, y poco después García Hernández, sustituto del apagado Stielike, disparó al poste. Realmente el Madrid merecía marcar, y aunque lo hizo muy al final, aprovechando al fin sus centros y cuando quizá parecía haber apagado sus baterías, fue justo. También el Zaragoza pudo hacerlo, pero la diferencia habría quedado malparada.

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