El mando del centro del campo fue del Madrid
Bonito, emocionante y con bastantes cosas de calidad resultó el partido que Athlétic de Bilbao y Real Madrid disputaron en San Mamés, en el que se puede decir que los blancos, cuando menos, merecieron el empate, ya que, sobre todo en la primera mitad, jugaron más que su rival, al margen de que lo que cuenta en fútbol son los goles. Además, supo poner genio para levantar primero un dos a cero y después no se rindió con el 3-2, pese a que todo parecía sentenciado.Uno y otro equipo se preocuparon más de marcar a los hombres en punta que a los centrocampistas, y una vez más quedó claro que cuando el centro del campo funciona bien, antes o después se acaba viendo fútbol, y, como en el caso del domingo, goles, consecuencia práctica del buen juego en la mayoría de las ocasiones. No siempre se da la viceversa, y así el Athlétic hizo dos goles en un minuto sin que en realidad estuviese haciendo un juego para merecerlos. Es cierto que salió decidido desde un principio a poner en apuros a García Remón. Este, salvo en un par de ocasiones, no tuvo una tarde feliz, si justo es reconocer que la defensa blanca sufre despistes y deja hombres peligrosos solos incluso cerca de su puerta.
El error del conjunto vasco fue dejar muy sueltos a García Hernández y, sobre todo, a Del Bosque, siempre con muchos metros por delante para desarrollar su juego y organizar a sus compañeros, que poco a poco fueron encontrando su sitio. Tanto Del Bosque como García Hernández son hombres que saben hacer fútbol y tocar el balón y, por si fuera poco, este último, que además des su gran gol cuajó un buen partido, dio empuje y fuerza al centro del campo madridista. Ahí radicó la solidez del Madrid y por ello pudo remontar el dos a cero. KoIdo Aguirre tardó tiempo en darse cuenta de ello y faltando menos de veinte minutos dio entrada a Vidal para que se encargara de Del Bosque, al mismo tiempo que Argote sustituyó a Rojo, con la intención de que su ataque fuera más incisivo.
El peligro por parte del Athlétic llegó casi siempre de la mano de Dani, a quien Isidro apenas vio en la mayoría de las ocasiones, si bien hay que apuntar que tan sólo el segundo gol, fracamente sensacional, llegó como consecuencia de una jugada elaborada merecedora del máximo trofeo.
La soltura citada de los hombres en el centro del campo fue lo que permitió un juego vistoso y bien engarzado y a veces se vieron cosas de calidad, todo dentro de una exquisita corrección por parte de ambos equipos. El ya contado final evitó un partido de guante blanco con resultado justo en cuanto a merecimientos se refiere.
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