El Madrid, supercampeón de la regularidad
Diecinueve títulos en 48 campeonatos de Liga suponen una buena línea de regularidad, más aún si se piensa que fueron acompañados de nueve segundos puestos. En busca de las razones que han hecho del Madrid el campeón de campeones en el torneo de la regularidad, ha hablado con seis hombres que sobre el terreno de juego contribuyeron en épocas sucesivas a mantener al equipo en esa línea de regularidad: Félix Pérez, Quincoces, Barinaga, Molowny, Di Stéfano y Pirri. Todos ellos son jugadores con una larga permanencia en el equipo, y el relato de sus respectivas épocas permite completar la historia del club desde principios de siglo.
Félix Pérez, madrileño, fue socio del Madrid en los primeros años de existencia del club, y jugador después junto con Bernabéu, hasta los inicios del Campeonato de Liga, en el año 1928. Quincoces, componente de un trío inolvidable en el fútbol español, es protagonista de los dos primeros títulos de Liga, antes de la guerra, y prolongó su carrera hasta tres años después de terminada ésta. Barinaga se inició como jugador en la postguerra, y le tocó asistir a la construcción del estadio Bernabéu, en el que, en el año 1947, hizo el primer saque y marcó el primer gol. Molowny llegó al club justo con tiempo para asistir a esa inauguración, y se mantuvo en el equipo hasta otra fecha igualmente significativa: la incorporación de Di Stéfano, en el ano 1953, y la nueva consecución del título, que no se lograba desde antes de la guerra. Di Stéfano lanzó al equipo hasta sus máximos techos deportivos, y su marcha coincidió con la llegada de Pirri, hombre representativo de los que tomaron el relevo de aquel fabuloso equipo. Desde la llegada de Di Stéfano, hace veintiséis años, el club ha conseguido diecisiete títulos. Este último es el noveno que consigue Pirri.
Félix Pérez. Nació en Madrid, frente al Retiro, el 13 de junio de 1901. A los once años sus padres le hicieron socio del Madrid como premio a sus buenas notas. La explanada de La Chopera, en el Retiro, fue su primera escuela de fútbol. A los dieciséis años era un interior fino, cuyo dominio del balón contrastaba con el abrupto estilo de otros jugadores de la época. Fichó por el Madrid: «Jugábamos en O'Donnell esquina a Narváez. Al otro lado de la calle estaba el campo del Atlético, así que cuando jugábamos uno contra otro cruzábamos la calle ya vestidos. En aquellos tiempos ya se estaba consolidando el fútbol. Cuando llevaba unos tres años tuvimos el primer entrenador, Juanito Cárcel, que lo hacía muy bien. No cobrábamos nada, sólo nos pagaban diez pesetas diarias de dieta cuando viajábamos, aparte del desplazamiento, claro. Bernabéu, que jugaba entonces, va tenía dotes de dirección. Recuerdo que siempre lo teníamos como «fuerza de choque» para hablar con la directiva. Una vez fuimos a jugar a París un amistoso y él consiguió que nos doblaran la dieta a veinte pesetas. Nos corrimos una buena juerga allí.» El adelanto del césped llegó hacia el año 1922: «En el Norte ya había campos de hierba, pero el Madrid lo puso más tarde. Fue todo un adelanto, aunque quizá a los más técnicos no nos favoreció mucho, porque en la hierba es más fácil controlar el balón, así que los que mejor lo dominábamos perdimos algo de ventaja.»
El profesionalismo
El profesionalismo acechaba ya por los años veinte. El público acudía cada vez más, y los clubs iban juntando dinero: «Eran frecuentes ya los 6.000 u 8.000 espectadores en los partidos interesantes, y se puede calcular que cada espectador pagaba más o menos una peseta. así que en un partido se podían recaudar 8.000. Al empezar la temporada 1926-1927 nos llamaron juntos a Quesada y a mí y nos dijeron que había que definirse, que el profesionalismo estaba ahí. Aceptamos los dos. A mí me daban 1.500 pesetas al mes, que era un sueldazo. Yo era oficial segundo en Correos y ganaba 325 pesetas, que es lo que se podía considerar un sueldo medio para entonces. Pero la verdad es que no guardó ningún buen recuerdo del profesionalismo. A partir de implantarse cambió el ambiente, se perdió alegría y yo creo que a bastantes dejó de divertirnos el fútbol. Además, existía ya aquello del derecho de retención, que ni comprendía entonces ni comprendo ahora. Al empezar la temporada 1928-1929, la del primer Campeonato de Liga, dije que no jugaba, porque estaba reglamentado que si te quedabas un año sin jugar, luego eras libre de fichar por otro club. Yo lo hice no porque quisiera ir a otro club, sino por una cabezo nada juvenil de la que, la verdad, no me arrepiento, porque eso de la retención es un disparate. Así que no jugué, y al año siguiente fiché por el Rácing de Madrid, pero ya sin ilusión. Pronto me retiré.»
Desde entonces, su figura se ha hecho familiar en el palco del Bernabéu. No falla a un partido. «Bernabéu me ofreció algunas veces entrar en la junta, pero he preferido estar al margen, un poco por comodidad. Pero he seguido siempre de cerca su obra, que ha sido grandiosa, y he disfrutado como cualquier hincha.» Sus últimos ídolos han sido Amancio, Velázquez y Del Bosque, que «no corre mucho, pero siempre por el atajo. A mí me gustan los jugadores técnicos, pero cada vez quedan menos».
Con los 78 años a la vuelta de la esquina, dedica buena parte del día a conversar con los parroquianos de la tasca que mantiene en Alcalá, 81, con aroma de principio de siglo. Se jubiló en Correos como jefe de departamento administrativo. Durante años fue jefe del gabinete postal de Franco, y ahora es agregado al del Rey. Vive en la misma casa en que nació, frente al Retiro, y sigue siendo socio del Madrid, con el número veintiocho.
Jacinto Quincoces. Nació en Baracaldo, el 17 de julio de 1905. En el Alavés formó pareja en la defensa con Ciriaco, y ambos fueron juntos a la selección a encontrarse allí con Zamora y formar. así un trío inolvidable en el fútbol español. En la temporada 1931-1932, los dos defensas fueron traspasados al Madrid, que se había hecho un año antes con los servicios de Zamora: «El Alavés nos vendió juntos a Ciriaco, Olivares y a mí, por 60.000 pesetas. Se supone que Ciriaco y yo valíamos 25.000 pesetas cada uno, Olivares, 10.000. Yo me llevé el 10% del traspaso, como estaba establecido, 2.500 pesetas, y tenía un sueldo de mil al mes, que era un buen dinero entonces. Pero nos lo ganamos: nada más llegar ganamos el Campeonato de Liga, el primero que ganaba el Madrid, y
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terminamos el campeonato imbatidos. La temporada siguiente volvimos a ganar.»
Eran tiempos en los que todavía no existía la seriedad de ahora, pese al profesionalismo: «Entrenábamos sólo el jueves, aunque los suplentes lo hacían también otros días de la semana. Y no había concentraciones ni nada de eso. Yo recuerdo que los domingos que jugábamos en Madrid solía comer en casa, a las diez, y después me iba a ver algún partido por la mañana, hasta que era la hora de ir al campo a jugar. Te encontrabas en el tranvía con los aficionados más madrugadores.» Lo que sí estaba ya a un nivel alto eran las primas: « Eso nació antes que el profesionalismo; en mi época eran bastante altas. Yo recuerdo que el año en que más gané fue el 1933-1934, en el que, entre Liga, campeonato regional, Copa y amistosos, llegué a jugar 62 partidos, y cobré en total 25.000 pesetas, entre sueldo y primas.»
La posguerra
La guerra le sorprendió a Quincoces de vacaciones en Vitoria. Para entonces había ganado el Madrid dos títulos de Liga. Hizo la guerra como voluntario en la Cruz Roja. Con la paz volvió al Madrid: «Era el único conocido que quedaba en el equipo. La verdad es que no había dinero, ni gente, ni nada de nada. Los sueldos bajaron, pero como había pobreza a todos los niveles, los jugadores seguimos siendo unos privilegiados. Pero aquel fue el comienzo de una época difícil para el Madrid. que no volvería a ganar la Liga hasta la llegada de Di Stéfano. Fueron años en los que la directiva bastante hacía con sacar los números adelante.» Quincoces, una vez retirado, entrenó durante algún tiempo, hasta que se trasladó a Valencia, para meterse con unos amigos en un negocio de maquinaria para la construcción. Desde entonces está ligado a este trabajo y a aquella ciudad. Fue directivo del Valencia durante diecisiete temporadas, algo que la actual directiva le ha agradecido retirándole a principios de esta temporada la localidad que tenía, porque en un partido de pretemporada hacía falta la plaza «para una personalidad».
Sabino Barinaga. Nació en Durango el 15 de agosto de 1922. Al estallar la guerra, sus padres le mandaron a un colegio inglés, donde, además de estudiar, jugó al fútbol. Creció fuerte, y a los dieciséis años jugaba en el Southampton. Con la paz volvió a España, donde se sabía de su participación en el fútbol inglés, y el Madrid, desmantelado por entonces, le ofreció entrar en el equipo. Poco sospechaba el joven delantero que iba a quedar ligado a la historia del club: «Entré con diecisiete años, en una época mala para el club. Ahora se dice que el Madrid era el equipo del régimen, pero la verdad es que en los primeros años el club pasó sus apuros, y en la directiva no había militares significados ni gente del Régimen. Quien sí tenía protección era el Atlético, que entonces se llamaba Atlético Aviación, porque se había asociado con el equipo del Ejército de Aviación. Hizo un equipazo y ganó los dos primeros campeonatos después de la guerra, y eso que había bajado a Segunda en la última temporada antes de ella.»
La construcción del Bernabéu
«Bernabéu entró de presidente en el 1943. Era un hombre tremendamente emprendedor y que lo sabía todo. Había sido jugador, entrenador y directivo. El supo ver antes que nadie que el fútbol iría para arriba, y pensó que quien tuviera un estadio grande antes que nadie podría adelantarse a los demás. y se aplicó a eso. La verdad es que casi todo el mundo pensaba que aquello de hacer un estadio para 60.000 espectadores era una machada estúpida. que nunca habría tanta gente dispuesta a ir al fútbol en Madrid. Por entonces jugábamos en el viejo Chamartín, que estaba casi en el mismo sitio. con capacidad para 22.000 espectadores. Se quedaba pequeño con mucha frecuencia. Bernabéu tenía en la directiva a un hombre con gran cabeza para las finanzas. Luis Corrales, y él encontró las soluciones para financiar la obra. Hicieron una emisión de obligaciones de veinticinco millones, que se agotaron pronto. Luego prepararon otra emisión, de veintidós millones, con la idea de venderla entre los socios. La sacaron a la venta justo al día siguiente de que venciéramos en el Metropolitano al Atlético, y se agotó en seguida. Y unos meses más tarde hubo otra emisión de veintidós millones, que también se cubrió.»
El campo se estrenó a principios de la temporada 1947-1948, con un amistoso ante Os Belenenses, de Portugal: «Era impresionante jugar allí, entre 60.000 espectadores. A mí me ha quedado el orgullo de marcar el primer gol, hacia el minuto veinte, de cabeza, a pase de Vidal. Fue un bonito gol, en plancha, pero entonces no le di mucha importancia. Luego, pasados los años, me lo han recordado muchas veces, y el club me dedicó un banderín con ese motivo.»
Estadio nuevo aparte, las cosas no fueron bien para el Madrid: «Los dos años anteriores a la construcción del campo ganamos la Copa. Pero en la Liga no hacíamos buen papel. El primer año que jugamos en el Bernabéu estuvimos a punto de irnos a Segunda. ¡Qué angustia! Recuerdo que perdí siete kilos aquel año. En la última jornada recibimos al Oviedo, y teníamos que ganar para no descender. Ganamos por dos goles de Pruden, y quedamos en el puesto once de en total de catorce equipos.»
Barinaga estuvo once temporadas en el Madrid y se fue sin conquistar un solo título de Liga: «Sí, es un vacío en la historia del club. Se gastó mucho en el campo, y no había dinero para fichar jugadores. Recuerdo que un día me preguntó Bernabéu por qué iba el equipo tan mal. y yo le dije que porque se había quedado viejo y hacía falta qente nueva. Se enfadó mucho conmigo, por primera y, única vez desde que le conocí.»
Se fue del Madrid «porque estaba muy visto y por problemas con un directivo». Jugó aún tres años en la Real N, dos en el Betis. Luego, sus conocimientos de inglés le sirvieron para trabajar en la base de Torrejón un par de años, antes de entregarse al trabajo de entrenador, en el que ha sido un verdadero trotamundos. Entrenó al Osasuna, Betis, Oviedo, Málaga, Atlético, Valencia, Sevilla, Mallorca, Cádiz, selección de Marruecos, selección de Nigeria, y América, de México. Ahora espera que algún equipo se interese de nuevo por él, y mientras trabaja como representante y relaciones públicas en una empresa de techos falsos.
A la espera de Di Stéfano
Luis Molowny. Nació en Santa Cruz de Tenerife, el 12 de mayo de 1925. Destacó en el Marino, de Las Palmas, lo suficiente como para que su nombre sonara fuerte en la Península: «Un día, Bernabéu leyó en La Vanguardia que el Barcelona había enviado a un directivo para ficharme; el directivo ya estaba en camino, pero en barco, y Bernabéu mandó por avión a Quincoces, que estaba de secretario técnico entonces en el club. Así fue como llegué al Madrid, el año 1945-1946. Ganamos la Copa nada más llegar.»
El fichaje costó 75.000 pesetas. Molowny llegó con un contrato de 250.000 pesetas por cinco años. Le tocó asistir a la fase de despegue del club: « El año siguiente a mi llegada estrenamos el estadio. La primera temporada jugamos en el Metropolitano, porque lo estaban construyendo. Luego estuvimos peleando bastantes años por el título, pero no llegaba. La verdad es que el club hizo un esfuerzo grande con el estadio, y no había dinero para grandes fichajes. Hasta Di Stéfano no se hizo ningún fichaje deslumbrante, y el equipo no podía llegar al título.»
Molowny guarda los mejores recuerdos de Bernabéu: «Era un hombre que llegaba a todo. Para él no había problema que no se pudiera resolver, ni persona a la que no comprendiera y ayudara. Lo que es el Madrid es obra suya. Una obra que ahí queda.» También es enorme su admiración por Di Stéfano: «Para mí, es el jugador más grande que ha habido. Ya le habíamos visto jugar con el Millonarios, cuando el festejo de las bodas de oro del club. Cuando el Madrid y el Barcelona disputaron su fichaje, yo deseaba que viniese con nosotros, porque pensaba que con un jugador así el equipo iría para arriba, como así fue.»
Llegado Di Stéfano, el Madrid ganó la Liga en la temporada 1953-54, justo con tiempo de participar en la primera Copa de Europa, que también ganaría: «El año de la primera Copa de Europa fue el de mi marcha del Madrid. Jugué en las eliminatorias, pero no la final. Recuerdo la ilusión de aquellos partidos y la euforia del triunfo.» Pero Molowny no pudo disfrutar por mucho tiempo de la época de oro del Madrid: «Una lesión de rodilla me obligó a retirarme a los treinta años. Volví a Las Palmas, donde jugué un par de partidos, pero no estaba en condiciones.»
La cantera
Se quedó en Las Palmas, donde fue seleccionador juvenil. El formó una gran promoción de jugadores: los desaparecidos Tonono y Guedes, Germán, Castellanos, León... Con estos hombres se hizo cargo del primer equipo de Las Palmas, al que puso en un primerísimo plano, y llegó a luchar por el título de Liga. Después volvió al Madrid, para hacerse cargo de la supervisión de la cantera: «El Madrid trabaja desde hace años con mucho sentido en ese terreno, y creo que ese ha sido el secreto para mantener al equipo en primer plano. Para renovar el equipo de los grandes monstruos se tiró de la cantera: Velázquez, Grosso, De Felipe, Serena... Y luego se ha seguido por ese camino. Yo tengo ahora mismo nueve jugadores, en la plantilla, salidos de la cantera.»
Alfredo Di Stéfano. Nació en Buenos Aires el 4 de julio de 1926. Formado como jugador en el River Plate se marchó junto a otros compañeros en rebeldía al Millonarios de Bogotá, donde su profesión estaba mejor pagada. El Barcelona compró su ficha al River, y el Madrid al Millonarios. Llegó a España para incorporarse al Barcelona -la FIFA le reconocía al River Plate la propiedad sobre el jugador-, pero el Madrid se cruzó
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e hizo valer sus influencias. La Federación Española optó por una solución ridícula: jugaría cada temporada en uno de los dos equipos, comenzando por el Madrid. El Barcelona encontró más digna la salida de renunciar a sus derechos.
«La verdad es que a mí, cuando vine, tanto me daba, pero luego, el Madrid ha quedado como parte muy importante de mi vida, aunque mis relaciones con las personas que han llevado el club se hayan distanciado. Por encima de todo está la institución, y yo soy un hombre de la institución. Hay mucha gente en el club que alardea de la historia, pero quieren olvidar que yo soy una parte principal de esa historia. Cuando llegué, el Madrid no ganaba la Liga desde antes de la guerra española, y desde mi llegada no hizo otra cosa que ganar títulos.»
La personalidad de Di Stéfano en el campo fue, sin duda, la clave de esos éxitos: « Pero yo nunca quise ser una estrella, y creo que gracias a eso llegué a serlo-, yo sólo quería que fuera estrella el equipo. y lo fue. Fueron tiempos muy bonitos. En el equipo había euforia cada vez que se saltaba al campo; salíamos a divertirnos, a ganar, a pelear. No sé mucho de la marcha del club en esos años, pero está claro que las cosas iban bien, porque hubo fichajes muy importantes. Durante años, el club estuvo incorporando hombres de máximo prestigio: Kopa, Didí, Santamaría, Puskas, Rogello Dornínguez... Tengo la satisfacción de haber contribuido a los mejores años de la entidad, y eso me queda dentro.»
Lluvia de títulos
Antes de Di Stéfano, dos títulos. Desde que llegó Di Stéfano. en la temporada 1953-1954, diecisiete. «El público iba, había ambiente. Creo que el Madrid hizo muy buenas taquillas todos aquellos años, y eso fue la base sobre la que se construyó lo de después. Claro que para explotar aquel equipo se contaba con un estadio grande, que fue siendo ampliado a la medida de las necesidades. «Hasta que llegó el divorcio Madrid-Di Stéfano, al término de la temporada 1963-1964, tras la derrota ante el Inter en la final de la Copa de Europa, en Viena. Es un tema que no le gusta a Di Stéfano: «Creo que merecí otro trato.» Desde entonces ha sido un entrenador más, un hombre que no ha querido vivir del cuento, sino de su trabajo, y que ha conocido las duras y las maduras. Sacó campeones a Boca Juníors, en Argentina, y al Valencia, en España, pero saltó a media temporada en el Elche y en el Rayo, y ha pasado algunas temporadas parado, esperando club. Ahora se le abren de nuevo las puertas de la profesión, en el Valencia. Mientras, el Madrid parece decidirse por un yugoslavo para sustituir a Molowny.
José Martínez «Pirri». Nació en Ceuta el 11 de marzo de 1945. Tuvo su primera Ficha como profesional en el Atlético de Ceuta, pero con dieciocho años los estudios le trasladaron a Granada, dondejugó como aficionado en Segunda. Varios clubs se interesaron por él, pero fue el Madrid quien lo adquirió por 300.000 pesetas. De esto hace ya quince temporadas. Llegó justo la temporada siguiente a la marcha de Di Stéfano: «En el club se detectaba cierta preocupación, porque los grandes monstruos estaban ya algo mayores, y parecía difícil mantener el equipo en el mismo nivel. No obstante, yo coincidí con Puskas. Santamaría, Muller, Gento... Todos se interesaban mucho por losjóvenes. A mí, por ejemplo, Puskas me enseñó a disparar, a meter debidamente el pie. Al poco tiempo de llegar al Madrid comprendí dos cosas: que podría ganarme la vida como futbolista y que esta entidad iba a ser para mí más que un centro de trabajo.»
Pirri simboliza la renovación, el relevo, pertenece a la generación de jugadores que tuvieron que luchar para resistir una comparacion imposible con los que les antecedieron: «Eso era difícil, sí, pero también un estímulo. Pero lo cierto es que el club no nos exigía que hiciéramos al equipo campeón cada año, sino sólo que trabajáramos en la medida de nuestras posibilidades. Desde que yo estoy, aquí. nunca recuerdo u.na mala cara o una bronca porque hayamos dejado escapar un título, sino, más bien, lo contrario. Han sido muchas las veces que se nos ha pagado la prima,por perder, porque Bernabéu comprendía que se había hecho todo lo posible.
El paternalismo
Para Pirri, el club es algo más que una eficiente empresa futbolística, productora de espectáculo y ganadora de títulos. Para él, es un estilo, un ambiente: «Los que han atacado a Bernabéu no le conocían. Si no, no hay otra explicación. Le acusaban de dictador, le reprochaban por paternalista cuando, simplemente, era un hombre que se interesaba por los problemas de todos y que quería ver a todo el mundo satisfecho. En quince años que llevo aquí he visto que en el club preocupa más la felicidad de la gente que los títulos. A lo mejor por eso el equipo se mantiene ahí, cosa que no han conse.uido otros: ni el Benfica, ni el Inter, ni el Bayern, ni el Ajax... El Madrid ya no es el mejor del mundo, como fue, pero esta siempre en primera línea. Yo creo que es porq ue todos ponemos un interés especial en esta entidad, que te trata bien. Siempre que algún compañero ha tenido un problema personal, del tipo que fuera, he visto al club procurando ayudarte. Esas cosas se sienten, y le permiten a uno trabajar a gusto, que es la única forma de hacer las cosas bien.»
El que termina es el noveno título para Pirri y el que más le ha satisfecho, porque le ha servido para cerrarle la boca a Kubala, que en Argentina le calificó comojugador acabado: «Yo, como todos los hombres del relevo, me siento satisfecho. No hemos mantenido al Madrid como el mejor equipo del mundo, pero hemos llevado la antorcha con dignidad. Nueve ligas, tres Copas y una Copa de Europa en quince anos que llevo aquí creo que son un buen balance. Nosotros nos incorporamos con una obra gigantesca en marcha, y no hubiéramos soportado la idea de llegar aquí para estropearlo todo.»
Siempre la historia, el pasado, como estímulo para los que llegan.
Eso es el Madrid.
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