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El Madrid despidió con goles, pero sin juego

El partido final de la Liga en Chamartín no desmereció de los jugados el resto de la temporada en el mismo escenario. Hubo muchos goles, como en más de una ocasión ha sucedido, pero la calidad de juego volvió a alcanzar las cotas lamentables de cada quince días. Menos mal que el Rácing se descubrió en los marcajes en la segunda parte y ello dio la oportunidad al Madrid para golearlo. El equipo montañés, de todas formas, demostró que por algo ha descendido, aunque se le podría disculpar que ya lo había hecho al presentarse en Chamartín, por lo que su ilusión vendría por los suelos.Lo curioso es que el Rácing marcó en su primera jugada de ataque, al aprovechar un despiste del debutantes Maté -mala suerte la suya para empezar, aunque luego se resarciría-, y la sombra de que la fiesta lógica por el título podía aguarse rápidamente, se cernió sobre el campo. Las cintas, los cohetes y los gritos del típico alirón quedaron cortados inmediatamente, porque el gol siempre es el rey y el que manda. Por eso la salvación momentánea del Madrid vino con el acierto de García Hernández al empatar cuando se llevaba sólo un cuarto de hora. Su certero y potente disparo devolvió la alegría a unos graderíos que no la han tenido más que incompleta y con sufrimientos durante toda la temporada. El hincha que ha querido ver al campeón (o que lo ha visto) ha tenido que ser el sufrido viajero de las peñas, el de las muchas horas de autobús, el de las noches en una butaca, el bocadillo y la tortilla.

A partir del gol del empate, el Madrid volvió a ser el de siempre en su campo esta temporada, sin ideas, impotente para penetrar en el esquema defensivo santaniderino, ni tan siquiera para zafarse de los férreos marcajes rivales con cambios de posiciones más originales que los tradicionales. Del Bosque, que había dado el balón del gol a García Hernández, volvía a ser un oasis en el desierto, pues ni el mismo García Hernández, que parece jugar mejor fuera, ni por supuesto, el archicontrastado Vitoria, que sólo da muestras de su calidad a cuentagotas, pudieron encauzar nada. Faltaba la fuerza de Stiellke o el empuje desde atrás «para obligar» de Pirri y el partido alcanzó límites de aburrimiento increíbles. Como el Rácing tampoco da más de sí, la despedida lindaba con lo lamentable.

Sin embargo, la facilidad goleadora del Madrid -con tres remates a la madera, además- volvió a salvar la situación y, esta vez, lo único importante: la fiesta. El aficionado llano se olvidó de lo mal que jugaba su equipo en cuanto empezó a marcar goles. Por si fuera poco, pareció como si el Rácing se quisiera sumar a los actos y empezó a jugar alegremente, pensando que podía hacerlo de tú a tú con el Madrid, por muchas bajas y males que tuviera el campeón. Y eso le perdió. Naturalmente, para que el tinte de suerte no faltara, el segundo tanto de Jensen vino de un rebote en un defensa santanderino y fue a partir de entonces cuando el cuadro montañés se encorajinó para ser goleado.

De todas formas, el público también protestó, y mucho, en bastantes momentos del encuentro, porque el juego, los fallos continuos, fueron para indignar al más pintado. Gran parte se debieron acordar de lo que tantas veces se ha escrito esta temporada sobre los partidos en casa del Real Madrid y que ha sido tónica común en su enorme mayoría: su fútbol ha sido tristísimo e intolerable para un campeón. Sólo su capacidad goleadora, aunque las ocasiones de gol fueran mínimas, le ha salvado. Cuando se dice que el Madrid ha ganado la Liga, porque es el tuerto en el país de los ciegos, no se anda tan descaminado. Evidentemente ha sido mejor que los demás en conjunto, pero los detalles para serlo no han brillado precisamente como los de un verdadero campeón, salvo su lucha en todo momento.

Dado que tampoco es este el momento para insistir demasiado en las carencias madridistas, habrá que decir, sin embargo, que para la próxima temporada hay que desearle una mejora sustancial.

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