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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A ciento veinte

«Iremos a 120, un poco más deprisa de lo permitido, pero aceptable en los adelantamientos. Al ir a esa velocidad, cuando pasemos al lado del coche de la Administración, Podremos asomamos a su ventanilla y contarle lo que exige la sociedad de ella y luego seguiremos nuestro camino para no caer en la tentación de caminar a su ritmo y a su cobijo.»Con esta voluntad de hacer radio desde abajo, Eduardo Sotillos lanzó al aire en directo, hace veintisiete semanas, desde el primer programa de RNE, el espacio A ciento veinte, dos horas todos los sábados (de diez a doce de la mafiana) y uno de los espacios más innovadores de los últimos años en la radiodifusión española.

«Este es un país de recomendaciones. Y este es un programa de recomendaciones. Porque en España existen hoy numerosos grupos y personas preocupadas y ne cesitadas de expresarse a través de la literatura, las artes plásticas, e cine, la música, el teatro, etcétera. Gentes que llaman una y otra vez las puertas de los despachos que pueden apoyar sus ideas y darle cauce. Pero demasiadas veces esa puertas no se abren y muchas vece más ni siquiera el que necesita ayuda sabe dónde se encuentra la puerta adecuada. En A ciento veinte queremos ser el cauce, sólo el cauce, de esa comunicación entre los distintos sectores de la sociedad que pueden relacionarse y trabajar juntos.»

Así, Eduardo Sotillos, que lleva veinte años trabajando en radio, pasó por los telediarios y desde entonces trabaja «en aquellas cosas que me encarga la casa y que no son muchas. Yo estoy deseando trabajar en los servicios informativos, sobre todo en los de radio ».

A ciento veinte se distingue de los otros espacios culturales en que no es una caja de resonancia de lo selecto para élites, en que no es dirigista, sino un estímulo, una puesta en onda para los que empiezan. En A ciento veinte el oyente puede leer un poema, pedir bibliografía, informar de su revista underground, ponerse en contacto con otros que tíenen su misma inquietud, interpretar una composición y hasta formar una orquesta con otros oyentes.

A ciento veinte ha tenido, hasta hoy, un fracaso: no pudieron evitar el cierre del Conservatorio de Cádiz, pese a todas las promesas oficiales. Por el contrario, se asistió a la creacíón de la Joven Orquesta de Cámara de Espafia y la cesión de un local para la formación permanente de cincuenta personas: primero fue el alcalde de Baeza en ofrecer un palacio de su ciudad -pero no había dinero para acondicionarlo- y después la Diputación de Zaragoza se sumó a la iniciativa con la oferta del palacio de Veruela. Incluso un oyente de los alrededores de Madrid entrega su residencia para cualquier actividad cultural que surja. Una joven profesora de Segovia ha conseguido que se le edite su tesis doctoral: dos volúmenes y años de investigación sobre el románico en su provincia. El pueblo palentino de Paredes de Nava quiere rendir homenaje a Jorge Manrique. Las treinta personas que integran el grupo Gaspar Sanz, orquesta española de pulso y púa, necesitaban 250.000 pesetas para acudir al certamen italiano de Udine. Otro grupo ca talán obtuvo la cesión gratuita de derechos para montar «Jesucristo Superstar» en catalán. Durante es tos días, hasta el 20 de abril, 62 pintores de todo el país y de todas las edades han logrado, mediante este programa, con la ayuda de las Cajas de Ahorro de Madrid, una exposición colectiva (Buenos Aires, 44, y Barquillo, 17).

El programa nació casi como un experimento y ahora se ha convertido en un intermediario dírecto para quienes no han tenido oportunidad o acceso a los circuito convencionales de distribución. Hacen A ciento veinte, junto al director, Chari Gómez Miranda, María Teresa Jiménez, Salvador Pardo i Borrell, Salvador Martín Mateos, Blanca Alvarez (veterana de TVE), Julio de Benito, Jesús Quintero (realizador) y Dámaso Santos (colaborador). No tienen despacho. Cada programa de dos horas cuesta 60.000 pesetas.

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