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Municipales: de "Fuenteovejuna" a "Superman"

Decididamente no resulta fácil saber a qué juegan los partidos políticos. No se entiende. Es evidente que, en líneas generales, la campaña para las elecciones locales se está desarrollando de manera lánguida, abúlica y aburrida. Su repercusión en la calle está siendo mínima y el desinterés de la gente, palpable. Si las cosas siguen así, y no hay razones para creer que vayan a variar substancialmente, la abstención puede volver a darnos un buen susto.Ahora bien, tal y como se est á desarrollando la campaña, ¿podría ser de otra manera?, ¿se está motivando de verdad a los ciudadanos? Veamos. Se nos había dicho que las municipales, por su naturaleza y dinámica, supondrían necesariamente un acercamiento del pueblo a la política, ya que ésta descendería de los olimpos ideológicos y superestructurales para acercarse a la cotidiana y dura realidad; es decir, que pasaríamos de la teoría a la concreción. La problemática local es tainta y tan diversa que parecía imposible que el ciudadano medio no quedase implicado de alguna manera en la campaña, dada la sucesión de problemas que necesariamente habrían de desplegarse ante sus ojos.

Pero nada, o muy poco, de esto está sucediendo. La clase política española no sabe hacer otra cosa. que contemplarse su propio ombligo. Los temas municipales sufren en sus manos los mismos grados de homologación y abstractización que ya sufrieron en las legislativas. Y, por supuesto, la misma degeneración. Obsérvese, por ejemplo, el grado de presidencialismo de que hace gala la publicidad callejera. El presidencialismo (vota a Alvarez, a Tierno, a Tamames, a Sauquillo) supone una jerarquización opuesta al valor supremo, la democratización de los ayuntamientos, que era lo que en principio estaba en liza. Los ayuntamientos, según el diccionario de la Real Academia, son «una corporación compuesta por un alcalde y varios concejales para la administracíón de los intereses de un municipio». Otra acepción déla palabra nos indica que son una «junta, reunión de personas». Está claro, incluso en lenguaje común, la idea de equipo, de comunidad, de cólectivo. Pues bien, de eso aquí, poco; prácticamente, nada. Basta con observar la propaganda: un sólo rostro por cada partido. De equipo, ni rastro. Parece que más que a un alcalde, lo que tampoco es verdad, puesto que lo elegirán los concejales, vamos a elegir casi un presidente para una república. Que yo sepa ni un solo pasquín electoral hace gala de contar con un equipo de hombres. De hecho, los que van detrás del alcaldable-presidencial candidato no son conocidos ni por los vecinos de su propia casa, como cualquier encuesta podría fácilmente demostrar. Además, dado el tipo de campaña elegida, al uso americano, Parece haberse excluido el que los electores puedan conocer el curriculum humano y profesional de los componentes de las listas, lo cual parecería esencial en este tipo de comicios. Está claro que la política española no se va a apear, en mucho tiempo, del complejo de líder.

¿Y qué decir de los eslóganes más utilizados? Los problemas de los municipios españoles son tan amplios como angustiosos. Pues bien, su reflejo es mínimo, como no sea a nivel de utópicas promesas. Algo se asoma en la propaganda de los partidos de izquierda, pero con grandes dosis de sublimación. Por otra parte, las campañas, parecen haber sido concebidas para todo el Estado, lo que supone la renuncia a una especificidad que resultaría fundamental para implicar a una población que no puede reconocerse en frases y esterotipos propagandísticos del más puro estilo comercial. Por lo que se ve, lo de confundir política electoral con campaña de ventas de cualquier producto nos va a perseguir durante bastante tiempo. Las técnicas de marketing han llegado antes a los partidos que unas mínimas nociones de sociología electoral. El lenguaje político debería ser específico y no encubridor, ni homogéneo, como ya se demostró en las legislativas pasadas, con los resultados de desinterés y abstención masiva que todos conocemos. Curioso que a estas alturas ni uno solo de los partidos haya hecho campaña invitando a la participación ciudadana activa. Las maquinarias burocráticas son lentas para rectificar y con grave esclerosis imaginativa, de modo que no sólo no se corrigen los errores anteriores, sino que más bien parecen acentuarse.

Con todo, y volviendo al principio, lo más alarmante es esa personalización, muy poco democrática, de los programas en una sola cabeza visible. Programas que además son en buena parte muy semejantes. Se supone que, como las palábras están muy devaluadas, su significación viene dada no por su contenido, sino por quien las pronuncia. Efectivamente, un término como honradez no es lo mismo en una boca que en otra, pero tampoco es exactamente lo mismo decir «tu ciudad necesita un alcalde socialista», que «vota socialista»; ni «entra en el Ayuntamiento», que «vota comunista». ¿Y qué significa esa inefable frase de « Madrid: una ciudad para vivir», suprema máxima, junto con su fotografía, del ucedista José Luis Alvarez?

Pero, en fin, lo importante a reseñar es que también en las municipales todo hay que confiarlo en la imagen, resonancia y cualidades de un hombre que encarna para cada partido todas las esencias políticas de las siglas, ideología y programa que le son encomendadas. Estamos muy lejos de la gran tradición española de los ayuntamientos-corporación-pueblo. Hemos pasado de Fuenteovejuna a Superman. Estamos en la era en que un hombre solo, desde el planeta Krypton, viene a resolver nuestros problemas y evitar nuestra destrucción como ciudadanos. Estupendo hallazgo este de tomar como modelo un comic americano y no uno de los grandes textos de nuestro patrimonio moral e intelectual.

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