La opción electoral reformista
Secretario de Información y Prensa de UCD
Es hora de clarificación y de definiciones. Aunque sólo fuera por lo que tienen de eslabón entre la etapa del consenso constitucional, y la de la confrontación democrática las próximas elecciones generales con un hecho necesario del proceso político. Las elecciones son el puente obligado entre la etapa de la transición y la etapa de la consolidación posconstitucional, pues todo Gobierno que quiera hacer frente a los problemas del país -que de eso se trata ahora- necesita apoyarse en la legitimidad electoral nueva.
Cuando se escriba con perspectiva histórica lo sucedido durante los tres últimos años, creo que el período consensual de la transición -aquel que va de las elecciones del 15 de junio del 77 al referéndum del pasado 6 de diciembre- será considerado como una etapa quizá excesivamente dilatada, pero plenamente positiva. La Constitución de la concordia, el más notable fruto de un periodo que ha enfriado pasiones y moderado actitudes, no es la panacea ni la solución por sí misma de los problemas, pero no hay soluciones duraderas sin previo consenso constitucional. Por eso es tan injusta y falsa la acusación de «contradictorio y negativo» que hace la derecha del balance del año y medio de Gobierno. Ni lo uno ni lo otro. Sentar las bases de un nuevo Estado, reducir notoriamente la inflación, encauzar impaciencias ante mil problemas viejos que se presentan como nuevos, impulsar y sostener un diálogo constructivo entre las fuerzas políticas y sociales, encauzar el problema de las autonomías, iniciar la reforma fiscal, de las fuerzas armadas, etcétera, ni es poca cosa, ni ha sido fácil, ni es contradictorio con lo que UCD prometió a los electores hace sólo quince meses.
Consenso y confrontación
Habernos puesto de acuerdo los españoles sobre un modelo de convivencia y haber llevado a cabo una determinada estrategia de cambio democrático pacífico nos permite ahora situarnos ante una nueva encrucijada: escoger entre distintos modelos de sociedad -todos ellos constitucionales- y entre diferentes hipótesis de consolidación de la democracia. La campaña del 15 de junio fue necesariamente, ambigua, de tanteo. Los partidos no se enfrentaron abiertamente con sus ofertas ideológicas y sus programas. La situación estuvo dominada por una dialéctica de franquismo-antifranquismo, reforma-ruptura, período constituyente-no constituyente, que hoy está superada. La Constitución hace posible hoy una confrontación que hace dos años pudo haber sido disolvente.
El período constituyente, gracias al denostado consenso, ha limado muchas aristas y ha restado acritud a la vida política española, lo cual decepciona a los partidarios de la política-espectáculo, pero sirve a los intereses de la convivencia pacífica. Hay mucho menos odio personal e incomprensión que el 15 de junio, y todo ello va a permitir una mejor identificación partidos-electores y ha producido ya una moderación de las ofertas políticas.
El colchón constitucional va a hacer posible que la batalla sea más dura y clarificadora, sobre todo entre los adversarios principales: Unión del Centro Democrático y PSOE. Lo que se dilucida en las -próximas elecciones es cuál de estos dos partidos va a dominar el terreno político durante los decisivos cuatro próximos años.
Se trata de optar entre una sociedad socialista o una sociedad liberal reformista. No nos equivoquemos sobre la puesta en juego, porque si el partido de la rosa y el puño habla ahora de «Gobierno fuerte y eficaz» -eslogan que podría emplear un partido de derecha-, hoy puede decirse del socialismo español que oscila, entre la utopía y el posibilismo, entre la ideología oficial del partido revolucionario, autogestionario, marxista y de clase, y la disposición de sus dirigentes a abandonar el dogma por una participación en el poder.
Hay que evitar la confusión y la ambigüedad. Olvidemos las siglas y concretemos las ofertas políticas reales, que no son más que estas: involución, conservación, reforma y revolución. El centro es el reformis moy el reformismo estará elprimero de marzo en la UCD. Como opción política, el centro aparece claramente decantado de la actitud me ramente conservadora, al tiempo que es un partido en abierta con frontación electoral y política con la izquierda, caracterizada en estos momentos por el desdoblamiento entre sus convicciones y objetivos estratégicos, y el tacticismo de su moderación electoral. Desde su perspectiva liberal y progresista, la UCD aparece enfrentada al socialismo y esto es posible porque progresismo y socialismo no son términos sinónimos. Y desde, una perspectiva de partido moderado, la UCD se distingue del conservadurismo por su vocación reformista.
Voto útil y voto equivocado
En este contexto se ha planteado la cuestión del voto útil. Para un elector no marxista, partidario de reformas en un marco progresista y liberal, votar a UCD no es cuestión de utilidad, sino de coherencia. Un voto reformista a un partido como el PSOE o como la Coalición Democrática no es que sea un voto inútil, sino que es un voto equivocado. La cuestión parece plantearse más bien al elector que es tentado desde la derecha de UCD. A éste ciudadano hay que exponerle las siguientes consideraciones:
- La verdadera opción delprimero de marzo es entre UCD y PSOE, incluso podríamos ir más lejos: entre Adolfo Suárez o Felipe González como candidatos a la presidencia del futuro Gobierno de la nación.
- Coalición Democrática es la Alianza Popular, ampliada con aigunas personalidades políticas. Si la CD es un partido derechista, entonces defrauda políticamente al intentar ofrecer una imagen «casi» centrista, incluso recurriendo al equívoco fonético de la sigla «cede». Si realmente se inclinara al centro, entonces su táctica divisionista parecería dictada por el interés de la izquierda. Pues desde este ángulo, dar el voto a CD no sería inutilizar un voto, sino emitir un voto útil... al PSOE.
-Para un elector moderado, reformista, el voto más coherente, eficaz y lógico es el voto a UCD. Para un elector derechista es legítimo y comprensible votar a un partido derechista, aunque sí puede plantearse entonces la utilidad de su voto, al ser sustraido a la opción más cercana ideológicamente dentro de la confrontación UCD-PSOE.
- La CD, al fomentar el votoprotesta con argumentos tan erróneos como rebatibles y dirigir sus ataques contra el centro y no contra la izquierda, con la pretensión de restar a UCD algunos votos, está actuando como aliada objetiva de la izquierda, está equivocando nuevamente sus objetivos -como el 15 de junio del 77- y está actuando contra los más profundos intereses de sus potenciales electorales.
Desde la derecha se pretende restar votos a UCD, pero no en base a una alternativa coherente y sólida, sino con un comportamiento más propio de un antipartido que de un partido. Y así, todo se va en acusaciones a UCD, trazando una imagen de ésta fabricada a la medida de las conveniencias del adversario. Se pretende presentar un balance negativo del gobierno de UCD, cuando los hechos cantan lo contrario, como reconocen estas frases de uno de los líderes de CD: «El balance de estos dos años de gobierno del señor Suárez ofrece mucho de positivo; en un plazo corto ha hecho el tránsito de la dictadura a la democracia con un coste social mínimo. Todo eso era muy arriesgado, y lo ha hecho muy bien.» (José María de Areilza, 7-VII-78).
- No es la discusión sobre el gobierno de UCD la parte más censurable de las afirmaciones derechistas. Es más equívoco el esfuerzo por presentar como política izquierdante lo que para cualquier observador imparcial, y desde luego así lo ha entendido la UCD, ha sido una política de negociación y diálogo coherentemente con la naturaleza del proceso de transición y del consenso constitucional. Así lo ha explicado UCD innumerables veces, señalando que, tras la Constitución, la política de partido se impondría a la política de consenso, y hemos comenzado por decir que ese cambio de escena es lo que motiva en medida importante las elecciones.
La síntesis centrista
UCD se presenta a las urnas consciente de cuál es su espacio, con una oferta programática ideológicamente diferenciada y que desea llevar a la práctica desde el Gobierno. UCD es consciente de que la sociedad española aspira a la estabilidad y la seguridad y desea soluciones eficaces a los problemas concretos del ciudadano. Pero la sociedad no se opone a las reformas, sino que percibe que una actitud meramente conservadora no sólo sería una estrategia ineficaz de solución de los problemas, sino que terminaría incluso por dar al traste con la convivencia. La sociedad no sólo no se opone a las reformas, sino que éstas son necesarias en un esquema de soluciones modernas y eficaces.
Pero la insistencia de UCD en las reformas no significa que UCD olvide o relegue los conceptos de orden, disciplina social, responsabilidad, productividad... No son éstos valores que pertenezcan a la derecha, sino que por ser necesidades -«objetivas» del momento y por respetar a aspiraciones vivamente sentidas por amplios sectores de la sociedad son objetivos asumidos desde una óptica política centrista. UCD no tiene intenciones de renunciar a nada ni de ocultar que nos espera un enorme esfuerzo colectivo porque construir el futuro requiere trabajar más, ser más responsables y arrojar lejos la demagogia. Pero todo esto con una particularidad remarcable: que desde la perspectiva del centro los sacrificios y las aspiraciones pueden y deben ser planteados sin sacrificarlas reformas, la justicia y la lilbertad. Esa es la síntesis que el centro político representa en la encrucijada del primero de marzo.
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