Vivir cada día
Por Vivir cada día han pasado los gitanos, los trabajadores de las canteras de mármol y los mineros del pozo María Luisa, peones camineros y poceros, españoles que trabajan en las plataformas petrolíferas del mar del Norte, pastores y monjas jerónimas, ciegos y, el pasado miércoles, los enfermos mentales del Hospital Psiquiátrico de Valladolid.Concederla palabra y la imagen a estos ciudadanos -oficialmente, 45.000 en toda España, repartidos en 45 centros provinciales y unas setenta residencias privadas- era también correr el riesgo de sufrir un trastorno televisual. Un diputado, el secretario de la Diputación de Valladolid y miembros del cuadro médico del hospital visionaron previamente el programa un día antes de su emisión (martes 15). No hubo problemas, porque todos quedaron muy bien y satisfechos de su papel. Titularon ¿Locos?, nombre de origen incierto, entre signos de interrogación, para que el telespectador -ser sometido a las actuaciones irrazonables y maleficios del medio- juzgase si las psicosis y neurosis de los locos de asistencia benéfica diferían o no de la manía de ver TVE.
Por una vez, la irracional censura respetó la voz de un paciente: «El Alonso Vega es un martirio insoportable, y allí me hubiera vuelto loco; yo estoy aquí por la mala cabeza de la policía española, y se acabó, no digo más.» los censores se compadecieron del loco y aguantaron estoicos el rollo de quien no estaba conforme con la alimentación «porque a mí no me engaña nadie, porque yo distingo un bacalao de una corvina por la columna vertebral».
Al realizador de este informativo le quedó un programa redondo, sin entrevistadores y locutores de por medio, con la cámara entera para los protagonistas, que no necesitan ese rótulo a modo de carnet de identidad que le cuelgan a los bustos cuando salen a pontificar. Es decir, un programa sin los grilletes, camisas de fuerza y cinturones de seguridad que caracterizan el manicomio de los telediarios y otros servicios informativos de Prado del Rey.
Pero lo mejor que puede decirsedel reportaje de Chema Echevarría, del director José Luis Puértolas y del equipo de diez personas que hacen el Vivir cada día con 300.000 pesetas en gastos de producción por programa, es que han conseguido hacer el único informativo de TVE veraz, objetivo, sin manipulaciones -excepto las censuras de los períodos electorales- y respetuoso con la realidad objeto de sus filmaciones. De paso nos han hecho creer que en Valladolid puede haber locos felices, médicos y cuidadores en asamblea con los pacientes, con una tragedia al lado que intentan cortar con todos los medios de la moderna psiquiatría.
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