El problema de las acreditaciones, endémico
El problema de las restricciones en acreditaciones para un gran premio de fórmula 1 parece haberse convertido en un mal endémico. No es atribuible sólo a la carrera del Jarama. Cualquiera que haya asistido a otras carreras de este tipo en distintos países del mundo habrá podido comprobarlo. De ahí que algunos comentarios al respecto por parte de profesionales no puedan atribuirse sino a rabietas fuera de lugar.El mal radica, fundamentalmente, en que un gran número de periodistas, aficionados y no aficionados, que no asisten normalmente a carreras de coches, cuando llega la fórmula 1 quieren asistir a toda costa. Y además, asistir sin pagar. Y, por supuesto, desde la mejor localidad, desde un lugar donde puedan casi tocar a los ídolos. Luego, cuando se les deniega la acreditación, claman al cielo.
El caso es que este tifus no es particular de la fórmula 1, pues se da también en otros deportes. Pero parece que sólo a éste se le tilda de elitista cuando no se obtiene la acreditación. Y, sin embargo, la diferencia radica en que la fórmula 1 es peligrosa para el piloto y para el espectador -o periodista-, si éste ocupa ciertos lugares, que deben quedar reservados sólo a los especialístas. De ahí que en este tipo de carreras, las organizaciones, que se ven generalmente desbordadas -hay más de 5.000 peticiones sólo para la carrera del Jarama-, pongan unas limitaciones en el número de acreditaciones -impuestas, además, por los pilotos, que no quieren ser molestados en su trabajo por una masa ingente de pseudoperiodistas, conocedores del peligro que ello entraña.
Eso, sin que ello quiera decir que deban existir asociaciones elitistas y pseudopublicitarias, como el IRPA, que defienden sólo intereses particulares y que, afortunadamente, parecen tener los días contados. Pero, justo es decirlo, la organización del RACE ha hecho caso omiso de dichas organizaciones.
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